jueves, 3 de enero de 2013

¿Quién mató al disidente cubano Oswaldo Payá?

Por Carl Gershman.

Con la muerte de Oswaldo Payá, líder clave de la oposición democrática cubana, Cuba ha sufrido lo que la escritora Yoani Sánchez llama 'una pérdida dramática para su presente y una pérdida irremplazable para su futuro'. Las circunstancias en torno a la muerte de Payá el domingo último encendieron una controversia similar a la ocasionada en octubre con la muerte de Laura Pollán, la líder de las aclamadas Damas de Blanco, sólo unas semanas más tarde de haber sido atacada por simpatizantes del gobierno durante una marcha de protesta.

El gobierno cubano dijo que Payá murió en un accidente de tránsito cerca de la ciudad de Bayamo cuando su automóvil se estrelló contra un árbol, produciendo su muerte y la de otro pasajero e hiriendo a otros dos. Pero la hija de Payá, Rosa María Payá, de inmediato cuestionó dicha versión sosteniendo que la familia había recibido información de los sobrevivientes con respecto a que el auto había sido impactado reiteradas veces por otro vehículo. 'Así que pensamos que no fue un accidente', según dijo a CNN en Español. 'Querían herir y terminaron matando a mi padre'. La familia también dijo que Oswaldo Payá había sido objeto de un incidente similar dos semanas atrás en La Habana. En retrospectiva ahora se dan cuenta que el incidente fue una advertencia del régimen.

¿Por qué el gobierno cubano habría de considerar a Payá como una amenaza tal como para querer asesinarlo? Era uno de los opositores más prominentes a la dictadura castrista, un activista católico que fundó el Movimiento Cristiano Liberación en 1988. Se lo conoce por el Proyecto Varela, una petición que impulsó en 2002 que llamaba a elecciones libres y otros derechos. Eso enfureció al gobierno cubano, que respondió a través de la Asamblea Nacional con una enmienda constitucional que convierte como irrevocable al sistema comunista en Cuba. En marzo de 2003 siguió con la 'Primavera Negra', arrestando a los 75 activistas cubanos más prominentes.

Pero el gobierno no arrestó a Payá, debido al reconocimiento internacional que había logrado. El Parlamento Europeo lo premió con su Premio Sakharov por la Libertad de Conciencia en 2002; ese año también fue nominado para el Premio Nobel de la Paz por cientos de parlamentarios en una campaña impulsada por su amigo Vaclav Havel, el presidente de la República Checa. A diferencia de Aung San Suu Kyi de Burma y Liu Xiaobo de China, para quienes Havel también hizo campaña, Payá jamás recibió el Premio Nobel. Pero era un activista del mismo porte – un centrista dentro de la oposición, comprometido con la no violencia y la reconciliación. Payá se oponía al embargo de Estados Unidos hacia Cuba, por lo cual era criticado por varios opositores al régimen castrista.

Si bien otros activistas habían reemplazado a Payá en años recientes en la vanguardia del movimiento democrático cubano, recientemente había provocado al gobierno en dos cuestiones de gran sensibilidad. En mayo, Payá rompió un largo silencio cuando criticó duramente un artículo en una publicación católica que defendía el diálogo del Arzobispo de La Habana, Cardenal Jaime Ortega, con el régimen y atacaba a los críticos al cardenal. Payá acusó a los autores del artículo de buscar crear 'una confrontación artificial entre la oposición y la iglesia', llamándolos 'comisarios políticos' que buscaban 'un voto de confianza para el gobierno de Raúl Castro'.

Payá, la voz católica más prominente del país, cruzó una línea roja al desafiar las relaciones del gobierno con la iglesia, que se habían convertido en pilar de la estrategia de supervivencia del gobierno. También lo hizo en un momento en que el régimen, envalentonado por el silencio del cardenal acerca de las detenciones masivas durante la visita del Papa a Cuba en marzo, no iba a tolerar la crítica.

En la visita a Bayamo con extranjeros – los dos sobrevivientes del choque eran católicos de España y Suecia – cruzó otra línea roja. La ciudad es el centro de un brote de cólera en la parte oriental de Cuba, y para el régimen, la enfermedad no es sólo un problema médico sino también una amenaza económica y política. La filtración de información acerca del brote amenaza los viajes a Cuba y al turismo, principales fuentes de las divisas que el régimen necesita desesperadamente.

La diseminación de la enfermedad desafía la imagen de Cuba como potencia médica y podría aumentar el malestar entre los ciudadanos que consideran que enviar médicos cubanos a Venezuela y otros países perjudica la atención que reciben en la isla. El hecho de que Bayamo haya experimentado disturbios sindicales en los últimos dos años y que haya sido un bastión insurrecto durante la guerra de la independencia cubana contra España y el levantamiento contra Batista despierta aún más la ansiedad del régimen.

En los próximos días, es probable que surjan más datos sobre la muerte de Payá. El testimonio de los dos sobrevivientes será decisivo. Al tiempo que Estados Unidos y otros gobiernos democráticos lamentan la muerte de Payá, resulta esencial que ellos - y la opinión mundial - se mantengan alerta ante los peligros que enfrentan los demócratas en Cuba. Sin solidaridad internacional, es probable que haya más mártires en la lucha por la libertad cubana.
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