lunes, 29 de noviembre de 2021

De Ramonet al camarada Manú: peregrinos políticos en Cuba.

Por Víctor Manuel Domínguez.

El eurodiputado Manuel Pineda junto a Raúl Castro y Bruno Rodríguez.

Los peregrinos políticos que visitan Cuba para ejercer su militancia sexual, el idealismo etílico o la pasión gourmet que no practican en sus países de origen, tienen en la Isla un destino caro. Los altos costos no radican en pasajes de avión, hospedaje en hoteles ni alquileres de autos, sino en las actitudes abyectas en apoyo al régimen que les da esas y otras prebendas durante su estancia en el país.

Da igual si pasan por comunistas, gurús de la izquierda caviar o por intelectuales pogre; no importa si son afiliados a movimientos anticapitalistas, contra la globalización neoliberal o en defensa de la humanidad -cotos de caza para expertos en el arte de engañar-, estos vividores hablan y aplauden a la izquierda, pero viven a la derecha en  el escenario político internacional.

De ahí que no sea extraño para ningún cubano que alguien como Ignacio Ramonet imparta en Cuba conferencias apocalípticas contra la hegemonía informativa del poder mientras apoya el monopolio del Estado cubano sobre los medios de información nacional y las leyes que criminalizan el uso de Internet en el país.

Tampoco es sorpresa para nadie que otro habitual como Frei Betto deguste un timbal de cerdo mamón ahogado con su chicharrón y piña acaramelada, y de postre un volcán de guayaba sobre crema de queso y sopa de mango” en  los salones del capitalino Hotel Iberostar Grand Packard, donde, además de comer gratis y bien,  imparte el conversatorio “Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional” en un país cuya población, por causa de  la escasez, está obligada a consumir tripas de res y gallinas decrépitas.

Imposturas y burdas hipocresías como estas, o de superior nivel en el plano político e intelectual, serían cometidas por decenas de peregrinos que desde Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir en los años 60, hasta Miguel Bonasso y Belén Gopegui en los primeros tres lustros de los 2000, llenaran de falsas lentejuelas triunfales el improvisado escenario ideológico del país.

La recién finalizada visita a La Habana y Matanzas del eurodiputado Manuel Pineda (Manú) es una muestra de continuidad en la engrasada maquinaria propagandística de la Revolución. Esto ya no hace efecto en la ciudadanía del país, pero tiende a confundir a unos y desmovilizar a otros que, más que creer, temen a la represión física y moral generada desde el poder.

Que al hidalgo caballerete español no le haya crecido la nariz de tanto mentir sobre lo “visto” en Cuba tiene una lógica explicación: a ellos se les hinchan los bolsillos, el vientre y los cachetes si cumplen su misión. Y Manú fue un portento a la hora de manipular, omitir y tergiversar la realidad. Dijo este haber encontrado un pueblo bien comandado, alegre, unido y satisfecho en torno al liderazgo del país. Ello denota la sordera política y la ceguera ideológica de la que hacen gala estos especímenes ante los medios de información. Decir esto en medio de las carpas del circo político montadas por el régimen en parques y plazas para impedir una Marcha Cívica por el Cambio muestra un claro cinismo alineado al poder.

Hechas estas y otras declaraciones absurdas y manipuladas sobre la realidad cubana, el camarada Manú seguirá cumpliendo su misión de agente de influencia del régimen cubano en Bruselas y Madrid. Pero muy poco podrá hacer para ocultar los harapos de un Estado fallido que pretende vestirse de señor. Son tantas las heridas abiertas que sólo los cubanos las sanarán.

Recabar el apoyo “moral” de individuos comprados a los que poco interesa la suerte de sus propios países, más que solidaridad, demuestra temor y desesperación. La suerte está echada para el régimen. No existe discurso de peregrino político que lo pueda salvar. Ya comenzó el principio del fin.

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