Tomado de outono.net
Marx opuso su utopía comunista a las tesis de Malthus.
El gran formulador de ese mito fue Thomas Malthus con su "Ensayo sobre el principio de la población" (1798), que desencadenó una serie de normas antinatalistas en algunos países europeos a comienzos del siglo XIX. Karl Marx se opuso a las tesis de Malthus sobre la superpoblación, en la creencia de que la tecnología permitiría acabar con la falta de recursos en la que los partidarios de Malthus fundamentaban sus planteamientos. Para Marx ese avance tecnológico sólo sería posible en una sociedad comunista. Pero se equivocó por completo.
La primera dictadura comunista y el hambre utilizada como arma.
La primera dictadura comunista se estableció en Rusia en 1917. El primer dictador comunista fue Lenin, un individuo sin escrúpulos que consideraba que el hambre tenía efectos políticos beneficiosos, bajo la idea de que la desesperación que generaba haría que las masas se sumasen al movimiento marxista. De hecho, antes y después de su ascenso al poder Lenin se opuso a todas las campañas de ayuda a los hambrientos, e incluso se dedicó a difamar a los que participaban en ellas. Además de eso, con su política de requisas, Lenin provocó una gran hambruna en 1921 y 1922, que afectó a unos 27 millones de personas y mató a entre 3 y 5 millones.
Esa hambruna demostraba el fracaso de las recetas económicas marxistas, pero Lenin, con una actitud puramente maquiavélica, se propuso utilizar esa hambruna para acumular más poder y, concretamente, para liquidar a la Iglesia Ortodoxa, presentándola como un chivo expiatorio. A falta de un éxito económico, Lenin desató una ola de terror en la que más de un millón de personas fueron asesinadas por motivos políticos en sólo seis años.
El fracaso de las recetas comunistas y su creencia en la suma cero.
Cabe preguntarse hasta qué punto la primera dictadura comunista (y las siguientes) no vieron un aliciente demográfico para esos crímenes masivos, además de motivaciones políticas. Tengamos en cuenta que en sus primeros años, la dictadura comunista provocó un éxodo rural con su nacionalización de las tierras, éxodo que suministró mucha mano de obra barata a la industria soviética, pero masificó las ciudades con unas condiciones de vida pésimas. Era el final de la utopía marxista sobre el avance tecnológico que acabaría con la temida superpoblación.
En ese momento, el comunismo no sólo evidenció el fracaso de sus recetas económicas, sino también su incapacidad para entender la economía, al consirarla un juego de suma cero, como explica Carlos Rodríguez Braun: "La suma cero es que ninguna persona puede mejorar su condición sin empeorar la de otra persona. Marx cree en la suma cero: el beneficio de los empresarios brota de la explotación de los trabajadores".
El comunismo acabó abrazando las inhumanas tesis malthusianas.
El problema de esta creencia en la suma cero es que implicaba, también, la creencia de que ante el fracaso de los pronósticos marxistas, en la URSS sobraba gente. Lenin mostró su adhesión a las tesis malthusianas antes incluso de que su régimen provocase la citada hambruna de 1921. En 1920 la URSS legalizó el aborto, es decir, el acto de matar a los hijos por nacer. La dictadura comunista necesitaba mano de obra para su proceso de industrialización y eso incluía a las mujeres, y la maternidad no cuadraba en los planes industriales de Lenin.
El desastre demográfico provocado por el comunismo en Rusia.
Con estos fatales ingredientes, el comunismo provocó un desastre demográfico en Rusia, agravado por las purgas masivas provocadas por Stalin. En 1936, en pleno auge del nazismo y con un país en crisis, Stalin decidió ilegalizar el aborto por motivos puramente oportunistas y con la excepción del riesgo para la salud de la madre. El fiscal general de la URSS, Aaron Soltz, lo justificó así: "No tenemos suficiente gente. ¡Tenemos tanto que hacer! ... Necesitamos más y más luchadores, constructores de esta vida. Necesitamos gente". A pesar de la prohibición, y acogiéndose al supuesto legal, en la URSS siguieron perpetrándose cientos de miles de abortos anuales, llegando a más de 500.000 en 1940.
