Por Carmelo Jordá.
Una ambulancia con palestinos heridos llega al paso de Rafah.
Una de las cosas por las que me gusta tanto Israel es que es un país peculiar, distinto, único. Fíjense si es único que en este mundo hay una cincuentena de Estados en los que los musulmanes son amplia mayoría y sólo hay uno en el que lo son los judíos, por poner un ejemplo.
Esa peculiaridad, ser el único país judío del mundo, debe ser la razón por la que a Israel se le exigen cosas que no se le piden a nadie más en el planeta, por ejemplo que alimente y provea de energía y suministros a sus enemigos: ¿se imaginan que en la Segunda Guerra Mundial se hubiese exigido a los Aliados abrir un corredor humanitario para alimentar a la más que hambrienta Alemania? Sí, ya sé que es otra época, pero tampoco se pide a los ucranianos que respeten los suministros de Rusia y no digamos a Putin, que ha tratado de ahogar a Ucrania de todas las formas posibles, ¡la risa que le entraría al zar rojo ante semejante solicitud!
En fin, que se mire como se mire esa exigencia y esa forma de cargar sobre los hombros de Israel la responsabilidad sobre lo que les pueda pasar a sus enemigos es única, inédita y, si me permiten, tirando a ridícula.
Llegados a este punto, alguien se levantará entre mis lectores y dirá, quizá muy ofendido, que no hay otra forma de llevar suministros a Gaza que a través de Israel, algo que todo el mundo parece dar por sentado olvidando un pequeño detalle… o no tan pequeño: unos 16 kilómetros tiene la frontera sur de la Franja de Gaza y al otro lado no está Israel, sino Egipto.
Una frontera que tiene el famoso paso de Rafah por el que, con la limitación lógica de las armas, Egipto podría darle a los gazatíes todo lo que estos necesitasen, cosa que por cierto generalmente se abstiene de hacer: desde que Hamás tomase por la fuerza el poder en 2006 el estado normal del paso ha sido estar cerrado y no porque lo decidiese Israel, ni mucho menos, sino porque lo decidían los egipcios.
De hecho, es lo que han vuelto hacer el pasado día diez, cuando empezaron los bombardeos israelíes sobre la franja tras el atentando brutal de Hamás y Egipto se apresuró a clausurar la frontera, no porque pudiesen pasar por allí las bombas israelíes, sino porque podían pasar los refugiados palestinos.
Pero refugiados, ni uno. Repito: NI UNO.
Esa buena gente que huye de la guerra y a la que Europa se vio obligada a albergar durante el conflicto en Siria, por ejemplo, se ha dado ahora de bruces con la frontera egipcia. Y nadie ha dicho ni mu, supongo que porque todo el mundo estaba muy ocupado denunciando el "genocidio" de un país al que le acaban de matar 1.400 personas, la gran mayoría civiles, en un atentado salvaje.
Vaya por delante que yo entiendo la postura egipcia: la historia nos enseña que los palestinos no son buenos invitados y quizá por ello los países árabes los han tratado siempre como a escoria: por ejemplo, nunca han dado la nacionalidad a los cientos de miles de refugiados tras la Guerra de Independencia de Israel, país que sí la concede, y plenos derechos jurídicos, sociales y políticos, a unos dos millones de árabes israelíes, miren ustedes por dónde.
Sí, los palestinos han sido la carne de cañón del mundo árabe y ahora lo son del persa, pero también es verdad que ellos han puesto todo de su parte: en Jordania llegaron a desatar una guerra con los jordanos tras intentar asesinar al rey Hussein. Miles de personas murieron en el Septiembre Negro y la OLP tuvo que irse del país. Acabaron en el Líbano, donde estuvieron más que implicados en el inicio, pocos años después, de una guerra civil que duró 15 años y costó más de 120.000 vidas.
Sí, yo entiendo que Egipto no quiera saber nada de los palestinos, pero esa corriente de solidaridad mundial que tantas cosas le reclama a Israel podría pedirle un poquito a un país que es árabe, que se supone que comparte tanto con los gazatíes –de hecho hasta 1967 la Franja era suelo egipcio–, y que con sus cien millones de habitantes creo que sería capaz de asumir unos cientos de miles de refugiados de forma temporal.
Pero no, Egipto se ha olvidado de sus pobres y sufrientes hermanos palestinos y, lo que es mucho más llamativo, el mundo se ha olvidado de pedirle a Egipto una centésima parte de lo que le pide a Israel.
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