Por Iván García.
La trama policial y fiscal contra la corrupción tiene evidentes tintes políticos. Muchos se hacen una pregunta: ¿Raúl Castro está jugando al duro o se está quitando del camino a sus adversarios políticos y económicos?
Habrá que esperar. Mientras, la novela negra continúa en la isla. Detenciones tras detenciones. Auditorías sorpresivas de la Contraloría de Gladys Bejerano. Y los candados chinos de las celdas se abren para acoger a nuevas camadas de huéspedes.
En su cruzada contra la corrupción y el delito, desde hace un año duermen en literas de tres pisos casi un centenar de funcionarios de todos los rangos. Desde los que miraban en lo más alto de la pirámide, como Alejandro Roca, hasta los enfermeros y doctores émulos del nazismo que maltrataban y mataban a dementes en un hospital siquiátrico.
Ahora mismo, a las puertas del otoño, La Habana no está para tirar cohetes. La oposición se muestra cada día más atrevida y pierde el miedo al golpe y los insultos.
Los servicios especiales saben que cualquier protesta callejera de poca intensidad puede provocar una chispa. Y la sofocan con rudeza. Las alarmas se prenden donde quiera. Palma Soriano, Guantánamo o una plaza habanera donde un grupo de mujeres a gritos pide libertad y cambios políticos.
El temor ante cualquier acontecimiento fuera del programa oficial es palpable. Pase usted por la calle Infanta, esquina Santa Marta, Centro Habana, donde se encuentra la iglesia pentecostal Asamblea de Dios. Desde hace un mes, 61 feligreses decidieron encerrarse y hacer un retiro espiritual.
Y ante la duda y la novedad del suceso, por si acaso, las fuerzas del orden bloquearon las calles aledañas al templo. Cuando vieron que el ‘iluminado’ pastor Braulio Herrera y sus seguidores no eran disidentes de nuevo cuño, cedieron algo.
Ya se puede transitar por las calles colindantes. Pero un gran número de policías y civiles de los servicios especiales merodean el lugar. Además de ciertas tensiones sociales, está el descontento generalizado de la población, cansada del añejo gobierno y su ineficiencia en el orden económico.
Cuba es hoy una lija de fósforos (cerillas). Al menor roce puede incendiarse. Si no ha habido explosiones callejeras de magnitud es porque el mapa político en la isla es un tanto exótico.
Podría decirse que un 15% de la ciudadanía apoya a los hermanos Castro. Otro 15% se afilia a la oposición. Mientras el resto, 70%, es temeroso e indiferente. Simples espectadores.
Para agregar leña al fuego tenemos la batalla campal, sin grandes fanfarrias informativas, desatada por el General Raúl Castro contra la corrupción. El principal enemigo de la revolución, ha dicho. Es una guerra de supervivencia. Y de clanes. El triunfador tendrá el camino libre para diseñar la hoja de ruta política de Cuba en los próximos años.
Si se analiza las movidas de ficha de ese eterno conspirador llamado Raúl Castro se puede deducir que, a pesar de negar supuestas diferencias de criterios con su hermano Fidel, en la práctica ha ido desmantelando, pacientemente, todo el entramado montado por el líder histórico de la revolución durante cinco décadas.
Desde un ministerio extravagante como el de la "Batalla de ideas", las becas en el campo, el uso excesivo de la televisión como método de enseñanza en las escuelas primarias y secundarias y, por supuesto, ha destituido a casi todos los hombres leales a Fidel.
Ha hecho un vasto cambio de muebles. De los fidelistas, sólo quedan tres figuras de peso: Ramiro Valdés Menéndez, 79 años; José Ramón Machado Ventura, 80 años y Esteban Lazo Hernández, 67 años.
Lazo es el clásico corcho. Si acepta las nuevas orientaciones, seguirá de vicepresidente del Consejo de Estado. Es cierto que ni pinta ni da color, pero tiene garantizado sus viajes al extranjero y las comodidades que otorgan pertenecer al Buró Político. No es, por ahora, una amenaza en la cruzada de Castro II.
Con Machado sucede otro tanto. El General quiere tenerlo cerca. El tipo peligroso es Ramiro. Por su historia y las influencias creada en sus años al frente del Ministerio del Interior y jefe de los servicios especiales.
Los golpes contra los empresarios canadienses de origen armenio como Sarkis Yacubian o Cy Tokmakjian pudieran interpretarse como un mensaje de ida y vuelta a Ramiro.
Es un pulso entre cabezones. En mi opinión, Raúl Castro y Ramiro Valdés son los hombres más importantes y con más poder en la Cuba del siglo 21. Hay quienes piensan que la cruzada contra la corrupción es una estrategia de Raúl para destronar a Valdés.
Se me antoja que la venidera Conferencia del Partido, en enero de 2012, será un ajuste de cuenta. Uno de los dos sobra.
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