Por Iván García.
El régimen castrista mueve fichas. El lunes 22 de noviembre las autoridades nicaragüenses establecieron “el libre visado para todos los ciudadanos cubanos que deseen ingresar al país”. La dictadura mixta de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo dicen que su decisión responde a “la cantidad de solicitudes de hermanos ciudadanos cubanos con familiares en Nicaragua” y tiene “el fin de promover el intercambio comercial, el turismo y la relación familiar humanitaria”.
Sin palabras. Los regímenes de La Habana, Caracas y Managua se sienten amenazados. Y se defienden atacando. Las duras medidas implementadas por la administración Trump a la terna dictatorial de América Latina han provocado, con más o menos intensidad, agudas crisis económicas, políticas y sociales en las tres naciones.
La Venezuela del déspota Nicolás Maduro ha visto decrecer su PIB en un 80%. Los venezolanos necesitan una bolsa repleta de bolívares para comprar un cartón de huevos o una pierna de cerdo. El embargo petrolero y la terrible ineficiencia del gobierno chavista son una, entre otras muchas causas, para que cinco millones de venezolanos, otrora un país receptor de inmigrantes, emigren de su patria. La economía ha tenido que dolarizarse. Y la pobreza, corrupción y desigualdad social se han disparados. El 70 por ciento de la población venezolana vive en el umbral de la pobreza.
Nicaragua es un Estado fallido. El Frente Sandinista apartó del poder al tirano Anastasio Somoza el 17 de julio de 1979. La ilusión de los nicaragüenses era fundar una nación católica y democrática con oportunidades para todos sus ciudadanos. Pero el binomio de Ortega y Murillo, dos personajes que parecen sacados de un filme de brujas, superaron con creces a la dictadura somocista.
Montaron unas elecciones presidenciales en noviembre de 2021 que fue un chiste de mal gusto. Todos los candidatos que podrían superar a Ortega fueron conducidos a prisión a punta de pistola o se vieron obligados a irse del país. Su hermano Humberto Ortega, la poetisa Gioconda Belli y el escritor y compañero de armas Sergio Ramírez, entre otros, los convirtió en perseguidos políticos. Ortega es un sicópata de libro. Un tipo despreciable. Se sospecha que acosó sexualmente a su hijastra.
Completa el cuadro la Cuba de Miguel Díaz-Canel. El régimen ha sobrevivido gracias a la eficacia de sus operadores políticos que han diseñado un relato de justicia social y otras tonterías que jamás cumplen. El sostén principal de la autocracia es la Seguridad del Estado, su guardia pretoriana, una organización con miles de agentes y chivatos que goza de un poder absoluto.
Pero el arma migratoria Fidel Castro la supo utilizar como ningún otro dictador comunista. Cuando el descontento social aumentaba, abría las fronteras para que miles de cubanos se marcharan. No sin antes humillarlos obligándolos a realizar trabajos forzados, recibiendo escupitajos, huevazos y ofensas en actos de repudio legitimados por el gobierno. A los emigrantes Castro los llamó ‘escoria’ y ‘gusanos’.
Cuando el comunismo soviético dijo adiós en 1991, principal sostén de su dictadura, Fidel Castro diseñó un nuevo modelo. Empresas militares comenzaron a recaudar los miles de millones dólares de remesas para invertir en negocios que favorecieran a la élite gobernante. El plan maestro de Raúl Castro, cuando su hermano le transfirió a dedo el poder, pasaba por reactivar la economía y legitimar el poder negociando un acuerdo con Estados Unidos, el antiguo enemigo de la Guerra Fría.
La negociación se hizo, con el apoyo de Obama. Pero el miedo del régimen a perder parcelas de poder los llevó a tirar del freno de mano. Por prejuicios raciales, quizás por envidia (Obama era más popular entre los cubanos de a pie que los hermanos Castro) o porque embriagados de ego se creyeron que merecían un trato de alfombra roja.
Sacaron mal sus cuentas. Pensaron que Hillary Clinton ganaría las elecciones de 2016. Y que por extensión, seguiría la misma estrategia de Obama. Un video clandestino que circuló durante la etapa de distención, un presuntuoso Díaz-Canel, sabiendo que sería el próximo presidente, en un encuentro con funcionarios políticos decía que «Cuba no tenía que dar nada a cambio a Estados Unidos».
La soberbia y estupidez les jugó una mala pasada. Daban por hecho que cualquier dirigente demócrata en la Casa Blanca iba a sostener negociaciones ventajosas para el régimen de la Isla. Se equivocaron con Biden. Además de una vuelta de tuerca de las sanciones de Estados Unidos contra el régimen y una crisis económica que no toca fondo, llegó el virus chino junto con una errada implementación monetaria que ha generado una inflación galopante.
Fue la tormenta perfecta. Las arcas públicas están en cero. Y el creciente descontento popular quedó patente el 11 de julio, cuando miles de cubanos se tiraron a la calle a reclamar libertad y democracia.
Biden no ha reaccionado a las decenas de misivas y ruegos a dialogar del régimen. ¿Qué cartas tiene la dictadura en sus manos para forzar una negociación? La emigración descontrolada, desde luego. También, aprovechan el contexto internacional: que la Casa Blanca está enfocada en Rusia, que ha desplegado en la zona fronteriza con Ucrania una fuerza militar impresionante; que el dictador bielorruso, Lukashenko, probablemente azuzado por Putin, empujó a miles de inmigrantes hacia la frontera polaca, creando una crisis con la Unión Europea; o que Beijing, cada vez más agresiva en el Mar de China, amenaza con invadir a Taiwán.
El régimen cubano siempre utilizó el arma migratoria contra Estados Unidos cuando presidentes demócratas ocuparon la Casa Blanca. En Camarioca, Mariel, 1994 o la última en 2015. Permitir viajar sin visado a Nicaragua es abrir la talanquera para miles cubanos deseosos de emigrar. La opción de Rusia o Serbia, a donde también se puede viajar sin visa, es más cara y mucho más complicada para encontrar residencia en algún país de la UE.
Además, el destino de Estados Unidos es la opción favorita para los potenciales inmigrantes cubanos. La estrategia tiene más a favor que en contra, según su percepción. Si la Casa Blanca los acusa de instigar la crisis migratoria, las autoridades castristas cínicamente dirán que cumplen con los preceptos de la Declaración Universal de Derechos Humanos de no restringir el libre derecho de viajar a sus ciudadanos.
Probablemente lo negativo sería que le pueden crear una crisis de inmigrantes en la frontera sur de Estados Unidos a su aliado, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. La jugada es brindarle a los futuros manifestantes callejeros, jóvenes en su mayoría, una opción migratoria como puerta de salida del manicomio local.
La dictadura desenfunda una estrategia gastada. Pero que les ha funcionado. No creo que les importe el número de muertos en su intento por llegar a Estados Unidos. Lo verían como daños colaterales. Como hasta ahora han visto a los miles de cubanos muertos en el mar, en selvas y ríos o a manos de traficantes de personas.
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