jueves, 30 de junio de 2022

Apagones en Cuba: No hay solución definitiva a la vista.

Tomado de CubaNet.

La falta de mantenimiento de las termoeléctricas cubanas ha provocado una nueva oleada de apagones masivos en la Isla.

Carmen, mujer anciana que padece una enfermedad respiratoria crónica y que tiene que estar conectada a un aparato de ventilación durante las crisis, teme morir cuando alguna vez coincidan la oscuridad y los ataques inesperados de su dolencia. Cuando quitan la electricidad, lo cual sucede varias veces en el día y durante horas, Carmen piensa en que esos momentos tan tristes y aburridos, pudieran ser los últimos de su vida.

“Es una ruleta. En cuanto veo que se apaga la luz empiezo a temer lo peor. Hasta ahora he podido superar las crisis pero porque no han sido de las grandes. En cuanto tenga una de esas y no haya luz, sé que me voy”, dice Carmen, a la vez que cierra, como cada una de sus frases, con la misma queja: “En este país no hay quien viva”.

Hace unos meses, cuando la hija le envió desde Estados Unidos el aparato de ventilación, pensó que su calvario había terminado después de varios años de hospitalizaciones que nada resolvieron. 

“Nada que no pudiera hacer yo misma en mi casa”, dice la anciana. “Pasaba más trabajo en llegar al Cuerpo de Guardia y que me dijeran lo mismo, que no había medicamentos, que me ingresaran para tirarme en una cama sin ninguna atención. Pensé que con el ventilador ya se terminaría todo pero en este país es una dificultad tras otra”, concluye la anciana.

Aymara, vecina de Carmen, también vive momentos de tensión durante los apagones. Es joven y no padece de ninguna enfermedad por la que deba depender de un aparato conectado a la corriente, pero es la madre de dos niños pequeños a los que tiene que abanicar toda la noche para que no sufran por el calor y las picaduras de mosquitos. Ella vive en Managua, un poblado en las afueras de la capital cubana, donde hay zonas rurales que reportan interrupciones del servicio eléctrico de más de 10 horas.

“En esta parte de aquí han quitado la luz más de 10 horas seguidas”, afirma Aymara. “Por las noches es infernal porque todo es monte y el mosquito te levanta en peso. Para que los niños se duerman tengo que poner el catre en el portal para que corra algo de aire y, además, abanicarlos (…). Con estos calores si les pongo el mosquitero se me ahogan y si los dejo en el cuarto, igual. Entre mi marido y yo nos turnamos, y aun así amanecen llenitos de ronchas, la carita, las manos, empapados de sudor, y nosotros peor, con unas ojeras que nos llegan al piso”.

Pero aun siendo horrible la situación de los niños, para Aymara lo peor durante la falta de electricidad es la posibilidad de que los alimentos en el refrigerador se echen a perder, después de las dificultades que han debido superar para conseguir la poca comida que guardan, fundamentalmente para los niños.

“Los otros días fueron 17 horas seguidas sin luz; toda la comida que tenía hecha  desde el día anterior se pudrió. Aquí se cocina con electricidad. Mis hijos son chiquitos, yo no les puedo dar comida en mal estado. Aquí hay gente que ha perdido carne, pollo, paquetes de picadillo, con lo caro que vale todo eso, es muy doloroso, y las murumacas que hay que hacer para conseguirlos por ahí, el dineral que cuesta comer y encontrar comida. Ya de por sí a veces (los alimentos) llegan faltos de frío a las tiendas, y de contra meten el apagón como para que te jodas completo. Tal parece que lo hicieran adrede, no sé, porque mira que aquí se bota dinero en banderitas, pulovitos (camisetas), barriguitas llenas y reuniones con aire acondicionado”, denuncia Aymara.

Donde menos los sufren los llaman “apagones”, pero allá donde más se han ensañado, lejos del centro de La Habana, hay quienes les dicen “alumbrones”, recordando aquellas oscuridades casi perpetuas de los años 90, cuando la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este causó la peor crisis económica que hemos vivido en Cuba, con efectos nocivos semejantes a los que sufrimos en la actualidad, cuando escasean los alimentos, el combustible, las medicinas y, para muchos, sobre todo jóvenes, las razones para permanecer en un país donde al parecer la miseria, además de generalizada, tiende a ser endémica.

¿A dónde fue a parar el crédito ruso?

“Los cubanos tememos al hambre aunque, a veces, con mejor o peor fortuna, sabemos cómo escapar a eso”, dice Enrique, un joven estudiante universitario que asegura “no aguantar más”.

