Por Frank Escobar.
En la víspera del Año Nuevo la ostentosa oligarquía castrista se regaló a sí misma una espléndida fiesta al aire libre en La Plaza de la Catedral-150 CUC por persona- con un opíparo banquete sobre los adoquines y la música en vivo a cargo del recién llegado Isaac ” El Cantante Renegado” Delgado. El todopoderoso gestor, Eusebio Leal Spengler, Historiador Oficial, tenía que corresponder a los favores recibidos de Raúl Castro y su junta de generales en el año que terminaba y nadie con mayor experiencia cortesana que él para saber cómo complacerlos.
Largo y pedregoso ha sido el camino recorrido por este “Mefisto cubano” (aludiendo la famosa película de Ishvan Szavo) para llegar hasta aquí. Múltiples los adversarios y oscuros los pronósticos pero Leal, firme y leal en su férreo maquiavelismo superó todos los obstáculos y derrotó a sus fuertes y atrincherados enemigos. No importó que fuesen Comandantes de la Sierra Maestra, toros rabiosos del Partido o vacas sagradas de la Cultura. Su estrategia siempre fue muy clara: adulación sin límites hacia Fidel Castro: llegó al extremo de habilitar un lujoso salón en el Palacio de los Capitanes Generales con el trono traído especialmente desde España para una visita de los Reyes que nunca se realizó y lo reservaba exclusivamente para el uso privado de su Comandante en Jefe, inclusive Fidel Castro pretendió humillar al Rey Juan Carlos en su patética visita a Cuba proponiéndole que lo usara como si se tratara de un inodoro compartido pero Juan Carlos demostró mucho sentido común al negarse, en definitiva él siempre estuvo de acuerdo en ser un “rey sin corona”.
Asi describe el carácter rastrero del Historiador Oficial del Castrismo, desde La Habana, el periodista independiente Jaime Leygonier: “Alma de cortesano, proclamaba: Fidel Castro es mi padre (en la foto, Leal con el tirano mayor), pero al menos dos veces, el dictador lo avergonzó en televisión por adulaciones que le desagradaron. En una de ellas, en la Asamblea Nacional, en los años 90, comparó a Castro con Bolívar quien en Caracas, destruida por un terremoto y espada en mano, hizo callar a un cura que predicaba el castigo divino por la revolución. Castro, disgustadísimo, le dijo: "Ni yo soy Bolívar, ni Cuba es Venezuela destruida por un terremoto".
Todas sus biografías, ampliamente diseminadas en el internet, repiten el mismo lacónico discurso de un párrafo para narrar los misteriosos primeros cuarenta años de su vida. Por supuesto que esa biografía está llena de omisiones y ha sido edulcorada con una retórica mendicante para enmascarar su verdadera historia y servir a la vez como breve adagio de una prepotente descarga narcisista de títulos, condecoraciones y reconocimientos.
Eusebio Leal Spengler o más exactamente Eusebio Spengler Leal nació en un humilde hogar de Centro Habana y es el hijo de un policía y una empleada doméstica. Su padre lo abandonó a muy temprana edad. Recibió toda la educación gratuita que ofrecían los Carmelitas Descalzos de la Iglesia del Carmen, en Infanta y Concordia, donde además trabajaba su madre. Fue monaguillo y un efusivo católico practicante durante su adolescencia hasta que comenzaron las persecuciones religiosas y oportunistamente abandonó a quienes habían sido sus protectores y amigos. Nunca estuvo en la UMAP ni fue castigado por sus prácticas religiosas a pesar que desde muy joven halló su vocación de bufón del palacio episcopal y era un asiduo visitante del Arzobispado y entretenía con sus payasadas al entonces Arzobispo Monseñor Evelio Díaz Cia.
También asistía a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de los jesuitas de la Calle Reina donde conoció a quien sería su verdadero mentor y por quien realmente encontró su vocación de historiador, su relación maestro- discípulo con Emilio Roig es una de las tantas mentiras de su vida. La persona que más lo influenció y con quien más aprendió sobre temas de Historia de Cuba fue Monseñor Fernando Azcárate y Freyre de Andrade. Azcárate era descendiente del alemán Fesser que había instalado las primeras locomotoras en Cuba; era el nieto de Nicolás Azcárate, el patricio reformista de Guanabacoa para quien trabajó José Martí; el sobrino del Mayor General Fernando Freyre de Andrade y el primo del Ministro de Trabajo del gabinete del presidente Ramón Grau San Martin Carlos Azcárate. Se había graduado de Teología en la Universidad Gregoriana, de Derecho en la Universidad de la Habana y de Psicología en la Universidad Católica de Villanueva. Había sido Superior de los Jesuitas en Cuba y Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de la Habana. Monseñor Azcárate fue además quien lo casó por la Iglesia la primera vez. Con la madre de sus dos hijos mayores.
