Por Mario Hechavarría Driggs.
La reciente decisión del Consejo de Ministros de la república de Cuba tiene, en primera instancia, un alcance psicológico con clara incidencia política, se trata de acomodarnos a la idea de las cifras que vendrán como precios del comercio minorista, cuando se generalice la moneda única, que será, obviamente, la denominada Nacional, conocida en el argot bancario como CUP.
En la práctica, da lo mismo pagar 500 pesos Moneda Nacional (CUP) por un par de zapatos o 20 Pesos Convertibles (CUC). Los cuentapropistas no objetan cualquiera de estas dos opciones, inclusive aceptan el CUC a 24 y tal vez en el regateo terminen vendiendo el artículo en cuestión por unos pesos menos si se trata de los CUP, con tal de cerrar la tarde con una buena venta.
Imaginemos que un abnegado campesino, “Guajiro” le decimos en La Habana, vendió cuatro cebados puercos y arriba a la capital con veinte mil pesos moneda nacional. Tiene por ahora la obligación de ir a una Casa de Cambio (CADECA) y adquirir Convertibles, obteniendo finalmente 800 de estos últimos billetes, con plena circulación en el país, al igual que los anteriormente señalados.
El señor de referencia, irá a una tienda de las llamadas Recaudadoras de Divisas (TRD) con el objetivo de adquirir ciertos productos, vendidos hasta hoy únicamente en CUC. Otra historia es la de un jubilado que recibe tal vez 250 CUP al mes, equivalentes a unos 10 CUC. Sin embargo, las matemáticas carecen de sentimientos, en ambos casos se trata de un común denominador, lo que para nada altera las cuentas del cuentapropista o de la TRD.
Sin embargo, el efecto Psicológico es real, porque durante muchos años los cubanos estamos acostumbrados a los precios en moneda nacional, rechazando de plano eso de pagar, por ejemplo, 25 mil pesos por un TV plasma, más o menos los mil Pesos Convertibles que cuesta. Las cifras asombran, molestan, te recuerdan lo jodido que estás porque te aplicaron la doble moneda, pagándote el jornal en una en tanto te venden los productos en la otra.
Entonces ahora nos proponen la posibilidad, experimental primero, luego será extendida a todo el país, de pagar los productos y servicios en cualquiera de las dos monedas, como si con ello estuvieran cambiando la realidad económica, cuando se trata de una simple operación matemática en un mundo donde cualquiera tiene a mano una calculadora electrónica.
De hecho se trata de acomodarnos en el plano mental rumbo a lo que vendrá en un futuro cercano. Tendremos una sola moneda, da lo mismo si es el CUP o el CUC, aunque por razones de “prestigio” supongo que será la antigua, llamada Moneda nacional. La diferencia es acostumbrarnos a pensar en cifras elevadas, cosa común en otros países, pero hasta ahora impensable en los marcos de la Revolución.
Al igual que en Venezuela, México o Japón, hablaremos de cientos o miles de pesos por cosas consideradas como de menor cuantía, un paquete de Caramelos, un Peter de Chocolate, un ventilador o una Bicicleta. El tema es ir introduciendo en la mentalidad del cubano la dura realidad de que no hay cambios mágicos, dados por decretos presidenciales. La moneda es una sola hace tiempo, ahora estamos legalizando el asunto.
Sin embargo, antes de plantearles mis consideraciones finales, debo recordar que además del “prestigio” mencionado, hay otros servicios pagados en Moneda Nacional como la electricidad, el gas, el acueducto, los productos normados en la bodega, el pan racionado, etc., que justifican la prioridad de los CUP a la hora de determinar la moneda que definitivamente se quedará reinando.
Cuba está transitando lentamente hacia una economía de mercado limitada, cuyo crecimiento posterior parece indetenible. No hay soluciones de varita o plumazo, de momento nos están “acomodando” para el paso siguiente, que será una sola moneda, sin opciones de rebajar la relación de precios actuales al consumidor o los salarios, porque un decreto estatal no puede cambiar la economía del país. Se trata de amortiguar el efecto Psicológico.
Otra arista del problema es positiva, aunque sus efectos no guardan relación directa con el poder adquisitivo de la población. Se trata de unificar el sistema contable, generando un mecanismo de costos confiable, al utilizar un solo referente, frenando numerosas arbitrariedades que hoy originan conflictos, desfalcos, trampas y demás contradicciones propias de la absurda dualidad monetaria.
Un precio único para cubanos y turistas, una sola obligación al pago en cualquier lugar, cierra las puertas a los inspectores chantajistas, elimina cuentas dobles en lo referido al pago de las mercancías, su posterior elaboración y venta, liquidando ciertas prerrogativas hasta ahora usadas por la burocracia que se ha entronizado en Cuba.
Aplaudo la medida tendiente hacia la unificación monetaria porque termina legalizando lo que es un hecho real, cortando “mecánicas” a los aprovechados que viven del esfuerzo de los trabajadores. Reconozco que aún así es poco, pero se trata de un paso adelante y ojala no vengan pasos atrás como lamentablemente está sucediendo en la actualidad imprevisible de mi país.
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