Por Juan Juan Almeida.
Se murmulla con reiteración y cierta formalidad sobre los posibles líderes que puedan surgir dentro o fuera de las filas del partido, el gobierno, o del estado cubano.
En época de los egipcios ya existían jeroglíficos para denominar al liderazgo, al líder y al seguidor. Liderazgo, no es suficiente ejercerlo por instinto, o simplemente con carisma, hay que desarrollarlo. Se murmulla con reiteración y cierta formalidad sobre los posibles líderes que puedan surgir dentro o fuera de las filas del partido, el gobierno, o del estado cubano. Faena complicada, o al menos bastante arriesgada, teniendo en cuenta que por más de cincuenta años no ha existido en nuestra isla una plataforma, legal o ilegal, capaz de promover a un adalid que no fuera Fidel Castro como figura impulsora de todo acontecimiento; desde una fiesta de comité, hasta un fusilamiento.
Esto no quiere decir que no haya ciertos funcionarios que posean y se les reconozca su madera de cabecilla. Mi parecer, puede ser controversial. Lázaro Expósito es un candidato importante, pero Santiago de Cuba es una ciudad que corona, o decapita.
El Dr. Eusebio Leal es un hombre interesante; los cubanos le respetan el verbo, y públicamente aboga a favor de la unión, y la familia. Los habaneros, en particular, le admiramos el trabajo que realiza en la restauración de la Habana Vieja; pero objetivamente, es un hombre en franca decadencia intentando conquistar la nada.
Los militares poseen el raro don de sorprender. El general y masón Leopoldo Cintras Frías, y en menor medida Ulises Rosales del Toro, cuentan con la tolerancia de las tropas, y el indecoroso apoyo de aquellos a quienes los cubanos de a pie consideran hombres carentes de ingenio, ambiciosos y deshonestos. Sólo podrán redimirse dentro de un escenario probable pero convulso.
La llamada disidencia no tiene espacio ni sitio en el "autobús del poder". Aclaro, en las circunstancias de hoy. Lamentablemente, el discurso es amargado, gastado y quejumbroso. El pueblo no los reconoce; y los pocos que se conocen, la maquinaria del gobierno se encarga de vilipendiarlos.
Veo más probable el resurgir de figuras tronadas y ancladas en el siglo XX, que como Roberto Robaina, empoderados por la fuerza de la iniciativa privada y/o donaciones europeas, ambicionen reaparecer con banderas y seguidores en el patio central de un convento donde florece el encono y la mezquindad.
Todo es loable; pero me inclino a pensar que de tanto desayunar consignas, y almorzar principios éticos, tenemos saturación. A los que con tanto esfuerzo alucinan con largarse (o resolver), les da realmente lo mismo si en el país gobierna un yoruba, un marciano o un Pérez cualquiera. El diario bregar es tratar de llegar a fin de mes con las necesidades básicas resueltas o casi cubiertas.
Más que un líder, Cuba necesita un Dios, un sonriente mesías, un restaurador de sueños (sin ánimo de parafrasear), llegado de allende. Porque unas veces gentil, y otras muy agresivo, el mar es nuestro vecino; por ahí llegó Martí, Don Tomás Estrada Palma y, un poco más tarde, Fidel.
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