Como generalmente sucede con las personalidades cobardes a quienes azotan sus continuas deslealtades muchos años después, cuando Azcárate, ya retirado y casi olvidado por sus diferencias con el nuevo arzobispo y luego Cardenal Jaime Ortega Alamino, vivía como un simple párroco en la Ermita de Monserrate, Eusebio Leal le mordió la mano. Resulta que José Martí durante su breve estancia en La Habana de entreguerras vivió cerca de la ermita y Carmen Zayas Bazán, su esposa quiso bautizar a su hijo José Ismael allí, lo que al fin se hizo y las Actas Parroquiales de la Ermita de Monserrate conservaban el acta de bautizo con la firma de Martí como padre del niño. Leal se empecinó en llevarse el tomo correspondiente al bautizo para copiarlo y Azcárate se negó porque las Actas Parroquiales no se mueven de las parroquias, aparentemente Leal desistió y se marchó. Pero Azcárate unos días después quiso revisar de nuevo la página y se percató que la habían arrancado, inmediatamente llamó al entonces Jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, José Felipe Carneado. En fin Leal fue amonestado y obligado a devolver la página robada y desde entonces Azcárate no quiso saber más nada de él...
Leal es un mentiroso compulsivo, todavía recuerdo a Leandro Romero con uno de sus libros repetidos – acostumbraba a publicar lo mismo varias veces con ligeras variaciones y diferentes títulos- plagado de rectificaciones. Eusebio Leal no conoció nunca a Emilio Roig de Leuchsenring (foto de la izquierda), (1887-1964), él creó con Roig una especie de relación osmótica empleando a su asistente de toda la vida, Alfredo Zayas Méndez y a su ex secretaria y viuda Maria Benítez. Todo para darle aparente legitimidad al traspaso ficticio del cargo de Historiador Oficial de la Habana. En definitiva la Oficina del Historiador fue creada -como un favor político a Emilio Roig- por el Alcalde de La Habana Miguel Mariano Gómez Arias con sueldo del Ayuntamiento Municipal y desapareció con la muerte de él en 1964. El verdadero historiador de La Habana era Manuel Pérez Beato, editor de “El Curioso Americano” y autor de “El Callejero Habanero” y “La Habana: rectificaciones históricas” (todo un volumen para corregir los errores de Emilio Roig en sus “Apuntes Históricos”) y tenía la oficina en su propia casa.
La Oficina del Historiador la resucitaron oportunistamente veinte años después de muerto Roig para darle apariencia de continuidad a la Alcaldía de La Habana con la recién creada Asamblea Provincial del Poder Popular de Ciudad de la Habana, su presidente, el comandante Oscar Fernández Mel comenzó a ser llamado “Alcalde”, por cierto que “el alcalde” no soportaba a Leal pero por órdenes de Fidel Castro- quien ya había sido cautivado con sus bufonadas rimbombantes- tuvo que tragárselo.
El historiador honorario de la Habana Vieja Ricardo Rey Merodeo que fue amigo personal de Roig y su correligionario político por muchos años me aseguró que Leal y Roig no se conocieron y que conociendo a Roig como lo conocía él jamás hubiera simpatizado con un Leal de veinte años por “calambuco” y “amanerado”. Leandro Romero “El Chino”, que estuvo trabajando con Leal por treinta años me aseguró también que ellos no conocieron personalmente a Emilio Roig. En la Oficina Museo dedicada a Emilio Roig en el Palacio de los Capitanes Generales - que en los ochenta atendía su viuda Maria Benítez- no encontré ninguna fotografía que testificara la amistad de Eusebio Leal con Emilio Roig, ni siquiera una foto de grupo. Nunca quise hacerle esa pregunta a Maria Benítez o a Alfredo Zayas para no comprometerlos y por respeto a ambos.
