Por Eugenio Yáñez.
Faltan dos meses para la solemne y ridícula ceremonia de “elección” de un nuevo presidente en la Cuba de los hermanos Castro y, como de costumbre, el secretismo sigue imperando y no queda más remedio que pretender imaginarse los escenarios y variantes más probables, porque de las fuentes del castrismo donde se cocinan estos mejunjes no se originan ni señales de humo.
Esto deja a los analistas intentando descifrar tanto lo que pudiera leerse entre líneas de las publicaciones oficiales o escucharse entre palabras de las pocas declaraciones públicas que no sean la repetición de las cantaletas habituales: de hecho, tareas tan complejas y difíciles, cuando menos, como intentar seriamente leer el futuro en las hojas de te o adivinar las señales que envían los caracoles lanzados sobre una mesa.
Así que Cuba es posiblemente hoy el único país del mundo donde a sesenta días de unas supuestas “elecciones” presidenciales, no solamente no se puede discernir sensatamente quién podría ser el futuro gobernante y quienes ostentarían otros cargos electivos, sino ni siquiera quién o quiénes son los candidatos para ocupar tales cargos y otros de relativa importancia gubernamental que deberán ser ocupados por designación.
Para los otros tipos de análisis, esos que no son serios en ningún sentido, pero abundan tanto, la falta de información oficial no es un problema, sino todo lo contrario, porque representa una oportunidad maravillosa para hablar disparates sin tener necesidad de justificar lo que se presenta como conclusiones cuando en realidad son puntos de partida a los que se les trata de anexar “hechos” que permitan llegar a resultados que no tendrán que ver con la realidad ni pronosticarán nada coherente, pero que por lo menos puedan generar titulares, alborotos, o al menos algún tipo de entretenimiento, y quién sabe hasta si, por alguna casualidad, esos quince minutos de fama tan necesarios para cualquier ego, y más aun para los que no han destacado anteriormente por criterios ponderados.
Para quienes se preocupaban inventando “explicaciones” conspirativas y supuestas luchas de poder entre diferentes “facciones” dentro del castrismo como causa de la demora desde el 24 de febrero hasta el 19 de abril para la entrega de los cargos formales a los sucesores, ténganse en cuenta que la fecha de febrero, inicio de la guerra de independencia cubana en 1895, es acontecimiento histórico que el castrismo subestima, mientras que la de abril celebra pomposamente “la primera derrota del imperialismo en América Latina” en 1961, que la dictadura sublimiza.
Pero además, existe otra realidad práctica y actual relacionada con las “elecciones” presidenciales en Venezuela, manipuladas y controladas por el chavismo con absoluto desprecio de la oposición, que se realizarán el 22 de abril del 2018, lo que deja claro que ambas fechas no son casuales ni mucho menos, y que de hecho en una semana se producirán las “elecciones” de los gobernantes en la isla y en la colonia suramericana, donde surgirán “nuevos” equipos directivos que llevarán el día a día de ambas dictaduras, siempre bajo el control y la vigilancia del “gran hermano” desde la oficina del primer secretario del partido comunista en La Habana y los procónsules cubanos de turno en Caracas.
Y súmese, además, que el 13 y 14 de abril se celebrará en Lima, Perú, la Cumbre de Las Américas, adonde, por definiciones de protocolo y por ser el jefe de Estado cubano, correspondería asistir al veterano dictador (¡que paradójicamente es invitado a participar en una cumbre de países democráticos!), y no al delfín designado, que tendría que asumir su pomposo cargo de sucesor de los hermanos Castro menos de una semana después de haber finalizado la cumbre en territorio peruano. No garantiza esto que será el general sin batallas el que asista, pero al menos facilita la posibilidad de que el nuevo encumbrado del régimen no tenga su primer evento de alto nivel entre tantos jefes de Estado, y donde, al menos como corresponde por su cargo, podría asistir Donald Trump. De no asistir Raúl Castro a esa Cumbre, entonces conocer quién asiste como representante cubano a ese evento podría ayudar a dar pistas sobre el sucesor, aunque fuera una semana antes de las “elecciones” en Cuba.
Y finalmente, aunque no menos importante, no hay que olvidar que para el mes de marzo Raúl Castro anunció que se celebraría un Pleno del Comité Central del Partido Comunista que será donde realmente, aunque nunca se va a decir explícitamente, se discutirán los temas principales y se comunicarán las decisiones finales que se tomaron anteriormente en el Buró Político del partido, y que serán las que “guiarán” a los diputados que deberán refrendar con su aprobación casi unánime, cual focas amaestradas, las nuevas autoridades del país para la “democracia” más perfecta, justa y sin deficiencias de todo el universo.
Después de estas precisiones, intentaremos descifrar, hasta donde sea posible, quiénes podrían ser los sucesores de Raúl Castro en los cargos formales del Estado y el gobierno, teniendo en cuenta que desde el verdadero poder, el que emana de la oficina de Raúl Castro y de su cargo de primer secretario del partido comunista, no se prevén modificaciones de ningún tipo en el actual proceso de “elecciones”.
Y hagámoslo, entre otras cosas, porque, lamentablemente, determinados opositores cubanos y una parte de los exiliados no le dedican demasiado tiempo a tratar de entender aspectos tan importantes para el futuro inmediato de nuestro país, porque lastimosamente en demasiadas ocasiones prefieren desgastarse en estériles polémicas y acusaciones fraticidas sobre temas muchas veces en realidad del tipo de que si son galgos o son podencos, y en una rebatiña absurda por protagonismo, mientras la dictadura afina los mecanismos de la transmisión de mandos formales bajo los disfraces de “cambios” y “reformas” que una parte del mundo, por candidez o comodidad, acepta como valederos, y se prepara para presentarse con un maquillaje diferente, gatopardista, con la intención de que parezca que todo está cambiando para que en realidad nada cambie.
