Por Iván García.
Es una auténtica estampida. Pregúntenle a Sergio, 52 años, ingeniero en telecomunicaciones, a Sheila, ex propietaria de un hostal o a Ricardo, entrenador deportivo, sus motivos para emigrar de la Isla y obtendrá la misma respuesta: “Esto (la situación del país) no hay quien lo aguante”.
Una respuesta que recoge el sentir de casi todas las personas que madrugan en un parque cerca de la Embajada de México, en la barriada de Miramar, al oeste de La Habana. Como el ingeniero Sergio, quien antes de contar su historia, busca en su mochila negra un termo de café. En un vaso desechable se sirve un poco. Luego prende un cigarro, exhala el humo y dice:
“Mis dos hijos están desesperados. El mayor estudia en la universidad. Un día sí y otro también me repiten sus deseos de emigrar. Tenemos parientes en Estados Unidos, pero al no ser padre, madre o hermanos no clasifican para el programa de reunificación familiar. Probamos por el programa de lotería internacional que otorga 50 mil visas a Estados Unidos. Pero no tuvimos suerte. Soy un profesional, pero mi salario no alcanza para reparar la casa, comprar un televisor nuevo ni zapatos a mis hijos. He desperdiciado mi vida en Cuba, engañado con las falsas promesas de un futuro luminoso. No soy tonto. A mi edad, cuando emigre, quizás tenga que trabajar lavando platos o en la construcción. No me importa. Creo que mis hijos se merecen la oportunidad de demostrar su talento y un futuro mejor. Nunca me arrepentiré del paso que voy a dar”.
Sergio confiesa que vendió la casa que heredó de sus abuelos. “La vendí en 40 mil dólares. Probablemente valía el doble, pero necesitaba con premura el dinero para volar. Pienso que es la última oportunidad”. El plan es simple. Llegar a la frontera sur de Estados Unidos y pedir asilo o un parole humanitario. Aunque vender sus propiedades parezca una estrategia errónea, los futuros inmigrantes cubanos actúan de acuerdo al modo de operar del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Sheila, vendió en 75 mil dólares su hostal de ocho habitaciones que rentaba a turistas en Trinidad, provincia Sancti Spíritus, a más de 300 kilómetros al sureste de La Habana. De antemano ella sabía que “desde hace dos semanas las autoridades fronterizas de Estados Unidos, en algunos puntos de entrada, están otorgando el parole a los cubanos”.
La información corre de boca en boca por toda la isla. En las redes sociales, los que han tenido la suerte que le otorguen un documento de libertad después de una retención temporal, cuentan al detalle el día y lugar por donde intentar el acceso a Estados Unidos.
Sergio explica que “es tan pormenorizada la información que te describen hasta el turno de guardia que es más abordable. Claro, también circulan rumores y fake news. La gente en la calle está diciendo que como el director de Seguridad Nacional en Estados Unidos es de origen cubano ahora hay una política de puertas abiertas para nosotros”.
Ricardo, entrenador deportivo, asegura que ha viajado a México en múltiples ocasiones. “Me dedicaba al negocio de importar pacotillas y teléfonos móviles. Pero la cosa está durísima. Mi esposa está embarazada. No quiero que mi hijo nazca en un país donde sus dirigentes mienten todo el tiempo y la gente tiene que hacer cola para poder comer. Vendí la casa, mi moto y reuní la mayor cantidad de dinero posible. Si no le dan visa a mi esposa, me voy primero y después la reclamo. O probamos por otro país. Si no puedo entrar a la yuma de forma legal, lo hago por la izquierda (ilegal)”.
La información titulada «Parole humanitario para cubanos es una medida de emergencia en la frontera, no un cambio de política», del periodista Wilfredo Cancio Isla, publicada el 29 de marzo en CiberCuba, de inmediato empezó a ser compartida en sus celulares, como si fuera pan recién salido del horno, por quienes en la isla tienen planes de emigrar. Pero la noticia pronto fue tergiversada.