Con respecto a su título universitario la historia fue la siguiente según sus profesores que también fueron los míos. La Escuela de Historia, por requerimientos políticos, creó un curso especial de trabajadores para titular a Eusebio Leal y con él a todo el equipo que se había designado previamente para trabajar en la Oficina del Historiador y el Museo de la Ciudad. Fue un curso único e intensivo, casi a caballo que según creo se hizo en tres años – el curso regular son cinco-y junto con él se graduaron, su “alter ego” Rayda Mara, su “primo” Leandro Romero, Carlos Fernández (hoy en el exilio) y otros. Ya anteriormente se había utilizado este sistema para otorgar títulos de historiadores a altos oficiales de las FAR. Con la diferencia que ciertos generales como los Hermanos Casas, Arnaldo Ochoa y Leopoldo Cintras recibían las clases en su casa.
Fui testigo presencial de varias de sus notorias chapucerías. La primera fue un 14 de Julio de mediados de los ochenta, tradicionalmente ese día se hacía un acto público frente al Templete (foto), en la Plaza de Armas, con la ejecución de “La Marsellesa” y “La Bayamesa” por la Banda Municipal, Ese día Leal había invitado al embajador de Francia y en su ansiedad por iniciar su recorrido de rutina no se percató que el embajador, siguiendo el protocolo, antes de retirarse, debía saludar personalmente al director de la banda. El Historiador Oficial ignoraba esto y le agarraba el brazo y lo jalaba pensando que su invitado estaba perdido, El embajador, más alto y corpulento que él, y francés, logro zafarse al fin y fue a saludar al director de la banda. Leal permanecía atónito sin comprender nada hasta que se le hizo visible la intención del francés y entonces, ni corto ni perezoso, se lanzó a una carrera veloz para alcanzarlo y asi poder cumplir el también con dicha cortesía pero tuvo mala suerte y tropezó con una “china pelona” levantada en el pavimento y cayó al suelo obligando al embajador a regresar para auxiliarlo.
La segunda anécdota fue más o menos de la misma época, Leal atendía a una delegación de parlamentarios británicos y pretendía hacerles creer que unos cañones empotrados en las inmediaciones del Museo de la Ciudad pertenecían a una batería inglesa de la época de la Toma de La Habana (1762). Pero uno de los legisladores era casualmente un experto en fundiciones británicas y heredero de una vieja familia de fundidores y quiso verificar el cuño de la fundicion, asi que por supuesto se percató del fraude y lo rectificó públicamente. Los cañones eran españoles y más bien habían combatido contra los ingleses.
La tercera fue en 1991, en vísperas de la celebración del Medio Milenio del Descubrimiento – los castristas le llamaban “Encuentro Mutuo”- y también del centenario del gran historiador y polígrafo cubano Jose Maria Chacón y Calvo, conocido como el VI Conde de Casa Bayona. La Familia Chacón gozó de antiguo señorío sobre la villa de Santa Maria del Rosario. Debido a sus largos años como diplomático en España y al celo de su antigua asistente la mayor parte de sus documentos se encontraban en Madrid pero yo había logrado localizar su expediente académico universitario que debido al tiempo transcurrido requería de una restauración. Luego de seguir todo el trámite burocrático pertinente le solicité al Museo de la Ciudad- que era en ese momento el único lugar en Cuba donde se hacían restauraciones de papel-que lo reparara pero me lo negaron. Le insistí personalmente a Leal por intermedio de Diana, su rubia y estilizada secretaria y ella me contestó que Leal había decidido que era imposible porque ellos tenían pocos materiales y muchas prioridades.
En esa época yo estaba haciendo mi servicio social en “La Guía Arquitectónica de la Habana” – una empresa mixta creada por “Ediciones Plaza Vieja” y la Junta de Andalucía con motivo del Medio Milenio- pero me habían asignado temporalmente a Santa Maria del Rosario y estábamos reorganizando alli la documentación del antiguo”Club Rosareno” cuyo presidente había sido Francisco Ichaso, yo estaba a cargo del Gabinete de Investigaciones Históricas de la Guía. El antiguo Club lo habían convertido en una sala de exhibición de videos y la antigua casa de los Condes de Casa Bayona se había transformado en un restaurante. Jose Maria Chacón y Calvo había fallecido solo y casi en la indigencia por los años setenta y lo habían enterrado en su panteón familiar del Cementerio de Colon con su hábito franciscano pues había pertenecido a la Orden Terciaria. Según me contó William Gattorno, que estuvo presente, a su funeral solo asistieron unos pocos ancianos y recordaba al Conde de Lagunillas, tan pobre y abandonado como él y a un grupo de franciscanos. Los aristócratas cubanos que quedaron en la Cuba revolucionaria recibieron todo el resentimiento y la humillación de la “nueva clase castrista” que envidiaba su legitimidad.
