Por Iván García.
En una dictadura todo es posible. Las estrategias son marcadas por la aplastante realidad o la supervivencia. Arnaldo Ochoa fue un general exitoso. Su estrategia militar en la batalla de Ogadén se estudia en algunas academias castrenses de Occidente. Fue jefe de la misión militar en Angola en los años 80 y condecorado Héroe de la República de Cuba por Fidel Castro.
Poco tiempo después, fue acusado de traición a la patria y de estar vinculado en operaciones de narcotráfico con el Cártel de Medellín. Y fusilado en la madrugada del 13 de julio de 1989 en el aeropuerto militar de Baracoa, al oeste de La Habana.
Los dictadores comunistas suelen ser despiadados cuando consideran que peligra su poder omnímodo. Stalin mandó a ejecutar con un tiro en la sien a destacados políticos y la plana mayor del Ejército Rojo por sospechar que colaboraban con Alemania. Otras veces sucede lo contrario. Cuando la delirante Revolución Cultural fracasó en China, los operadores políticos rescataron a Deng Xiaoping tras la muerte de Mao Tse Tung.
En Cuba, a los hermanos Castro, no les ha temblado la mano para encarcelar, fusilar o que mueran en extrañas circunstancias partidarios suyos cuando son considerados una amenaza. El ex ministro del Interior José Abrantes falleció de un paro cardiaco a pesar de ser un hombre saludable. Luego de salir de un brindis en una embajada, Manuel Piñeiro, alías Barbarroja, uno de los artífices de la subversión en América Latina y la creación del ELN en Colombia, pereció en un sospechoso accidente de tránsito.
Carlos Lage Dávila, 70 años, graduado de medicina, hijo del médico Agustín Lage y de la periodista y escritora Iris Dávila, fue ex secretario del Consejo de Ministros y vicepresidente del Consejo de Estado de 1993 a 2009 y de puro milagro salvó su pellejo. Lage, el entonces canciller Felipe Pérez Roque y Carlos Valenciaga, ex secretario personal de Fidel Castro, entre 2008 y 2009, fueron destituidos y acusados de «comportamientos indignos» por comentarios y burlas hacia los «líderes de la revolución» hechas en cumpleaños y fiestas privadas, donde después de darse unos tragos olvidaron que la contrainteligencia cubana coloca micrófonos y cámaras hasta en los árboles.
Otro defenestrado de esa época fue Raúl Castellanos Lage, vicejefe del departamento ideológico del partido comunista, primo de Carlos Lage e igualmente médico de profesión. Pablo Valido, quien fuera miembro del partido comunista, rememora que “a finales de 2009, a varios cuadros del partido nos pusieron un video en el cual acusaban a Carlos Lage y Felipe Pérez Roque de colaborar con los servicios secretos españoles. El explote fue grande, no sé cómo no fueron detenidos”. Pero si Lage, Pérez Roque, Valenciaga y Castellanos no fueron encarcelados fue porque no pudieron probar que durante su paso por el poder se enriquecieron o abrieron cuentas en bancos foráneos.
Carlos Lage no era un reformista ni un Gorbachov caribeño. Fue un astuto funcionario que aparentaba tanta lealtad al castrismo que estuvo de acuerdo con la oleada represiva contra opositores y periodistas independientes conocida como la Primavera Negra y con el fusilamiento de tres jóvenes negros que secuestraron una lancha para huir del país, dos hechos que en marzo y abril de 2003 tuvieron gran repercusión internacional.
Tal vez el mayor mérito de Lage es su modestia y honradez. Siempre ha vivido en un apartamento sin grandes pretensiones y en los años duros del Período Especial decidió dejar de ir a su oficina en el Palacio de la Revolución en el auto que tenía asignado y hacerlo en una bicicleta china, como hacían miles de cubanos en toda la isla. Una actitud que no gustó a la élite gobernante, que le pedía sacrificios al pueblo, pero no estaba dispuesta a renunciar a sus privilegios. Y con el pretexto de que Lage ponía en peligro su vida, al andar solo a cualquier hora del día o la noche por las calles habaneras conduciendo una bicicleta, tuvo que volver a utilizar el coche oficial.