Así que, sin más largas al asunto, entremos en detalle en el análisis sobre quienes podrían ser los sucesores de Raúl Castro en los cargos formales del Estado y el gobierno. Y para intentar hacerlo de la manera más exacta y precisa que podamos, comencemos con dejar perfectamente claro algo que hace algún tiempo anda dando vueltas y confundiendo en publicaciones digitales y escritas, y en algunas transmisiones de televisión y radio, tanto fuera de Cuba como dentro de ella.
El mito de que existe una Junta Militar en Cuba
En Cuba no existe ni gobierna una junta militar, ni lo ha hecho en algún momento de las larguísimas seis décadas de dictadura castrista.
En los últimos tiempos, algunas personas que escriben sobre el tema cubano, tanto fuera de la isla como dentro, han comenzado a referirse al gobierno cubano como una “Junta Militar”, a partir del hecho de que existen militares ocupando posiciones de poder.
Con ese criterio, demuestran dos cosas a la vez: que no entienden exactamente qué cosa es una Junta Militar, y que tampoco conocen cómo funcionan muchas cosas en Cuba.
Si en Cuba existiera realmente una Junta Militar, cómo las que en su momento existieron en las dictaduras militares de Argentina y Chile entre los años setenta y ochenta del siglo pasado, y en cierto sentido en Perú, los jefes de la marina de guerra, de la aviación, y de las instituciones encargadas del orden interior (que serían el equivalente de la policía o los carabineros) tendrían papeles decisivos en las decisiones de gobierno, por ser precisamente los jefes de esas instituciones armadas, que tomaban decisiones colegiadas.
Pero en la Cuba castrista no tienen ni tendrán esos papeles decisivos al máximo nivel, sobre todos los jefes de la marina de guerra y de la fuerza aérea (ambas entidades cada vez más débiles y raquíticas en los últimos años, desde que terminó el financiamiento soviético tras el “desmerengamiento” de 1991), aunque en el caso cubano el ministro del interior, aunque no se trate de una junta militar, ocupa un cargo de verdadero poder a los más altos niveles políticos y gubernamentales.
Las tres “regiones estratégicas” (occidental, central y oriental), dirigida cada una por un general de tres estrellas, conformadas por Raúl Castro tras al paso del huracán Irma por la devastación que dejó a causa del abandono de las infraestructuras del país y las viviendas durante tanto tiempo, además de por errores de previsión producto de la desorganización y la intromisión del partido en todo lo que no debería entrometerse, ha sido una decisión de emergencia para dirigir en tiempos de crisis, supuestamente con carácter provisional, y sobre algunos aspectos del funcionamiento de cada una de esas tres “regiones”, pero en ningún caso podría equipararse a lo que constituiría una junta militar “clásica”, tal como ese criterio se acepta en el mundo.
No existe entonces tal junta militar cubana más allá de las fantasías o especulaciones de esos “analistas” que por tal de “aportar” algo nuevo recurren a expedientes confusos y oscurantistas, y aparentemente consideran que repitiéndolos sistemáticamente podrán convertirlos en verdades, aunque no tengan nada que ver con la realidad, o al menos en ilusiones que algunas personas compartan.
En América Latina hemos conocido a lo largo de los años diferentes y abundantes dictaduras militares que no han sido encabezadas por una junta, sino simplemente por un alto jefe militar, un “gorila” clásico y todopoderoso, pero que ejerce su poder a través de funcionarios civiles o a través de algo así como otros paramilitares, pero no basa su gobierno en los clásicos jefes de las instituciones armadas: ejército, fuerza aérea, marina de guerra, e instituciones de orden interior, que son los que determinan las decisiones estratégicas y fundamentales en una verdadera junta militar.
Así, dirigidas por un “gorila” pero no por una junta militar, han sido las dictaduras que básicamente entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado existieron en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Panamá, Guatemala, El Salvador, Haití y República Dominicana.
Y también la dictadura cubana, naturalmente, posiblemente la más brutal por su carácter totalitario y represivo, que está por cumplir sesenta años de implantada a sangre y fuego (la más larga del hemisferio occidental), pero convenientemente bien disfrazada de “revolución socialista” y decisivamente sustentada en un aparato propagandístico muy extensivo y extremadamente efectivo, es una dictadura militar unipersonal, dirigida por un “gorila” llamado Castro, haya sido el hermano mayor entre 1959 y 2006, o el menor desde entonces hasta la fecha, ambos igualmente brutales y criminales, aunque con estilos ligeramente diferentes.
Pretender incluir al general de las fuerzas armadas que actúa como secretario del consejo de ministros en una supuesta “junta militar cubana” es una soberana majadería. Cuando Raúl Castro defenestró a los secretarios del consejo de ministros y del consejo de Estado que en su momento habían sido nombrados por Fidel Castro, se hizo público en las resoluciones que comunicaban los nuevos nombramientos que tales cargos no tenían nivel ejecutivo, que no se trataba de “dirigentes”, y que eran simplemente funciones administrativas las que les correspondían a tales designados. Sabiéndose eso, como debería saberse, delirar asegurando que ese general estaría formando parte de la supuesta “junta militar” cubana es algo que no se puede tomar en serio, porque en la práctica tal aseveración equivale en un equipo de béisbol a confundir al manager o a un entrenador con el cargabates o el recogedor de pelotas, tareas que aunque son decorosas no suponen ningún tipo de responsabilidad ejecutiva ni de toma de decisiones.