En 1991 los empresarios españoles de Felipe González ya estaban haciendo inversiones en Cuba y casualmente había un grupo estudiando los famosos “Baños del Obispo” que estaban localizados en Santa Maria del Rosario y habían creado una corporación cubano española de “Aguas Minerales y Termalismo”, presidida por el Comandante Jesús Montané Oropesa, el ayudante personal de Fidel Castro. Para enmascarar los negocios capitalistas que le reportaban buenas ganancias personales los adláteres castristas usaban la apariencia de proyectos culturales o de conservación medioambiental y en ese campo Eusebio Leal les había brindado grandes servicios, por lo que había una estrecha colaboración entre ellos. En el caso particular de Santa Maria del Rosario el negocio del termalismo estaba muy acelerado por el interés de los inversionistas españoles y no habían tenido suficiente tiempo para fabricar el bodrio cultural previo, por lo tanto estaban atrasados.
Un día me llegó una citación urgente del Ministerio de Cultura – de Lucy Tejeda- porque Montané quería reunirse con todos los grupos culturales que estaban trabajando en el área del Cotorro, término municipal, para crear el “Eco-proyecto cultural comunitario de Santa Maria del Rosario” –todo un “Frankestein” de retórica castrista-.y nuestro equipo también tenía que participar dada la urgencia del Comandante Montané. Se creó el “Grupo de Apoyo al Termalismo” y resultó que los únicos que realmente teníamos algún proyecto cultural desarrollado éramos nosotros -llevábamos seis meses investigando alli- por lo que rápidamente todos los burócratas del Ministerio de Cultura- en esa época Alejandro Rios, “el cineasta” de Miami Dade College era uno de ellos- se adhirieron como larvas a nuestro trabajo.
Al fin llegó el día y me tocó a mí hacer la presentación en un salón de protocolo del Ministerio de Cultura repleto de espectadores, pero conociendo bien la psicología castrista y la ignorancia de sus testaferros comencé mintiendo, dije primero que en España, donde José María Chacón y Calvo había pasado muchos años de su vida y era muy reconocido, ya se había creado una comisión conmemorativa de su centenario presidida por el propio Rey y que la Embajada española se había ofrecido a través del Instituto de Cooperación Iberoamericana a surtir la biblioteca. Montané se sintió empequeñecido frente a sus socios españoles y me interrumpió con un exabrupto, dio un puñetazo en la mesa y dijo que “no podíamos seguir permitiendo que nos siguieran robando nuestras figuras históricas”, no pudo citar el nombre de José María Chacón y Calvo porque se le había olvidado pero continuó refiriéndose retóricamente a él como El Conde y aseguró que personalmente se ocuparía de la restauración de su expediente.
Por supuesto que con las órdenes del “Comandante Montané” Eusebio Leal inmediatamente encontró los materiales y llegó a la exageración de encuadernar el expediente con una cubierta de piel repujada como si fuera un libro de lujo. Cuando lo devolví al Archivo Universitario nadie lo reconocía y sentí pena por el expediente de Ignacio Agramonte que no tenía una cubierta asi, todavía tiene que estar alli y es el único de miles que no tiene cubierta de cartón.
Al final no se hizo nada en Santa Maria del Rosario, excepto habilitar un pequeño local de la vieja casona para biblioteca pública con su nombre y libros donados por editoriales españolas que habían participado en “La Feria del Libro de La Habana”.
Para la apertura si se invitó al viejo intelectual castrista Cintio Vitier que como todo un consagrado “ruiseñor de emperador” elaboró toda una pieza retórica ambigua, una sobria ensalada franciscana con aderezo marxista y un fuerte tufo de teología de la liberación. Vitier sin embargo si había conocido muy bien a José María Chacón y Calvo, quien había sido su mentor y consejero por años antes de la revolución castrista y él había llegado al extremo de nombrar a su segundo hijo –nacido también antes de la revolución- como él.