“Se vive en un constante sofocón, metiendo el cuerpo por los recovecos del mercado negro, que todo el mundo sabe está conectado con la gigantesca corrupción que sostiene a la empresa estatal socialista, y esta al Gobierno que es como un saco sin fondo. Traga y traga dinero y recursos de todos lados y no vemos que se avance en ningún sentido. Solo para peor”, protesta el joven, a la vez que cuestiona el destino de los créditos que alguna vez el régimen cubano recibiera de Rusia para la modernización de varias termoeléctricas.

“A los apagones les tenemos una mezcla de pánico y odio precisamente porque muy poco podemos hacer para escapar a ellos, con todo lo malo que traen consigo y que no se reduce a la oscuridad, el calor, las picaduras de mosquitos o el aburrimiento (…). Nunca vamos a estar libres de los apagones. ¿Desde cuándo están con el cuento de las reparaciones de las termoeléctricas? Yo era un niño cuando ya me hacían ese cuento para dormir. ¿Dónde está el dinero que supuestamente dieron los rusos para construir termoeléctricas? Nadie habla de eso. Dicen que es el bloqueo, que necesitan no sé cuántos miles de dólares. ¿Y el dinero de los rusos qué?”, vuelve a cuestionar Enrique.

De acuerdo con una información de la agencia de prensa rusa RIA Novosti, divulgada incluso en varios medios periodísticos del régimen cubano, en octubre de 2015 el Ministerio de Hacienda ruso otorgó a Cuba un crédito por 1 200 millones de euros, específicamente para la “construcción de los bloques de energía en dos centrales termoeléctricas, para un total de cuatro unidades de generación, cada una con capacidad para 200 MW. 

Además de esa cifra, de acuerdo con la misma fuente informativa, el Consejo de Ministros del país eurasiático aprobó la concesión de otros 100 millones de dólares para la modernización y ampliación de la planta metalúrgica Antillana de Acero, más otras cantidades millonarias igualmente destinadas al desarrollo industrial. No obstante, nada se ha dicho hasta la fecha sobre la concreción de los préstamos y sus resultados, aunque un reciente aplazamiento de la deuda hace pensar que se hicieron efectivos.

De acuerdo con una fuente vinculada al Ministerio de Energía y Minas (MINEM), y que accedió a ofrecer declaraciones a CubaNet bajo condiciones de anonimato, se supo que, además de los 1 200 millones otorgados en aquella ocasión, anterior a esa fecha hubo al menos dos acuerdos más de financiamiento ruso entre los años 2009 y 2015, con montos similares, aunque en ningún momento se tradujeron en mejorías significativas en los sistemas de generación eléctrica, los que, de acuerdo con la pauta informativa reiterada por la prensa oficialista se enfrentan a la obsolescencia, con tecnología que supera los 25 años de explotación.

“Escucho decir que se trata de tecnología muy vieja, eso es cierto, pero no se cuestiona lo que se hizo con el financiamiento ruso, que son más de 3 000 millones de euros, posiblemente el doble de eso, en menos de 15 años (…). Puedo asegurar que no es dinero invertido en los mantenimientos, quien lo diga está mintiendo. Ese dinero aquí (MINEM) nadie lo ha visto. Nada se ha dicho de eso (…), las patanas turcas son parte de otros acuerdos más recientes y con créditos pactados con Turquía”, asegura la fuente consultada.

Según este funcionario del MINEM, son seis las centrales flotantes suministradas por la compañía turca Karen entre mediados de 2021 y abril de 2022, como parte de un acuerdo firmado con una extensión de pagos, con intereses mínimos, hasta el 2028, más la posibilidad de establecer prórrogas hasta 2030. Sin embargo, el arrendamiento de estos equipos supone un gasto sobre los 1 500 millones de dólares al año, a pesar de que la capacidad generadora de estas plantas (15 MW/h) no satisface la actual demanda de energía (sobre los 3 300 a 3 500 MW/h), algo que ha desatado numerosas críticas, la mayoría como reproche a que tanto dinero no se haya invertido en la renovación tecnológica necesaria para acabar de una vez con los apagones.

Cuba cuenta con un potencial industrial de más de 6 500 MW/h, pero su capacidad real de generación es de apenas la mitad (sobre los 2 600 MW/h). Actualmente dispone de ocho termoeléctricas para un total de 20 bloques generadores, la mayoría con tecnología de la era soviética, y de los cuales cerca de una decena se encuentra actualmente fuera de servicio o funcionando al mínimo de la capacidad. A esta crisis se suman las numerosas averías en los sistemas de distribución, principalmente por déficit de transformadores, a pesar de que la mayoría son de producción nacional con componentes importados de China y Rusia.

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