El día que en Cuba se vieran al jefe de la fuerza aérea y el de la marina de guerra en el primer nivel de dirección, y tomando decisiones colegiadas junto al militar que sería el jefe máximo, entonces tal vez podría comenzar a pensarse en la existencia de una junta militar. Durante casi sesenta años de dictadura, el ministro del interior sí ha estado siempre en los máximos niveles de dirección del país y muy cercano al máximo caudillo, menos en los últimos dos años. Actualmente, el ministro del Interior cubano, aunque tan represivo como todos los anteriores, no integra los máximos niveles de dirección ni en el partido comunista, ni en el Estado ni en el gobierno, aunque esa situación podría cambiar en la reorganización que se producirá tras las “elecciones” y la constitución del nuevo “gobierno”.
De manera que la supuesta “junta militar” que estaría dirigiendo en Cuba no deja de ser una entelequia intelectual en el mejor de los casos, mientras Raúl Castro esté al mando, y sus inventores harían muy bien en pensar un poco mejor las cosas antes de continuar repitiendo desatinos.
Modificaciones constitucionales se hacen en Cuba cada vez que lo desee la dictadura
Se suponía, según se anunció en el último insulso y aburrido congreso del partido comunista cubano, que se debería realizar una reforma constitucional en función del traspaso de los cargos de Raúl Castro a los delfines designados, y adecuar la constitución entonces vigente, que en definitiva es papel mojado, a las nuevas realidades cubanas. Y, supuestamente, sería algo muy normal que una transformación de ese tipo requiriera un determinado proceso de preparación y análisis para su aprobación.
Así es como suceden esas cosas en los países serios, pero está claro que la finca privada de los hermanos Castro, conocida también como República de Cuba, no es un país serio.
Por lo que una determinada modificación constitucional en el Macondo castrista se puede realizar, si así le interesa al dictador en jefe, de un momento para otro y sin previo aviso (no sería la primera vez), y la única actividad que se espera de los integrantes de la Asamblea Nacional del Poder Popular, jocosamente mencionada de vez en cuando como “parlamento” o “poder legislativo”, es que levanten sus manos unánimemente cuando se les ordena hacerlo para aprobar o rechazar algo, mostrando de esa manera un nivel de obediencia, entrenamiento y habilidades similar al de las focas amaestradas o al de los delfines en un acuario, aunque menos inteligente por parte de los “diputados”.
Se sabe ahora que, cuando se estaba preparando la llamada Constitución socialista de 1976, dentro del proceso de “institucionalización” del país tras la debacle provocada por el empeño megalómano de Fidel Castro de dirigir el país por sus absolutos caprichos y realizar una zafra de diez millones de toneladas de azúcar, zafra que naturalmente fue imposible lograr, el equipo de trabajo que elaboraba tales documentos supuestamente constitucionales y sus complementarios correspondientes, había previsto que el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas lo ocupara una persona, y subordinado a tal cargo estaría otra persona, que ostentaría el cargo de Presidente del Consejo de Ministros, para dejar separadas en dos personas las máximas funciones estatales de las gubernamentales.
Cuando esa propuesta fue revisada por Raúl Castro, que era quien llevaba la dirección de todas esas tareas de capital importancia para mejorar (lo de “perfeccionar” no deja de ser un eufemismo más) la desvencijada institucionalidad del país, mientras el Comandante se ocupaba de lo que le diera la gana, como era siempre su costumbre, el “hermanísimo” rechazó la propuesta de separar en dos personas ambas tareas, que era lo realmente sensato, alegando que su hermano Fidel era “la imagen y el alma” de la revolución, y que separar esas máximas tareas de Estado y gobierno en dos personas diferentes podía dar la sensación de que la autoridad y el liderazgo del “Comandante en Jefe” se estaban fragmentando o debilitando, y que eso no sería conveniente para “la revolución”.
Dicho y hecho: se impusieron constitucionalmente ambas funciones en una misma persona, que además de actuar como jefe de Estado y Jefe Supremo de las fuerzas armadas, sería también el jefe de gobierno como presidente del Consejo de Ministros. Y si además Fidel Castro, que todos sabían que era quien ocuparía esos cargos, era también al mismo tiempo el primer secretario del partido comunista, quedaba claro que sería el Comandante el máximo y único poder en el país, y que todos los demás “dirigentes” cubanos, (a los que en Estados Unidos se les llama absurdamente “líderes”, aunque no sean más que burócratas designados a dedo para repetir como papagayos lo que les ordene el partido comunista), serían solamente integrantes de una comparsa acompañante para rellenar y fomentar la escenografía folklórica y un paisaje bucólico que mostrara una revolución monolítica y exótica donde en definitiva la voluntad y los deseos del dictador establecían la única voz que realmente contaba en el país.
Posteriormente, cuando en julio del año 2006 Fidel Castro se vio obligado a separarse de sus cargos “con carácter provisional” debido a las complicaciones de salud que se le presentaron, como Raúl Castro había asumido de emergencia (y asustado) todas las funciones que desempeñaba su hermano, mantuvo las mismas estructuras establecidas para detentar esos máximos poderes, aunque realizó modificaciones estructurales en algunas partes del desorden organizativo imperante en el país tras cuarenta y ocho años de voluntad omnímoda del “máximo líder”.
Pero el 24 de febrero del año 2008, cuando asumió con carácter oficial las funciones estatales y gubernamentales, el general sin batallas no modificó en nada esa estructura seráfica que otorgaba a una sola persona las máximas tareas como Presidente del Consejo de Estado y del de Ministros, y nunca permitió que le llamaran “Comandante en Jefe”, aunque algún que otro adulador lo intentó, pero constitucionalmente era el Jefe Supremo de las fuerzas armadas, lo que además reforzaba el hecho de ser el militar de mayor graduación en el país (grados otorgados por su hermano, naturalmente, y sin batallas que los justificaran).