Jaime Leygonier (foto de la izquierda) se refiere también en su mencionado artículo al conocido extorcionismo ejercido por el Historiador Oficial y su larga lista de personas saqueadas tanto voluntaria como involuntariamente: “Por menos, cayeron personas más poderosas, pero Leal flotaba como corcho, por sus relaciones en el mundo cultural internacional que lo hicieron inamovible en un cargo donde, en tiempo de crisis, hacía malabarismo con donaciones a medio conseguir. Raúl Castro, centralizador, le cercenó parte de su poder económico. Que un hijo de Leal tenga una galería de arte en Europa para vender obras cubanas, recuerda el rumor extendido entre sus empleados, y en el mundo cultural, de que desde sus orígenes Leal visitaba a ancianas solitarias, poseedoras de obras de arte o artesanías lujosas, y encantador las obtenía por testamento o "préstamo para exposición", sin llevarlas a museo alguno. Según referían, en vida, el académico Néstor Baguer (Agente de la Seguridad del Estado) y la poetisa Dulce María Loynaz, ésta escritora fue víctima de uno de esos "préstamos": Una barca egipcia de marfil que Leal le solicitó para una exposición, que nunca expuso y jamás devolvió.”
Despues del arresto de múltiples colaboradores y el confinamiento domiciliario de los más ancianos debido a la galopante corrupción de su empresa con nombre de cacique apócrifo: Habaguanex, el siempre fiel Eusebio Leal salió ileso. Raúl Castro, muy acostumbrado a ”tirarle la toalla” a sus viejos generales corruptos, no solo lo ha confirmado como el amo perpetuo del casco histórico de La Habana sino que además ha permitido que su empresa finalmente se convierta en nacional. Raúl Castro lo designó presidente de un nuevo superministerio que impulsara la restauración del patrimonio histórico y cultural en toda Cuba. Por un decreto raulista, emitido por el Consejo de Estado, se establecía la “Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba”, que incluiría todas las Oficinas del Historiador de las ciudades coloniales de La Habana, Santiago de Cuba, Camagüey, Trinidad y el Valle de los Ingenios, Cienfuegos, Remedios, Sancti Spíritus, Bayamo y Baracoa. Era el establecimiento del nuevo “zar” de la restauración, conservación y explotación turística de todo el patrimonio cultural cubano.
Pero La Habana Vieja es hoy una Habana Muerta y Eusebio Leal es el responsable. Una isla folclórica, acorralada y estéril que ya no conserva la más pálida identidad de la urbe metropolitana que fue hasta el Siglo XIX. La memoria decrépita y apuntalada de una antigua y reconocida metrópoli que ha sido vendida como una puta. La maqueta podrida de una ciudad gloriosa de los Siglos XVII y XVIII a la cual se le ha negado una muerte digna. Hoy las misteriosas mansiones del azúcar y del tabaco son solares enmascarados o se han convertido en instituciones culturales ficticias que el castrismo usa como trampas para atrapar dólares públicos-de la UNESCO o de la Junta de Andalucía por ejemplo- y privados de sus tontos útiles. No obstante y a pesar de la rapiña las tuberías se reventaron, las paredes se enfermaron y las rejas se vencieron. La pintura de sus fachadas desapareció y solo han podido sustituirse con una triste mascarilla de cal barata. El negocio de la restauración de la Habana Vieja siempre ha remitido a cosa turbia, a fraude pestilente. La inocua gestión de Eusebio Leal Spengler, el archiconocido bufón cultural de los Castro ha dejado al desnudo que Habaguanex es una vulgar patente de corso.
El prolongado proceso de erosión ha convertido los edificios pintorescos habaneros de las postales en genuinos monumentos cariados. La prolongada permanencia de los Castro en el poder y su inexorable vocación de Erostratos han condenado la Habana Vieja a la muerte por deterioro y falsificación. Hasta la arquitectura y la urbanización, las más firmes y persistentes manifestaciones de la cultura material pueden ser abatidas y hasta destruidas no por el fuego sino por la abulia, la desidia, el mal gusto y el canibalismo revolucionario.
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