En la cola para comprar salchichas en un mercado del municipio Diez de Octubre, una mujer le decía a otra: “Ya leíste la ultima. Dicen que por El Paso, Texas, las autoridades migratorias de Estados Unidos están dando visas humanitarias” (la información aclara que es un parole humanitario por las comunidades texanas Uvalde, Del Río y Eagle Pass). Enseguida, varios de la cola se apiñaron entorno a la mujer, en busca de más detalles. “La semana que viene vendo mi apartamento y me voy tumbando, antes que los yuma cambien de idea”, dijo un joven. Una señora añadió: “Eso es lo que tienen que hacer los americanos. Darle visa a todos los cubanos pa’que tu vea que estos descarados (el gobierno) se quedan solos. Hasta yo que tengo 70 años me voy echando. El último que se vaya que apague el Morro”.
En las agencias de venta de pasajes aéreos y en las embajadas caribeñas y latinoamericanas en La Habana ha aumentado el número de solicitantes de visas. “Donde más gente hay es en la de Panamá y México. Entre dos y tres mil personas, diariamente hacen cola para largarse de cualquier forma”, afirma un custodio de la Embajada de Panama.
Hasta 7 mil dólares se está pagando por un billete aéreo a Nicaragua, donde no se necesita visa. Aunque las autoridades cubanas culpan a Estados Unidos de la nueva ola migratoria, el pistoletazo de salida fue una maniobra del régimen en componendas con sus aliados de Nicaragua y Venezuela. Después que la dictadura de Daniel Ortega eliminara el visado para los cubanos que viajan a Nicaragua, una muchedumbre se concentró en las oficinas de reservación.
Un boleto que habitualmente costaba 500 dólares, la línea aérea venezolana Conviasa empezó a venderlo en dos mil dólares. Algunas embajadas, como Panamá, Costa Rica y Colombia, intentando frenar la avalancha de cubanos, comenzaron a exigir visas de tránsito, lo que generó sonadas protestas en las afueras de la embajada panameña ubicada en 5ta. Avenida y Calle 24, Miramar.
Según estadísticas de las autoridades de inmigración en Estados Unidos, en los primeros cinco meses del año fiscal 2022, 47,431 cubanos entraron al país. 46,752 lo hicieron por la frontera sur. En el mes de febrero fueron 16,550. La patrulla fronteriza reveló que 1,500 cubanos lo intentaron el lunes 28 de marzo. Los recuentos indican que en marzo se rompan todos los récords de entrada de cubanos. De mantenerse esas cifras, al terminar el año más de 100 mil cubanos se habrían marchado solo para Estados Unidos.
Esta ola migratoria, a diferencia de otras como la del Mariel o Camarioca, que duró unos pocos meses, se extiende en el tiempo. Comenzó en el invierno de 2015, con una estampida de cubanos que viajaban a Ecuador -en esa fecha no se necesitaba visa- y desde la nación andina, emprendían un maratón terrestre, cruzando buena parte de Centroamérica hasta llegar a México, donde solicitaban asilo en la frontera de Estados Unidos.
Se calcula que entre 2015 y 2016 por esa vía habrían emigrado alrededor de 70 mil cubanos. A pesar de los acuerdos migratorios con Estados Unidos que religiosamente otorgaba 20 mil visas por reunificación familiar y del restablecimiento de relaciones diplomáticas en diciembre de 2014, los cubanos seguían optando por irse de su país.
El éxodo nunca se detuvo. Solo se vio interrumpido en los dos últimos años debido al cierre de fronteras por la pandemia. Es la ola migratoria más extensa desde 1959. El régimen los clasifica como inmigrantes económicos. Los que se van culpan al gobierno de sus vidas precarias, represión, falta de libertades y de futuro para ellos y sus hijos.
Si la situación económica, política y social no mejora a corto plazo en Cuba, el éxodo aumentará. Los cubanos ya no aguantan más.
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