martes, 6 de junio de 2017

Raúl Castro, pifias, quimeras, intrigas.

Por Félix Luis Viera.

Da fe la edición del periódico Granma (como toda la prensa autorizada en Cuba, en la nómina salarial del Gobierno) del pasado 1 de junio de una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional (esta ostenta un récord difícil de igualar: jamás, desde su creación en 1976, siquiera un 1 % ha votado en contra de lo solicitado por el Gobierno) en la cual participó el mandatario Raúl Castro.

Este lector encuentra algunos puntos precisables en lo expresado por Castro, según cita la nota del periódico líder de la “información” en Cuba.

Castro anuncia que el parlamento ha reafirmado “el carácter socialista de la Revolución y el papel del Partido como fuerza dirigente de la sociedad y el Estado”.

Bueno, el lector foráneo no debe dudarlo: los 612 miembros del Parlamento, en representación de los 11 millones de cubanos que aún quedan en la Isla, estuvieron de acuerdo en refrendar “el carácter socialista de la Revolución y el papel del Partido como fuerza dirigente de la sociedad y el Estado”.

Uno se pregunta: ¿bien, y para qué reafirmar lo que ya está en la Constitución? Que se tome un artículo de la Constitución para apoyar alguna propuesta, está bien... ¿pero reafirmar lo que está en la letra de la ley de leyes? Pero nada... nada..., tranquilos... ellos son así. Ellos saben lo que hacen. Llevan 58 años “reafirmando”… y nada, de ahí no pasan. Hasta los boniatos, el pan de dulce, los tomeguines del pinar y las biajacas continúan en carencia.

Y otro detalle que creo muy atendible en la frase citada: tanto en esta ocasión como en otras, Castro y su grupo se han referido a la Revolución, “socialista” para siempre. Mas, ya sabemos que conforme el imperialismo es la fase superior del capitalismo, el comunismo es la fase superior del socialismo. Es decir, quizás ya sea hora de que se dé un aproximado a ver cuándo, más o menos, terminará lo que llaman “período de tránsito del socialismo al comunismo”.

Puesto que no debemos preterir algo tan hermoso como el comunismo. Ese estadio en el cual, según nos decían, nos aseguraban los maestros de Filosofía marxista, politólogos de izquierda, adoctrinadores varios, representa el arribar por fin a la Cima. Consta en tantos libros que debimos leer, en tantos exámenes que debimos cumplir, que en el comunismo no habría que trabajar ni existiría la policía, ni el ejército ni fuerzas represivas de ningún tipo. O sea, todos andaríamos desnudos a la pelota -porque la asunción a la alta moral y la fraternidad incluiría este detalle-, paseando por vergeles, jardines, edenes y ríos de aguas azules tocando la balalaika, los bongoes, el bandoneón, según el caso, mientras los manjares para el estómago, la vista, el olfato y el tacto, estarían a nuestro alcance con toda facilidad.

Es decir, ¿por qué ya no se habla de ese portento que será el comunismo al fin alcanzado?

Por otra parte, en el texto que nos ocupa, al menos yo advierto ciertas quimeras. Una de ellas la referencia al “plan nacional de desarrollo económico y social hasta el 2030”.

Esto, como decimos en México, “tacabrón”. ¿El 2030? Hummm… lo peor es que no se habla, textualmente, de un plan de aumento en el nivel de vida, en el consumo hasta 2030. Así, de manera directa. Porque los que hoy nos sentimos “heridos” por los fracasos viejos en la tierra cubana, no podemos dejar de lado que, durante 31 años ,1959-1990, nos dijeron que era menester invertir para el desarrollo, no para el consumo y, finalmente, a la hora de la hora, cuando se extinguió la URSS, ni habíamos consumido ni nos habíamos desarrollado; parte de este descalabro tal vez se debiera al afán castrista de costear guerrillas y guerras al otro lado del mundo. Presupuestos que salían del cuero de los cubanos. Es posible que esta sea una de las causas.