Siendo además, oficialmente, el segundo secretario del partido comunista, en la práctica Raúl Castro ostentaba los mismos cargos y poderes que Fidel Castro antes de caer enfermo, aunque por problemas de formalismos, hipocresías y eufemismos no utilizaba las mismas denominaciones para sus cargos que las de su hermano convaleciente enfermo.
Porque parece ser una tara genética de ambos dictadores verse a sí mismos no solo como personas divinas, sino también, y a la vez, como Cuba, el pueblo, la patria, la revolución, el partido comunista y el socialismo. ¡Modestos que son!
Escenarios a la vista
Dicho todo lo anterior, los escenarios que se presentan en estos momentos como más probables para el próximo mes de abril y el cambio de formalidades en la cúpula estatal-gubernamental, parecería que podría estar entre uno cualquiera de estos dos:
1. “Elegir” en la Asamblea Nacional del Poder Popular al delfín escogido para que ocupe los dos cargos a la vez (Presidente del Consejo de Estado y Presidente del Consejo de Ministros), además de Jefe Supremo de las fuerzas armadas, lo que de hecho convertiría al beneficiario promovido a la categoría de “la imagen y el alma de la revolución”, jerarquía cuasi celestial del paraíso castrista, solamente disfrutada por Fidel Castro gracias a que se la otorgó (en privado) su hermano, y por el propio Raúl Castro, que la ha venido ostentando hace ya más de once años.
De ser así y aceptarse esos cargos en una sola persona que sería el heredero formal designado, tendría que ser una situación que desde sus mismos inicios se anunciaría como provisional y por determinado tiempo, pues no sería probable que Raúl Castro aceptara que se designara en un cargo de trascendencia cuasi divina a alguien que no fuera su propio hermano o él mismo.
Porque aunque es cierto que el verdadero poder radicará en el primer secretario del partido comunista, que será precisamente el “histórico” general sin batallas, no le gustaría a él mismo, ni a la camarilla de la gerontocracia castrista, ni a nadie de los que disfruta cómodamente de las mieles del poder desde hace tanto tiempo, que desde el exterior pudiera parecer que el delfín designado fuera el que ostenta el verdadero poder en Cuba.
2. La otra alternativa podría ser realizar una modificación constitucional a la carrera, para separar ambos cargos en dos personas diferentes. Se dice que ya el nuevo proyecto de constitución está listo, y que en él ambos cargos no se congregan en una misma persona. En cualquier país medianamente decente y serio una transformación constitucional de ese tipo requeriría análisis, intercambio de criterios, debates, opiniones encontradas, votaciones, y sobre todo tiempo, y en no pocas ocasiones hasta un plebiscito ratificador, pero en el feudo castrista esos procesos siempre se ven como perturbadores y se evita llevarlos a cabo.
De manera que no sería nada extraño que se viera utilizar cualquier prestidigitación con aires leguleyos para “explicar” el por qué de las prisas para transformar en un abrir y cerrar de ojos lo que debería ser la ley fundamental de la república. Y si fuera necesario hacerlo así, de seguro que no faltarán “juristas” y leguleyos de todo tipo para “fundamentar” ese birlibirloque, ni tampoco “intelectuales” y “periodistas” de segunda categoría para justificar post facto una burda artimaña legal y moral que violentaría no solamente la enclenque y contradictoria constitución castrista, sino también el sentido común. ¡Hasta ese nivel se han prostituido algunas profesiones en la finca de los hermanos Castro!
Posibilidades reales de los presuntos sucesores
Es mínimamente sensato suponer que en los máximos cargos de dirección del Estado y del gobierno aparezcan miembros del buró político del partido, de acuerdo a la tradición histórica de los regímenes totalitarios para cubrir estas posiciones. E independientemente de que los máximos cargos estatales lo ocupe una misma persona o dos, considerando las posibilidades que hemos visto anteriormente, el Presidente del Consejo de Estado debería que ser un miembro del buró político. Alguien que no lo fuera miembro del Buró para cubrir ese cargo resultaría una verdadera sorpresa para todos, hasta para el designado o designada, aunque el eufemismo castrista hable de cargos “electos” y no de cargos impuestos.
Por otra parte, aunque en Cuba normalmente las designaciones de miembros del Buró Político se han realizado durante los congresos del partido, los estatutos de la organización autorizan a los plenos del comité central, considerados la máxima autoridad partidista entre congresos, a designar y “tronar” miembros del buró, cosa que no era sorprendente que sucediera de esa manera en la Unión Soviética y los países del “campo socialista”. Así que de ser necesario, Raúl Castro siempre tendría la posibilidad de “promover”, en el pleno del comité central anunciado para celebrarse durante el mes de marzo, a cualquier apapipio que se necesitara que fuera ascendido para ser premiado con determinado cargo.
Sabiendo que, por ser eso es así, si fuera necesario “inventar” un miembro del buró político para asignarle un cargo, se hará sin dificultades, pero que lo más sensato sería buscar primero entre los miembros actuales, vamos a comenzar por revisar la lista de los actuales integrantes del todopoderoso buró político del partido, (BP), que son diecisiete:
1) Raúl Castro Ruz
2) José R. Machado Ventura
3) Miguel Díaz-Canel Bermúdez
4) Esteban Lazo Hernández
5) Ramiro Valdés Menéndez
6) Salvador Valdés Mesa
7) Leopoldo Cintra Frías
8) Bruno Rodríguez Parrilla
9) Marino Murillo Jorge
10) Mercedes López Acea
11) Álvaro López Miera
12) Ramón Espinosa Martín
13) Ulises Guilarte de Nacimiento
14) Roberto Morales Ojeda
15) Miriam Nicado García
16) Teresa Amarelle Boué
17) Marta Ayala Ávila
El listado de miembros del Buró Político nunca aparece en orden alfabético, sino como expresión de las relaciones de poder. Así, los más poderosos son mencionados primero, y a continuación los que menos poder ostentan. Tal vez muchas personas fuera de Cuba no conozcan esta realidad, y en ocasiones hasta supuestos “expertos” sobre el tema cubano también lo ignoran. Pero quienes de seguro lo saben y nunca se confunden son estos diecisiete individuos, que siempre entran a las tribunas presidenciales de cualquier acto o se sientan alrededor del “máximo jefe” en cualquier reunión respetando escrupulosa y religiosamente tal jerarquía.