El exterminio de no nacidos en la URSS: hasta 8,5 millones de abortos anuales.
En 1955, tras la muerte de Stalin, el aborto volvió a ser legalizado en la URSS. El año anterior, 1954, ya se había perpetrado 1,9 millones de abortos en el país. La dictadura soviética llegó a su máximo número de abortos en 1965: 8,5 millones. Hasta 1987, la cifra de abortos anuales en la URSS no descendió de los 7 millones. La dictadura soviética exportó esta cultura de la muerte a sus países satélites. Así expuso sus efectos el catedrático de geografía Manuel Ferrer Regales: "Entre 1950 y 1960 el número de abortos había superado al de nacidos en Hungría, Bulgaria, Rumanía, Checoslovaquia, Alemania Oriental, la URSS e incluso Polonia". El mismo autor señaló que en Hungría se llegaron a cometer 135,5 abortos por cada 100 nacidos vivos en 1965; en Rumanía 400,6; en la URSS 275,1.
La China comunista ha llegado a los 23 millones de abortos anuales.
Ese maltusianismo comunista acabó trasladándose a otros continentes. En la China comunista se han llegado a perpetrar 23 millones de abortos al año, muchos de ellos forzados, y de forma paralela a una política obligatoria de un solo hijo que ha acabado siendo derogada debido al grave desequilibrio demográfico provocado por esas políticas antinatalistas en el país. Fue precisamente en China donde el comunismo perpetró el mayor genocidio de la historia, con hasta 82 millones de muertos entre ejecuciones, muertes de presos políticos y hambrunas masivas.
El exterminio de niños por nacer en Vietnam y Cuba.
A su vez, la dictadura comunista de Vietnam ha llegado a tener la mayor tasa de abortos de Asia, con hasta 59,1 por cada 100 embarazos. En Cuba se llegaron a registrar tasas de 73,25 abortos por cada 1.000 mujeres en 1982. Para que nos hagamos una idea, hoy Cuba es el país con mayor tasa de abortos de Iberoamérica y el Caribe, 55 por cada 1.000 mujeres: es 4,7 veces la tasa de aborto de España (11,68). Ésa es una de las causas por las que la población cubana lleva 25 años estancada en los 11 millones de habitantes.
La izquierda ha impulsado ese mismo exterminio de no nacidos en Occidente.
Además, la izquierda ha sido la gran promotora de la legalización del aborto en Occidente, con sus apologistas más fanáticos entre la extrema izquierda. Motivada en buena medida por el mito de la superpoblación, especialmente en la década de 1970, esas políticas antinatalistas están provocando un nuevo desastre demográfico en muchos países occidentales, un desastre que la izquierda pretende solucionar abriendo las fronteras e introduciendo grandes masas de población inmigrante en Europa, poniendo la excusa de que vienen a pagarnos las pensiones, pero provocando grandes problemas de integración y de inseguridad.
La globalización económica y el éxito del capitalismo en Occidente han demostrado la falsedad del mito de la superpoblación, como incluso reconoció The New York Times, un medio nada sospechoso de sostener posiciones conservadoras. Sin embargo, la izquierda sigue obsesionada con ese mito, y eso explica en gran medida sus políticas más inhumanas, especialmente su promoción del aborto y de la eutanasia. Una promoción de la cultura de la muerte en la que, todo hay que decirlo, la izquierda ha logrado captar al llamado centrismo y a una parte de la derecha, que se han doblegado a las tesis antinatalistas de socialistas y comunistas.
La misma izquierda de siempre con sus mismas obsesiones.
Ahora en Occidente la izquierda ya no dispone de dictaduras dispuestas a masacrar a millones de personas, como lo han hecho los comunistas desde 1917, así que optan por tratar de convencer a las mujeres de que sus hijos sobran y es mejor que se deshagan de ellos, incluso demonizando a las familias con más hijos en aras del ecologismo, presionándolas para que aborten. Es la misma izquierda de siempre, con sus mismas obsesiones de siempre, empeñada en liquidar a millones de seres humanos en la infame creencia de que sobran.
0 comments:
Publicar un comentario