Por Camila Acosta.
Este 14 de junio se conmemora el 95° aniversario del natalicio de Ernesto “Che” Guevara, el guerrillero argentino-cubano convertido en ídolo de la izquierda comunista y modelo de “revolucionario”.
Sin embargo, no era más que un hombre “sin piedad, un sociópata”, según la directora de la ONG Archivo Cuba, María Werlau. La investigadora logró documentar parte de sus crímenes en su libro Las víctimas olvidadas del Che Guevara, en el cual se vincula al guerrillero con alrededor de 100 ejecuciones y fusilamientos en la fortaleza de La Cabaña y en la Sierra Maestra.
“La mayoría de los fusilados no había cometido ningún crimen, solo el de llevar un uniforme [del Ejército de Batista]”, pero el “plan trazado secretamente por la KGB y Fidel Castro” era el de “crear terror con el encarcelamiento y los fusilamientos masivos”, dijo Werlau a la agencia EFE.
Por su parte, el escritor argentino Nicolás Márquez, en su biografía del Che Guevara titulada La máquina de matar, llega a contabilizar a sus víctimas en varias centenas; entre ellas cuenta unos 216 asesinatos (cometidos en un lapso de tres años en la Sierra Maestra, en Santa Clara y en La Cabaña), y alrededor de 1.500 personas fusiladas en La Cabaña por mandato suyo. Por eso llegó a ser conocido como “el carnicero de La Cabaña”.
Sobre la ejecución en la Sierra Maestra del campesino Eutimio Guerra, confesó en una carta de 1957 a su padre: “Sus compañeros se negaban a pasarlo por las armas. Acabé con el problema dándole en la sien derecha un tiro (…) con orificio de salida en el temporal derecho. Boqueó un rato y quedó muerto. Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar”.
Sobre su paso por La Cabaña, Márquez recoge el testimonio del comandante Dariel Alarcón (conocido como Benigno), quien fuera parte de la columna del Che. De acuerdo con esta fuente, el guerrillero argentino acostumbraba a contemplar los fusilamientos mientras se fumaba un habano.
El sacerdote Bustos Argañaraz, quien se encargaba de brindar alivio espiritual a las víctimas antes de la ejecución, contó a Márquez que la crueldad del Che llegaba “hasta el punto de obligar a los familiares que iban a recoger los cadáveres de los fusilados a pasar por el famoso paredón manchado con la sangre fresca de las víctimas”.
Esta mentalidad genocida y violenta la expuso públicamente en varias ocasiones. En Naciones Unidas, por ejemplo, manifestó: “Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”.
En su libro Fidel y el Che, el periodista cubano José Pardó Llada -quien acompañó al Che en sus viajes a Egipto y la Unión Soviética- recuerda una conversación con el guerrillero argentino, en la cual este justificaba las ejecuciones extrajudiciales y adelantaba una especie de filosofía del odio: “Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro”.
De hecho, en su filosofía de lucha, el odio ocupaba un lugar central: “El odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”, escribió en 1967 en la revista propagandística cubana Tricontinental.
Este odio y violencia, según decía, eran necesarios para alcanzar el socialismo: “Para lograr regímenes socialistas habrán de correr ríos de sangre y debe continuarse la ruta de la liberación, aunque sea a costa de millones de víctimas atómicas”, apuntó en 1968 en el texto “Táctica y estrategia de la Revolución Cubana” (publicado por la revista cubana Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba.
Poco después de la Crisis de los Misiles (1962), la que casi lleva al mundo a una tercera guerra mundial, le dijo a Sam Russel, corresponsal en Cuba del periódico inglés London Daily Worker*: “Si los misiles hubiesen permanecido en Cuba, nosotros los habríamos usado contra el propio corazón de los Estados Unidos, incluyendo la ciudad de Nueva York”.
A las personas negras, las calificó en uno de sus diarios de viajes (conocidos y llevados al cine como Diarios de motocicleta) como “magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño, han visto invadidos sus reales por un nuevo ejemplar de esclavo: el portugués”.
De igual forma, con la venia de Fidel Castro, comandó y diseñó un campo de concentración para castigo de “desviados sexuales” en la península de Guanahacabibes, antesala de lo que poco después el castrismo masificó mediante las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP). De esta forma, su idea del “hombre nuevo” quedó plasmada en campos de concentración y labores forzadas para personas homosexuales que tenían el lema “El trabajo los hará hombres”.
Este es, en resumen, el legado funesto del Che Guevara que muchos prefieren ignorar. Pese a esto, a los niños cubanos los obligan a decir diariamente en las escuelas “Seremos como el Che”. Sin embargo, el mundo deberá recordarlo como lo que realmente fue: un sociópata asesino.
*Las declaraciones al London Daily Worker fueron republicadas en la revista TIME, el 21 de diciembre de 1962.
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