Como en todo buró político de un partido comunista en el poder, entre sus miembros aparecerán personas con verdadero poder real, y otras cuyo papel es de comparsa y escenografía, es decir, puro paisaje, que son incluidos en ese órgano supremo para dar sensación de mentalidad no elitista y participación de “los de abajo”, pero que en realidad en la práctica tendrán que seguir la corriente y siempre expresarse y votar de acuerdo a cómo soplen los vientos.
Teniendo eso claro, podríamos considerar con un mínimo de sensatez que algunos de los más ancianos de la camarilla dirigente castrista podrían ser alejados de cargos de Estado y gobierno, aunque se mantuvieran con las riendas del poder dentro del partido, para dar paso a sangre más joven en altos cargos estatales y gubernamentales y endulzar la imagen del régimen con un supuesto proceso de “renovación” que sería más cosmético que otra cosa, pero que le vendría muy bien para las relaciones públicas y los tontos útiles.
Sin embargo, podría ser tal vez muy peligroso considerar que en la gerontocracia castrista siempre primaría la sensatez, por lo que no se podría descartar totalmente que a pesar de todo y del alejamiento de Raúl Castro de los cargos del Estado y gobierno, se imponga alguna timorata política del “por si acaso”, que mantenga algunos vejestorios en cargos estatales o gubernamentales para custodiar las enseñanzas de todos los libros sagrados y garantizar la “pureza” de la revolución.
Teniendo en cuenta ese eventual escenario, podríamos relacionar algunos personajes de los de avanzada edad que no parecería, (además de Raúl Castro, que lo ha anunciado públicamente desde hace mucho tiempo), estar en las mejores condiciones biológicas o con los mejores ánimos para que fueran designados nuevamente entre las máximas figuras estatales o gubernamentales, pues son octogenarios o septuagenarios avanzados: José Ramón Machado Ventura, Vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros; Ramiro Valdés Menéndez, Vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros; Leopoldo Cintras Frías, Ministro de las fuerzas armadas; y Ramón Espinosa Martín, Viceministro de las fuerzas armadas.
Tanto Cintras Frías como Espinosa Martín son generales de tres estrellas y jefes de la “región estratégica” occidental y oriental respectivamente. Por tratarse de instituciones de carácter provisional -aunque se mantengan durante años- establecidas para lidiar con la crisis post-huracán Irma, no de estructuras permanentes en la organización estatal o gubernamental del país, podrían continuar manteniéndose en esas mismas posiciones actuales, y con evidente poder real, a la vez que podrían dar paso a “sangre más joven” al mando de otras instituciones militares o civiles del país.
Ya serían entonces cinco “iluminados” que podrían descartarse por su edad para señalarlos como posibles candidatos a altos cargos estatales y gubernamentales dentro del listado de miembros del buró político. Otros dos miembros del BP, Esteban Lazo, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y Salvador Valdés Mesa, Vicepresidente del Consejo de Estado, también septuagenarios, reúnen una característica que hace parecer difícil que ambos quedaran a la vez fuera del juego de posiciones relevantes en el Estado o gobierno, ya que ambos son de la raza negra, y no parece probable que Raúl Castro quisiera dejar a ambos a la vez sin alguna posición destacada, No tanto porque tengan una real capacidad de liderazgo y de ejercicio del poder, sino por su papel de figuras étnico-decorativas para dar la impresión de que en el país no existe discriminación racial y que personas de la raza negra alcanzan posiciones cimeras en el gobierno cubano. Sin embargo, no parece probable que alguno de ellos fuera “electo” para la máxima posición del Estado o del gobierno. Y si apareciera “sangre joven” de la raza negra para cubrir las formas, entonces ambos personajes mencionados podrían tener que ceder el paso a los relevos en las estructuras de gobierno, aunque no en el partido.
Un miembro del BP con poder real y no tan joven, pero un “benjamín” comparado con la colección de carcamales actuales que se adueñó del poder desde 1959, Álvaro López Miera, jefe del Estado Mayor General y el más joven de los generales de tres estrellas. Hijo adoptivo de Raúl Castro, sería el primer candidato a ministro de las fuerzas armadas en caso de que Cintras Frías no continuara en el cargo, lo que no sería descabellado, aunque tampoco absolutamente imprescindible. O también podría serlo si Cintras Frías quedara solamente como jefe de la “región estratégica” occidental, cargo que desempeña en la actualidad. En cualquier país serio, con la edad que tienen, ambos habrían pasado a retiro tiempo atrás. Así que habrá que ver.
De entre los miembros del BP que rellenan el paisaje sin tener poder real hay dos que podrían ser designados para algún cargo secundario sin demasiado poder real, tal vez vicepresidentes del consejo de Estado (considerando que miembros del Consejo de Estado deberían ser casi obligatoriamente), por lo que representan formalmente aunbque no tengan poder real: el secretario general de la Central de Trabajadores, Ulises Guilarte, y la presidenta de la Federación de Mujeres, Teresa Amarelle.
Aparentemente, Miriam Nicado, rectora de la Universidad de Ciencias Informáticas, y Marta Ayala, subdirectora del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, deberían continuar en sus cargos actuales y de “paisaje” en el BP, sin promociones espectaculares.
