Por Colaborador desde Cuba.
El año 1960 representó dentro del proceso de la Revolución Cubana un parteaguas donde los diferentes grupos que componían su heterogénea estructura comenzaban a reclamar espacios para su participación y delinear el alcance del proyecto con la restauración de la Constitución de 1940 y la inserción en la vida democrática de todas las fuerzas políticas, los sectores empresariales y la sociedad en general.
En medio de ese panorama comienza por parte de un sector del liderazgo del Ejército Rebelde un proceso de radicalización que se ponía de manifiesto en cuatro direcciones: enfrentamiento con la política ―en ocasiones errónea― del Gobierno de Estados Unidos de América y la expropiación de sus intereses económicos en Cuba; proximidad con la élite de la militancia del Partido Socialista Popular; en el plano internacional un acercamiento a la URSS y los países de Europa del Este; a la vez que los sectores moderados del propio Movimiento 26 de Julio y la clase política republicana ―la “ortodoxia”, los “auténticos”, el segundo Frente Nacional del Escambray el comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, que habían participado en la insurrección contra Fulgencio Batista― comienzan a ser marginados y desplazados de los círculos de poder. Este proceso, que fue denunciado por sectores diversos de la opinión pública nacional como la “infiltración comunista” estaba emitiendo señales claras del rumbo que tomaba la joven Revolución, y su alcance y grado de radicalización, encabezado por el núcleo duro y más activo del liderazgo del Ejército Rebelde: Fidel Castro Ruz, Ernesto Guevara de la Serna, Raúl Castro Ruz y un sector del Movimiento 26 de Julio que buscaba alianza con viejos cuadros del Partido Socialista Popular como Carlos Rafael Rodríguez, Aníbal Escalante, Joaquín Ordoqui y Lionel Soto para el trabajo político-ideológico, y la transición al socialismo de Estado (recuerden el folleto de Carlos Rafael Rodríguez “La clase obrera y la Revolución”).
El 16 de abril de 1961 en el entierro a las víctimas de los bombardeos a los diferentes aeropuertos militares del país, aprovechando el estado de conmoción de la población, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución Cubana y admitió que su propósito fue desde un principio hacer “una revolución socialista en las propias narices de los Estados Unidos de América”.
En 1961, que marca el año cero de la Revolución Cubana, se comienza a estructurar la transición al “socialismo de Estado” de tipo soviético, marxista-leninista, mediante varios procesos de centralización en lo económico, político y social, así como el desmantelamiento del Estado republicano y el sistema económico. Además, la Isla cae en el área de influencia soviética en medio de la Guerra Fría. Este proceso concluye con la institucionalización del Estado socialista en la carta magna de 1976, con su sistema de economía centralizada y estatal y con el liderazgo del Partido Comunista como fuerza fundamental y rectora de la sociedad. La experiencia del socialismo en Cuba desde el punto de vista estructural, con sus obvias diferencias, es una adecuación para el tercer mundo del “socialismo soviético”, con la sola excepción de su alto componente carismático por el liderazgo de Fidel Castro, concreción del poder diferencial al margen y por encima del Partido.
La Revolución Cubana se tipifica dentro de las turbias y violentas aguas del “socialismo de Estado” y los esquemas de dominación de la ideología “marxista-leninista”, y emprende la llamada construcción del socialismo con una economía altamente estatizada y de planificación central, partido único (el refundado Partido Comunista con los sectores radicales del Ejército Rebelde, el Movimiento 26 de Julio, la militancia estalinista del Partido Socialista Popular y algunos miembros del Directorio Estudiantil Revolucionario leales a la línea del castrismo desde los tiempos de la insurrección.
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