También es cierto que Lage tiene fama de austero y de que nunca fue un corrupto y un vividor, como otros políticos y funcionarios que han ocupado cargos en la Isla a lo largo de 62 años. Pero eso no lo hace mejor. Es un comunista convencido de que el absurdo socialismo marxista es el futuro de la humanidad. Hace tres años fui a hacerme un chequeo médico en el Policlínico Universitario 19 de abril, en Tulipán entre Panorama y Oeste, Nuevo Vedado. En el segundo piso estaba Carlos Lage, con un pantalón gris, zapatos gastados y una bata blanca. Una doctora me contó que “al principio, cuando a Lage lo enviaron al policlínico como jefe de epidemiología, la gente se cuidaba de no hablar mal del gobierno en su presencia. Pero pronto se dieron cuenta que a él no le importaba. Es buen empleado, serio y callado. Nunca llega tarde al trabajo”.
La publicación en redes sociales de un video de unos nueve minutos de Carlos Lage no es casual. Analistas de temas nacionales debaten cuál sería el próximo movimiento de fichas del régimen. Si su aparición responde a un guión dictado por Raúl Castro o va por la libre. Tres escenarios posibles se especulan.
El primero: ante la enfermedad y pérdida del control político de Raúl Castro, sectores más cercanos al ideario de Fidel estarían buscando escalar posiciones y destituir al presidente Miguel Díaz-Canel el día después de la muerte de Castro II. Según esa tesis, se presentaría a Lage como el policía bueno de la película. Un reformista que va en serio y un político con más cuajo o sustancia que el grisáceo Díaz-Canel para dialogar con la Casa Blanca y la Unión Europea.
El segundo: Lage va por su cuenta. Después de doce años de silencio, al cumplir 70 años, decidió opinar sobre la feroz crisis económica, política y social que vive el país.
El tercero: tras el fracaso de la Tarea Ordenamiento, mala gestión de la pandemia e incapacidad del gobierno de Díaz-Canel para mejorar la producción de alimentos y contener el amplio descontento ciudadano, Raúl Castro rescataría la figura de Carlos Lage en un intento por salvar la caótica y fracasada revolución.
Hay otras teorías. Pero desde mi perspectiva, la reaparición de Carlos Lage es una escaleta trazada de antemano por el poder oculto del régimen: altos oficiales de las fuerzas armadas involucrados en los jugosos negocios de GAESA, emporio empresarial militar que preside el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, ex yerno de Raúl Castro, y que hasta que se demuestre lo contrario, es quien toma las decisiones principales en materia de política interna y exterior.
Raydel Fernández, con treinta años en el exilio, considera que la “facción fidelista está reagrupándose para jugar un papel en la Cuba post Raúl. Tendrán de apoyo a los Castro Soto del Valle. Raúl sigue siendo el hombre fuerte, pero ya es más un cadáver que un ser vivo” Para algunos activistas locales, el video de Lage se antoja una jugada del régimen para atenuar el eco mediático de la marcha cívica del 15 de noviembre organizada por Archipiélago, plataforma liderada por el dramaturgo Yunior García.
Una mayoría de cubanos de a pie cree que el desempeño del gobierno de Miguel Díaz-Canel ha sido errático. No ha encontrado solución a los muchos problemas que afectan a la sociedad. Solo ha puesto parches. En una democracia, las elecciones castigarían con el voto el retroceso de la salud pública, la muerte por negligencia estatal de cientos de pacientes contagiados por el coronavirus, los pésimos servicios públicos, estantes vacíos en los mercados y altos precios de los productos.
Si en los próximos meses el panorama económico no cambia y el presidente designado se ve superado por protestas populares, podría ser reemplazado. Siempre fue un simple mascarón de proa, defensor de los intereses de Raúl Castro, su padrino político. Todo indica que la suerte de Díaz-Canel está echada.
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