Si las cosas fueran así como las estamos suponiendo, y se trata solamente de hipótesis, quedarían como más probables delfines dentro del listado de miembros del BP cinco personas relativamente jóvenes, entre las que podría estar tanto el futuro presidente del Consejo de Estado como el del Consejo de Ministros, en el caso de que fueran dos personas diferentes en una primera etapa que comenzaría en el mes de abril.
Esas personas serían, por orden de jerarquía partidista, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Bruno Rodríguez Parrilla, Ministro de Relaciones Exteriores; Marino Murillo Jorge, a cargo de la implementación esotérica de las medidas de “perfeccionamiento del modelo” socialista que pretende Raúl Castro y que no se acaba de concretar en el plano teórico; Mercedes López Acea, primera secretaria del partido comunista en La Habana y vicepresidenta del Consejo de Estado; y Roberto Morales Ojeda, Ministro de Salud Pública y personaje a cargo de la mayor fuente actual de obtención de divisas del régimen: la exportación de servicios médicos y la ubicación de médicos cubanos como “cooperantes” en condiciones de cuasi esclavitud en más de cincuenta países.
Veamos entonces pros y contras de cada uno de ellos:
Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez:
El régimen necesita seguir aparentando estabilidad, y ha estado destacando discreta pero sistemáticamente a Díaz-Canel desde hace mucho tiempo. Continuamente aparece en todas las actividades nacionales e internacionales como el “heredero” designado, aunque nunca se le diga así. La semana anterior recibió en La Habana a la primera ministra de Namibia, también recibida posteriormente por Raúl Castro. En el imaginario castrista, “Namibia es independiente gracias a Fidel”, y solo a los más fieles del parnaso castrista se les permite acceder como protagonista a ese casi sagrado tema “internacionalista”, como lo fueron en su momento Vietnam, Angola y Sudáfrica.
Su biografía y currículum lo presentan como profesional universitario con cincuenta y siete años de edad, capaz, experimentado, y con desempeño político satisfactorio en organizaciones juveniles y en la dirección del partido en provincias, así como haber sido ministro de educación superior y vicepresidente del consejo de ministros, antes de ser designado desde 2013 Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros. Se le considera inteligente y que sabe escuchar, que capta rápidamente la situación general, y su leyenda cuenta que no es persona ostentosa. En los últimos años, como Primer Vicepresidente, ha atendido las áreas de ciencia, educación, cultura y deportes, así como a los periodistas.
La incógnita más nebulosa son sus relaciones reales tanto con las fuerzas armadas como con los órganos de la seguridad. Hasta dónde habría una aceptación real por parte de las instituciones armadas del país si Díaz-Canel fuera el sucesor designado, o si eso estará en función de que Raúl Castro permanezca vivo y apoyando al sucesor, es algo que habría que ver con el paso de los meses.
De igual forma, aunque no forma parte de las “fuerzas armadas” en el sentido clásico del término, será fundamental la forma en que establezca y pueda controlar las relaciones con el monopolio GAESA, se mantenga el mismo dentro del ámbito de las fuerzas armadas o si pasara a una jurisdicción “civil” tratando de evitar las sanciones impuestas por la administración Trump.
Bruno Rodríguez Parrilla:
Todos sus años como Ministro de Relaciones Exteriores le han permitido tener contactos internacionales de alto nivel en Occidente y alcanzar acuerdos de suma importancia para el régimen con la Unión Europea, que aunque no se han materializado aún por el rechazo europeo a las torpes posiciones políticas de Nicolás Maduro y sus “elecciones” ilegítimas. A pesar de eso este canciller de sesenta años de edad es aceptado sin grandes problemas en las cancillerías del Viejo Continente, algo que en cierto sentido recuerda el mítico papel de Ricardo Alarcón en la ONU, cuando lo encasillaron como un individuo al que ya los “yanquis aceptaban como interlocutor”.
Sin lugar a dudas, bajo la dirección de Rodríguez Parrilla la política exterior del régimen ha obtenido éxitos importantes, y su nombre es perfectamente conocido en gobiernos y cancillerías de todo el mundo. Sin embargo, en la misma medida es prácticamente desconocido en cualquier actividad partidista, económica, productiva, de servicios o militar dentro de Cuba, y puede resultar cuando menos dudosa su experiencia en todos estos sectores.
Aparentemente, sus mismos éxitos en el sector externo pueden actuar como limitantes y factores en contra para su ascenso a Jefe de Estado o de gobierno en estos momentos. Sin embargo, no debería sorprender si apareciese como Vicepresidente del Consejo de Estado o de Ministros, lo que considerando su condición de canciller resultaría en una posición poderosa verdaderamente y no de simple figurado.
Marino Murillo Jorge:
Aparentemente, con todos sus vaivenes, ascensos y descensos en varios cargos gubernamentales, y las imprecisiones en el llamado proceso de “perfeccionamiento” del sistema, que son su responsabilidad desde que fue separado de posiciones ejecutivas y limitado a la posición que ahora ocupa con el muy pomposo título de “Jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo” de los supuestos modelos de funcionamiento y mecanismos económicos que se desean aplicar en Cuba para lograr un “socialismo próspero y eficiente” que nunca aparece y cada vez se aleja más en el horizonte, no tiene ni muchos resultados positivos que mostrar ni demasiadas simpatías entre los cubanos, que asocian su nombre con los fracasos económicos, los planes que no se cumplen, y las miserias y necesidades insatisfechas de la población, que aunque en realidad no sean culpa precisamente de él, tiene que cargar con ellas debido a su cargo.
