Por Frank Correa.
Una camioneta de la firma Datys, de la Corporación Copextel, que dirige el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, se paseó recientemente por la playa de Jaimanitas, al oeste de La Habana.. El chofer utilizaba el vehículo como si fuera de su propiedad. Iba en el asiento trasero, alegre junto a su mujer y algún que otro invitado. El sobrino, recluta activo del servicio militar, manejaba la camioneta vestido de completo uniforme.
De esta anécdota se derivan diez violaciones de la legalidad socialista y el código penal, pero como ninguna de esas violaciones se relaciona con la oposición, quedarán impunes. Los encargados por la policía política de leer las noticias de la prensa independiente y procesarlas, clasifican esta información como "de segunda clase".
La lucha contra la corrupción que Raúl Castro quiere librar dentro de sus propias filas tiene fallas de origen, porque hasta que el corrupto no choque de frente contra el sistema socialista, puede seguir llevándose la tajada a casa sin ningún problema.
Si Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y otros no hubieran abierto tanto la boca y hablado lo que no debían, estarían hoy aun en primera fila simulando y viviendo del cuento, junto a muchos "inteligentes" que dicen sí a todo, e informan a las instancias superiores cualquier cosas que se les ocurra.
En la Cuba de hoy sólo "explotan", como se dice en lenguaje popular, los funcionarios que se relacionen de alguna forma con la palabra disidencia, reformas, cambios. Abundan los eufemismos para enmascararlos: dirigentes probetas, engolosinados con la miel del poder, fiesteros irregulares.
Si entre los corruptos que iban en la camioneta de la firma Datys aquel domingo hubiera estado algún disidente, entonces este artículo tendría la clasificación de "primera clase" para los "compañeros" de la Seguridad, y se le daría un seguimiento inmediato, que concluiría posiblemente con la detención y el encarcelamiento del "mercenario", como califica el gobierno a opositores y periodistas independientes.
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