Por Zoé Valdés.
El 27 de noviembre de 1871, en La Habana, Cuba, Reino de España, fueron fusilados ocho estudiantes de Medicina acusados falsamente de haber arañado la tumba del periodista español Gonzalo Castañón. Aunque la acusación constituyó una infamia, pues nadie pudo comprobar la veracidad de tales actos, los estudiantes, apenas adolescentes que meramente se divertían en el interior del cementerio, fueron enjuiciados con severidad y fusilados a ojos de todos.
De ellos me he acordado cuando he visto el vídeo del artista que ha entrado en el Valle de los Caídos a profanar la tumba del general Francisco Franco, y no de cualquier sargento García. No he sido la única que ha echado mano de la memoria sobre aquel fatídico acontecimiento que enlutó al pueblo cubano, mi amigo Lázaro Veguilla también se ha acordado y lo ha escrito en un comentario en Facebook.
Lázaro Veguilla tiene una historia muy singular y dolorosa, no me dilataré en contarla porque en primer lugar no le he pedido permiso para hacerlo y, en segundo, no tiene que ver con lo sucedido de manera directa; sólo diré que su hermano es una de las víctimas del castrismo, y su cadáver ni siquiera fue entregado a la familia, a su madre, a sus hermanos, cuando murió tras ser recluido en un hospital como si del peor de los apestados se tratara. Ambos, Lázaro y yo, hemos tenido ese sentimiento en retrospectiva cuando hemos visto a este supuesto valiente (me ahoga la carcajada de sólo pensar cómo se autodefinirá este mequetrefe), que no es más que un cobarde aprovechado de las circunstancias para darse publicidad y vender la basura de arte que hace.
Ha pintado encima de la sepultura una paloma roja, roja y no blanca, roja, supongo, por el color del comunismo, de la bandera comunista soviética, la paloma por Picasso, para igualarse en estatura, pobre pendejo, y ha firmado la gran obra con la palabra "Libertad". Así ha firmado quien a mi juicio anda sobrado de libertad y falto de lo que debiera manifestar un hombre libre: verdad, arrojo e inteligencia.
Desde luego, me gustaría ver a este artista de la performance libre haciendo lo mismo en la piedra donde se halla empotrado el Líder Máximo Fidel Castro, allá en La Habana. No llegaría ni al juicio, es más, no llegaría ni a la piedra, ni a cruzar el cerco, ahí mismo lo habrían ejecutado sin miramientos de unos cuantos balazos en la cabeza. También me agradaría verlo enfrente al sarcófago de la momia de Lenin, con iguales intenciones. O mejor, en una mezquita. En una mezquita sería lo ideal. A ver a cómo tocamos.
Y es que hay profanaciones y profanaciones. Unas permitidas por los guardias de seguridad, agajasadas por la prensa, y hasta filmadas para consumo de esa burda masa de idiotas de comunistas y millenials, y hay otras: profanaciones que igual no llegaron a serlo, porque nadie las filmó ni comprobó que hubieran existido, y las que se han pagado con la vida misma.
0 comments:
Publicar un comentario