Aparentemente, en estos momentos no parece tener posibilidades reales de algún ascenso o nombramiento en cargos destacados del Estado o el gobierno, y en cierto sentido hasta podría considerarse afortunado ni no fuera rebajado de categoría en el venidero proceso de conformación de las nuevas autoridades formales tras las “elecciones”.
Mercedes López Acea:
Pocos cargos en Cuba son tan poderosos, aunque formalmente no lo parezca, como la máxima jefatura del partido comunista en La Habana, porque aunque aparentemente no tienen que ver con actividades nacionales o internacionales, una realidad cubana que aunque no se explicita demasiado es evidente que funciona es aquella de que “el sol sale por La Habana”. Como primera secretaria del partido comunista en La Habana, y Vicepresidente del Consejo de Estado, ostenta un poder real y práctico que opaca a vicepresidentes del gobierno, ministros y otros funcionarios que pudiera pensarse que fueran “más importantes”.
Teniendo la aceptación de Raúl Castro, quien además es partidario siempre de incluir a mujeres y personas de la raza negra en los máximos cargos de dirección, para dar una imagen de diversidad y oportunidades, debería ocupar una altísima responsabilidad en el nuevo equipo de dirección estatal y gubernamental que surgirá tras las “elecciones” del mes de abril.
No sería demasiado extraño si fuera promovida hasta Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros tras la designación de los nuevos “dirigentes”, un hecho que aunque conmocionara a buena parte de los más conservadores dinosaurios de la nomenklatura, podría gustarle a Raúl Castro, porque convendría mucho a la imagen del régimen si apareciera una mujer capacitada y con experiencia política como segunda al mando en las estructuras del estado y el gobierno.
Roberto Morales Ojeda:
Actual Ministro de salud pública, disfruta del mito de la “potencia médica” cubana, y su nombre se relaciona con las enormes cifras de ingresos de divisas al país, logradas gracias a la exportación de servicios médicos, que resulta básicamente enviar a miles de cubanos como personal médico y de apoyo a trabajar en condiciones de semiesclavitud y en las condiciones más adversas y peligrosas, muchísimas veces en lugares apartados de los centros fundamentales de civilización, fundamentalmente a Venezuela y Brasil, pero también a muchos otros países de América Latina, el Caribe, África, Medio Oriente, Asia y Oceanía, y hasta Europa.
Su nombre no se relaciona ni es demasiado conocido en Cuba fuera de las actividades de salud pública, y dada su experiencia acumulada básicamente en ese sector, no parece muy probable que fuera asignado a cargos gubernamentales fuera del mismo. Cuando más se podría ver como Vicepresidente del Consejo de Estado o del de Ministros, básicamente con la intención de destacar la importancia para el régimen de la explotación de mano de obra semi-esclava en el exterior.
Otros cargos importantes y otros “cuadros” donde podría haber movimientos:
Aunque no se trate de los máximos cargos del Estado y el gobierno, ni exclusivamente de miembros actuales del BP, hay otros cargos importantes donde podrían aparecer nuevas figuras “ascendidas”
Vicepresidentes del Consejo de Ministros:
Además de los ya mencionados, tres vicepresidentes del consejo de ministros podrían ver algún movimiento tras las “elecciones” y la designación de nuevas autoridades formales: Ricardo Cabrisas, encargado de la economía, planificación y relaciones económicas internacionales, que aunque muestra resultados positivos desde el punto de vista de los objetivos y estrategias de Raúl Castro ya tiene 81 años de edad y se desenvuelve en una actividad que requiere bastante movimiento y tensiones prolongadas, por lo que habría que ver hasta dónde su salud le puede acompañar. Ulises Rosales del Toro, a punto de cumplir 76 años, encargado de las actividades de la agricultura y la industria azucarera, sectores donde los incumplimientos son legendarios y permanentes y no se vislumbran mejorías en ningún sentido. Y Marino Murillo Jorge, 57 años en la actualidad, cuya actividad desde hace algún tiempo dejó de ser ejecutiva y es más bien de tipo conceptual y asesora en la definición de “modelos” y “mecanismos”, pero que no requiere de la ejecutividad que se supondría por definición en un cargo de vicepresidente del consejo de ministros.
Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular:
Ya mencionamos la característica del actual presidente de la asamblea nacional, Esteban Lazo, como representante de la raza negra. No necesariamente tendría que ser sustituido, pues, aunque septuagenario, no está decrépito ni mucho menos, y esa tarea no requiere de grandes esfuerzos físicos ni continuos viajes por el país: basta con domar adecuadamente a las focas amaestradas que se disfrazan de “diputados” cuando sesiona la asamblea, y se sabe perfectamente que no es nada difícil dirigir rebaños cuando son de carneros.
Otra persona, tan inepta como él, y también de la raza negra, sería Salvador Valdés Mesa, actual Vicepresidente del Consejo de Estado y que habitualmente no tiene prácticamente nada que hacer más allá de hablar superficialidades y realizar algunas actividades protocolares. Si hubiera un ascenso de Mercedes López Acea a primer vicepresidente en el Consejo de Estado, ella cubriría esa condición étnica de que, hablando en lenguaje “políticamente correcto”, se le mencionaría como de ancestros africanos, en correcto lenguaje cotidiano cubano se le llamaría “mulata”, o “jabá” en el lenguaje chabacano popular.
También Ana María Mari Machado, actual vicepresidente de la ANPP desde el año 2012, podría ser una candidata a considerar, que cuenta con experiencia anterior en la sinuosa Comisión Nacional Electoral y en el Tribunal Supremo Popular, es mucho más joven que Lazo y es miembro del comité central del partido.
También desde Cuba ha mencionado un periodista independiente que Homero Acosta, actual secretario del Consejo de Estado, se estaba manejando en la Comisión de Candidaturas para el cargo de Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Al igual que Ana Mari Machado, sería una persona con capacidad suficiente para el cargo, y también miembro del comité central del partido, aunque en este caso, de ocurrir, se trataría de una promoción meteórica.
