sábado, 7 de octubre de 2023

Calle Monte: lo que fue y no es…

Por Jorge Luis González Suárez.

La  Calzada de Monte fue una de las dos primeras avenidas de ese tipo que tuvo La Habana en la época colonial. Su nombre obedeció a que era la salida hacia el campo de la ciudad intramuros. Su nombre oficial actual es Máximo Gómez, pero todos la siguen identificando como Monte. 

Esta arteria habanera destacó en su momento por sus muchos comercios (pequeños, medianos y algunos grandes), a donde acudía la población más humilde debido a sus precios económicos.

Recuerdo que, hasta mediados de la década de los sesenta, en las primeras tres cuadras de Monte había bares, cafeterías, cines, panaderías, bodegas, peleterìas, tiendas de ropa y otros artículos, una ferretería, una farmacia, un tostadero de café, un estudio fotográfico, una joyería, la Casa Mimbre y la clínica San Juan Bosco, donde nací. Más adelante había mueblerías, almacenes, hoteles, La Casa de las Liquidaciones y negocios pequeños de toda índole.

El tramo de mayor importancia, desde Cuatro Caminos hasta la calle Egido, contaba con las tiendas mas grandes: El Cadete, La Casa Fraga, el Ten Cent de la cadena Woolworth y La Isla de Cuba.

Transité por Monte hace pocos días desde uno de sus extremos, La Esquina de Tejas, hasta el final (unos tres kilómetros) y contemplé con horror el desastre que es hoy. De todos aquellos comercios que existían, no queda ninguno que funcione. Los edificios que los acogieron están en ruinas, cerrados por peligro de derrumbe o fueron demolidos, como la casa de vecindad en Monte, entre Arroyo y Belascoaín, en la cual vivió el escritor Guillermo Cabrera Infante durante sus primeros tiempos en La Habana.

De todos aquellos comercios que hubo en la calle Monte, solamente uno está restaurado, el famoso Mercado Único o Plaza de los Cuatro Caminos, que cumple ahora la función de tienda en MLC y agromercado.

Ahora lo que más se ve en Monte son chinchales y timbiriches de cuentapropistas y muchas personas sin licencia que venden objetos inexistentes en las tiendas en MLC. Hay, además, pequeñísimas cafeterías, donde ofertan confituras, refrescos, cervezas, cigarros y refrigerios que venden a elevados precios. Están los puntos dedicados a la venta de ropa, zapatos, artìculos de ferretería y mercancìas variadas, que son traídos del exterior por las llamadas “mulas” para revenderlos a precios de infarto.

Los vendedores que carecen de permiso se colocan en los portales, las escaleras y las entradas de las ciudadelas mostrando la mercancìa y proponiéndola a los transeúntes, pero siempre atentos y listos a esconderse para evitar las multas o el decomiso por la policía y los inspectores.

Para hallar lo que usted busca, además de ir con mucho dinero, debe caminar y preguntar a cada paso a los que ofrecen algo, para orientarse hacia dónde debe ir o a quién dirigirse. Para que tengan una idea de cómo es ese gran pulguero en que se ha convertido Monte, les diré que había vendedores que ofertaban manzanas a 160 pesos cada una. Pero la sorpresa mayor la obtuve cuando, al pasar por delante de una mujer sentada en la entrada de una cuartería, vi que vendía esparadrapo y bisturíes, insumos médicos que ni siquiera tienen en hospitales y policlínicos.

Los precios de todo lo que venden estos comerciantes callejeros ilegales también es elevadísimo, su procedencia dudosa y sin garantía de calidad. La mayoría de estos vendedores son ancianos (de ambos sexos) sucios y malolentes, que visten con short, pullover y chancletas.

Monte no es la única calle de la capital donde encontramos esta situación. Las principales vías de la ciudad (Diez de Octubre, Galiano, Reina, Belascoaín, etc.) en mayor o menor medida, tienen una imagen similar.

La gran cantidad de mercancía que hay en circulación en las calles habaneras demuestra a las claras que el famoso “bloqueo” del que tanto habla el régimen no parece ser tan férreo como lo pintan.

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