viernes, 22 de octubre de 2021

Trampas y resurrecciones: el castrismo en fase terminal.

Por Javier Prada.

Una valla del régimen cubano glorifica al difunto Fidel Castro.

Muy desesperados tienen que estar los dueños de Cuba para haber sacado a Carlos Lage del plan pijama. La movida es tan rara que varios analistas andan devanándose los sesos para entender qué hay detrás del inesperado descongelamiento de un antiguo viceministro caído en desgracia, popular en su momento por su vocación reformista, tildada como “de derecha” por algunos desconfiados que aborrecían la preferencia manifiesta de Fidel Castro hacia aquel médico ambicioso y pragmático.

De la resurrección de Lage no ha trascurrido una semana, pero mucho se ha hablado ya. Nadie imaginaba que a estas alturas la tendencia del castrismo al retroceso lo llevaría a desempolvar una figura que acaba de cumplir 70 años, y para colmo regresa del inframundo enarbolando un discurso de lealtad eterna a Fidel y al socialismo.

Tal vez la gerontocracia esté dispuesta a limar viejas asperezas con tal de subsanar ese gran error que ha sido Miguel Mario Díaz-Canel, al cual se sumó el desastre mayor provocado por Marino Murillo y su Tarea Ordenamiento. Es muy difícil determinar cuál de los dos ha resultado peor para el país, pero lo cierto es que los mandantes perdieron el control de la crisis y algo tenían que hacer.

Entre tantas especulaciones sobre lo que podría significar la reaparición de Carlos Lage, también se ha colado la sospecha de que sea otro bluff para desviar la atención de lo que está ocurriendo alrededor del grupo Archipiélago y la marcha convocada para el 15 de noviembre. Por otro lado, recomponer la imagen de un político que en su momento tuvo fama de perestroiko podría ayudar a la camarilla de Raúl Castro a recuperar las simpatías de ciertos grupos que no vieron con buenos ojos el hundimiento de Lage y otros “adelantados” que pretendieron oxigenar la revolución con ideas que entonces parecían demasiado liberales.

La cúpula está dividida. En el escenario actual, con la sociedad civil en abierta oposición, mejor informada y organizada que hace treinta años, necesitan al menos asegurarse de que no van a serrucharse el piso entre sí. Pero sucede que Carlos Lage es tristemente célebre por haber quitado las “jabitas de estímulo” a los trabajadores del sector empresarial, pues sus políticas de austeridad jamás contemplaron recortes a las gratuidades que disfrutaba el ejército. El pragmatismo del reformista consistía en mantener a las Fuerzas Armadas contentas y al pueblo pisoteado.

Los cubanos están hartos de funcionarios leales a Fidel y al sistema. Estos tiempos demandan políticos leales a Cuba. Si el régimen hubiese tenido la intención de reformar, Raúl Castro no hubiese puesto pausa a las transformaciones que él mismo inició cuando heredó el poder. No hubiese frenado el crecimiento del sector privado, ni saboteado el deshielo en la era de Obama con su obcecado atrincheramiento ideológico.

El audio de Carlos Lage que circula en Internet pudiera ser un ejercicio de tanteo de la opinión pública. Si, como algunos han insinuado, esta puesta en escena preparada por la Seguridad del Estado busca tomarle el pulso al radicalismo popular, debe quedar claro que buena parte de la sociedad cubana apuesta por la libertad y no por el reformismo.

La dictadura ha tenido tiempo suficiente para cambiar todo lo que debe ser cambiado y promover la transición hacia un gobierno democrático. Sin embargo, ha elegido castigar a un pueblo por haber tomado el camino legítimo de la protesta para denunciar la falta de libertades, la indignante pobreza en que vive, la escasez hasta de lo indispensable, el colapso del sistema de salud que tantas vidas ha costado, la necedad de dirigentes que se arrogan el derecho de hablar por todos desde su realidad de barrigas llenas, casonas confortables, vehículos importados y clínicas exclusivas que en nada se parecen a los hospitales mugrientos donde son atendidos los simples mortales olvidados por la revolución.

El castrismo se ha empecinado en reprimir, pero eso tiene su precio. Lo más seguro es que hoy se estén produciendo nuevas y apresuradas reparticiones de poder para asegurar algo de cohesión entre las distintas facciones políticas que, bien pagadas, aceptarán que el pueblo de Cuba siga sufriendo privaciones para que los generales y sus familias vivan como sultanes.

La rehabilitación de Carlos Lage o cualquier otro defenestrado en la era de Fidel Castro no pondrá fin a un mal que debe ser arrancado de raíz. La apuesta más atrevida de estos “rescatados” consistiría en adaptar la economía cubana a un molde vietnamita o chino, dejando intacto el sistema político.

Los manifestantes del 11 de julio que hoy cumplen condenas desproporcionadas son el resultado de la crueldad y la corrupción de un poder judicial subordinado al Partido Comunista, que viola constantemente los derechos ciudadanos. Tales abusos no desaparecerán con “reformas económicas profundas”, ni con el levantamiento del embargo.

Los cubanos no quieren un viejo más para seguir dejando al país empantanado en lo que pudo haber sido hace veinte años. Ya es tarde, la nación agoniza y las nuevas generaciones exigen la única solución viable y permanente: libertad.

Share:

0 comments:

Publicar un comentario