Quimeras veo en este otro propósito expresado por Castro: “cambiar todo lo que debe ser cambiado y con la velocidad que nos permita el consenso y la capacidad que demostremos de hacer las cosas bien”.

Nada cambiará. No es posible, la Revolución socialista lleva casi 60 años “cambiando lo que hay que cambiar”, pero nada cambia. Nada cambia porque es un modelo económico que no funciona; que no ha funcionado en ninguna de las naciones en que se estableció. Olvídenlo: solo se trata de cambiar y cambiar para volver al mismo punto de partida; para que todo quede igual; o peor, como en etapas precedentes.

Pero lo más reprochable de lo expresado por Raúl Castro en la reunión referida, es lo concerniente a la situación en Venezuela.

Él dice acerca de este tema “es necesario denunciar y detener la agresión que sufre la hermana nación. Intereses imperialistas quieren impedir la libre determinación de este pueblo”.

Miente palabra por palabra. En Venezuela el grueso de la población lleva, hasta hoy, 63 días de protestas exigiendo que se realicen las elecciones para gobernadores que el chavismo ha obviado. Protestan por la miseria, el hambre de tantas personas que aún hurgan en los tachos de basura en busca de algún desperdicio. Protestan por las interminables colas que deben hacer con la esperanza de alcanzar algún artículo de primera necesidad. Protestan porque no hay medicamentos y aun han muerto niños por no contar con la curación necesaria. Y lo tanto de este tenor que faltaría por citar…

Miente cuando afirma “debe condenarse la violencia golpista que ha causado muertos y heridos”. Miente. Quienes salen a la calle a protestar no son “golpistas”, son estudiantes, amas de casa, maestros, médicos que no tienen materiales con qué trabajar. Miente: hasta ahora, la gran mayoría de los fallecidos, por balazos, perdigonazos, bombas de gases lacrimógenos lanzadas directamente a los cuerpos de los manifestantes -lo cual está prohibido por las normas internacionales- son los protestantes, bloqueados, atacados salvajemente en cada uno de sus intentos por llegar a las sedes de diferentes segmentos del Gobierno para hacer valer en estas sus peticiones.

Miente Castro cuando se refiere a “Las imágenes de jóvenes apuñalados y quemados vivos recuerdan los peores actos del fascismo”.

Quien haya seguido los sucesos en Venezuela, estará de acuerdo en que la mayoría de los muertos no han sido ni “apuñalados” ni “quemados vivos” y, reitero, la aplastante mayoría de los fallecidos han sido de los manifestantes, víctimas de quienes en verdad se comportan como aprendices de fascistas.

¿A quién pretende engañar Raúl Castro con esta mendacidad? No será a los miembros de la Asamblea Nacional, puestos que estos, como él, tienen acceso a la verdad mediante los medios de comunicación extranjeros, vía Internet. Mucho menos a la opinión pública internacional, que está al corriente de los desmanes del chavismo. ¿O acaso se conforma el mandatario en soltar esa “guayaba” para los cubanos de “adentro”, privados de Internet, de prensa libre, plural?

Escamotea Castro la realidad cuando aboga por la defensa “del gobierno constitucional electo por los venezolanos”.

Bien sabe el mandatario cubano, y el mundo entero (exceptuando quizás a la gran mayoría de los cubanos dentro de la Isla), que el chavismo fue derrotado abrumadoramente en las pasadas elecciones legislativas, 112 escaños por 56. Y desde entonces el chavismo no ha reconocido la derrota y se ha valido de varios subterfugios que, en muchos casos, justamente han violado la Constitución. Tan así es que la propia Fiscal General de Venezuela, Luisa Ortega, quien ha sido una fiel y abnegada defensora de la llamada revolución bolivariana, ha dado a conocer recientemente que el intento de Nicolás Maduro y su combo de convocar a una Constituyente, viola la Constitución.

Ya ven. Así van las cosas.
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