Ministro del Interior:
En el poderoso cargo de Ministro del Interior, que entre otras cosas dirige los tenebrosos servicios de Seguridad del Estado, debería mantenerse el Contralmirante Julio César Gandarilla, quien alcanzó esa máxima posición en el ministerio hace bastante poco tiempo, tras la muerte súbita del anterior ministro, que llevaba pocos meses en el cargo, al que había sido promovido entonces tras la apresurada y nunca bien explicada renuncia en el cargo del ministro que lo precedía. Siendo miembro del comité central del partido, Gandarilla podría ser elevado a Vicepresidente del Consejo de Estado o de Ministros, para enviar un claro mensaje de que la represión más violenta sigue y seguirá siendo uno de los pilares fundamentales de “la revolución”.
“Gallos Tapados”
En Cuba se utiliza la expresión de “gallo tapado”, nombre de un popular juego de rifas, para referirse a una persona que recibe una promoción que nadie esperaba. En ese juego se apostaba por determinado número, que aparecía en un grupo de números en el frente de unas tapitas de cartón: por eso se decía que eran los gallos tapados. Cada uno de esos cartoncitos numerados indicaba en el reverso si representaba un premio o no. La persona que tenía que jugar sin poder ver el reverso, al buscar en la parte posterior del cartoncito, comprobaba si el número seleccionado tenía derecho a un premio o no.
Ante determinado cargo vacante en Cuba, como siempre son por designación y en medio del secretismo, constantemente se producen especulaciones y comentarios alrededor de quién o quiénes son las personas con más posibilidades de ser designadas para cubrirlo. No siempre las cábalas aciertan identificando a los nominados, aunque no necesariamente sean absolutamente inesperados.
Sin embargo, en ocasiones se designa una persona absolutamente inesperada para ocupar determinado cargo, porque los especuladores no le veían relación de experiencia en ese tipo de tareas, de actividad anterior, de carácter geográfico, o simplemente relaciones amistosas con el futuro jefe, o hasta de parentesco con determinados personajes, por lo que entonces no solamente no se esperaba que pudiera ser nombrada para ocuparlo, sino que ni siquiera se mencionaba su nombre dentro de las posibilidades más lejanas. Es entonces cuando se dice que esa persona era un “gallo tapado”. Algo así equivalente a lo que en inglés se le llama “long shot” en las apuestas.
Cada vez que hay procesos de designaciones como los que se producen durante las actividades de “elecciones” periódicas, en este caso las que culminarán en abril, o “truenan” a cualquier ministro, jerarca del partido, o “dirigente”, comienzan los nigromantes de siempre a barajar nombres de posibles agraciados. En la etapa que se vive en Cuba en estos momentos, los interesados en estos temas, que no son ni los cubanos de a pie ni mucho menos, sino más bien las moscas que revolotean alrededor de las migajas y los desperdicios, comienzan a expandir rumores sobre posibilidades o desventajas de fulano o mengana, muchas veces refiriéndose a la situación diciendo que “sus acciones” están “en alza” o “en baja”, como si se tratara de la bolsa de valores.
En Cuba siempre se mueven, en los últimos años, algunos nombres como eventuales “gallos tapados” para ser designados en posiciones significativas del aparato estatal y gubernamental. Entre los nombres que se repiten más frecuentemente están los de Lázaro Expósito, primer secretario del partido comunista en la provincia de Santiago de Cuba, persona que aparentemente disfruta de relativas simpatías entre los santiagueros; aunque eso en la Cuba de los Castro no tiene importancia: difícilmente exista en Cuba alguien que despierte menos simpatía en la población que el gris José Ramón Machado Ventura, y sin embargo lleva más de diez años en los cargos más elevados del partido, el Estado y el gobierno castrista.
Otro eventual “gallo tapado” podría ser Leonardo Andollo Valdés, general de dos estrellas y segundo jefe del Estado Mayor General, quien en los últimos años ha estado trabajando en actividades “civiles”, encargado del complejo proceso de reorganización de los aparatos estatales, así como del prolongado “experimento” que se lleva a cabo, sin resultados visibles, en las provincias de Mayabeque y Artemisa, para definir y separar las funciones de las actividades propiamente estatales de las gubernamentales en los niveles provinciales y municipales, algo que de cierta manera podría calificarse como “misión imposible”, porque tal entuerto nació eenfermo desde que se impuso la división político-administrativa en 1976 y se crearon los “órganos del Poder Popular”, sin que esos conceptos no solamente no estuvieran claros, sino en muchas ocasiones ni siquiera definidos.
Y siempre, claro está, existe la posibilidad de que aparezca un gallo “mucho más tapado” todavía, que fuera nombrado inesperadamente en determinado cargo de importancia, pero que en estos momentos, como se dice en Cuba, no “suena” como que podría ser un “gallo tapado” ni siquiera en los centros espirituales.
¿Conclusiones?
Ni de broma. No hemos tratado de adivinar nada. No es nuestro estilo.
No pretendemos tener respuesta para todo. Eso no es difícil: es imposible.
Nos sentimos entusiasmados cuando logramos definir algunas preguntas adecuadas. Y si en ocasiones pudiéramos solamente entrever también alguna de las respuestas, ya el nivel de gratificación intelectual estaría al nivel de las mayores recompensas.
Por lo demás, solamente hay una manera exacta de comprobar los resultados: esperar.
Ya el 19 de abril de este año conoceremos quienes son los designados, los que quedaron fuera, si hay algún “tronado” y si aparece algún gallo “tapado”.
Todos los análisis sobre este tema a partir de ese momento serán forenses.
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