Por Roberto Álvarez Quiñones.
Al parecer el dictador y la elite militar y civil de Cuba padecen un mal que bien pudiéramos llamar el síndrome del Quijote. Confunden el deseo con la realidad.
Sorprende que desde la troika suprema del país, integrada por Raúl Castro, Machado Ventura, el administrador Díaz-Canel, hasta el último de los grandes jerarcas de la nación crean que los lazos de "solidaridad" que había con la Unión Soviética pueden ser restablecidos, en parte o totalmente, con la Rusia de hoy.
Saben que no habrá subsidios, pero tienen la esperanza de que la exmadre patria del castrismo haga generosas concesiones en materia comercial, financiera y militar. Falsas ilusiones. La URSS "proletaria" de Marx y Lenin yace sepultada en las rojizas murallas del Kremlin. Y allí mismo brotó la otra Rusia, igualmente con ínfulas imperiales, pero nacionalistas y capitalistas de pies a cabeza: el dinero por delante, o no hay negocio.
Una buena muestra ha sido el reciente viaje del presidente designado, Díaz-Canel, a Rusia, a donde llegó con la misión de mendigar ayuda económica y militar. Rápidamente el segundo jefe del Gobierno ruso, Yuri Borísov, aclaró en el canal televisivo Rossía que la ayuda que su Gobierno prestará a Cuba no será en perjuicio de los intereses económicos de Rusia. Dijo que actuar de ese modo sería "insensato, inconveniente y podría repetirse la experiencia viciosa de la Unión Soviética".
"Por ello", remató, "al ayudar a Cuba y a otros países no perdemos de vista nuestros propios intereses".
Quizá algunos piensen que Borísov lo dijo para tranquilizar a los rusos, que rechazan que Moscú pueda regalar a Cuba el dinero que ellos pagan en impuestos. Pero no, Borísov envió un claro mensaje al jefe de Díaz-Canel: "Tovarich Raúl, Rusia no es la URSS".
Tal vez las ilusiones de La Habana se basan en que Putin es un exmayor de inteligencia, espía de la KGB en Dresde, Alemania Oriental, y todavía pudiera conservar un poco de su "corazoncito" soviético y darle una mano al castrismo.
No. Putin en suelo alemán vio desplomarse el Muro de Berlín y se dispararon sus ambiciones de poder y riqueza personal. Tenía magníficos contactos, y uno de ellos era Boris Yeltsin, quien en 1999 lo dejó como sustituto suyo. Desde entonces Putin es el hombre fuerte de un país de autocracias sinfín que jamás ha conocido la democracia moderna de Montesquieu, Locke, y Rousseau.
Gigante atómico con pies de barro, economía "emergente".
También la elite castrista supone que con las ínfulas imperiales de Putin y su antagonismo con EEUU Moscú puede desafiar cada vez más a Washington. Error doble: 1) Rusia tiene 7.000 ojivas nucleares pero Putin sabe hasta dónde pueden llegar sus atrevimientos geopolíticos, y 2) Rusia es un gigante atómico con pies de barro. No es parte del Primer Mundo.
La economía rusa es clasificada en la ONU como emergente, en un grupo especial llamado BRICS, que integran también China, Brasil, México, India y Sudáfrica. Pero como emergente es prima hermana de Turquía, Chile, Argentina, Colombia, Polonia, Indonesia, Malasia y Tailandia, por debajo de Corea del Sur y Taiwán, integrantes del Primer Mundo.
En 1991, al perder Rusia las 14 colonias que completaban la URSS, los rusos se enteraron asombrados de que su país no era una potencia económica, sino que el Producto Interno Bruto (PIB) era inferior al de Brasil, igual al de México, y tres veces más bajo que el de la India. Y sigue siendo así. En 2017 el PIB de Brasil fue de 2,1 billones de dólares y el de Rusia fue de 1,6 billones. El de EEUU fue de 20 billones.
Como consecuencia de 74 años de comunismo, Rusia aún está atrasada con respeto a Europa Occidental. Sigue siendo un país exportador de materias primas, igual que en los últimos 200 años. Hoy los ingresos totales del Estado dependen en un 50% de esas exportaciones, sobre todo de petróleo, espina dorsal de la economía rusa, que 27 años después sufre aún las consecuencias devastadoras del "socialismo real". Últimamente su capacidad para satisfacer las necesidades económicas y sociales de la población no aumenta, sino disminuye.
Por su agresividad geopolítica Rusia sufre de sanciones económicas de EEUU y Europa. Encima tiene problemas de productividad que arrastra de la URSS. Según el Ministerio de Desarrollo Económico, el PIB en 2018 solo crecerá en un 1%, y hasta 2024 no logrará un 3%. La inflación subirá en 2019 a un 5%, algo fatal para el consumo y las inversiones. Y se estima que el barril de petróleo bajará a 56 dólares en 2019 y a 42 dólares en 2020.
La URSS fue un imperio con 15 repúblicas propias, verdaderas colonias soviéticas rusas a las que les succionaba sus riquezas, y otros seis países de Europa del Este y uno de Asia (Mongolia) bajo su total control político. Lenin y sus herederos formalizaron con carácter comunista el antiguo imperio iniciado por Iván el Terrible, primer zar ruso (César en ruso), en el siglo XVI, y ampliado por Pedro el Grande en el siglo XVIII.
Ese eso es lo que añora Putin, pero resulta inalcanzable en el siglo XXI. La URSS tenía 22,4 millones de kilómetros cuadrados, una superficie mayor que los 22,2 millones de toda América Latina. Y el doble de la superficie de un continente, Oceanía.
Si Moscú logró tener cohetes intercontinentales nucleares y naves espaciales fue porque aquella URSS colonialista dedicaba el 17% de su PIB a la esfera militar, mientras el promedio mundial era de 1,1% en 1990, y un 5% en EEUU, según la organización Rand.
Ni modernización militar, ni más comercio.
En fin, Rusia no está en condiciones de dar "ayuda fraternal" ni a Cuba ni a nadie. Lo que puede hacer es apoyar al castrismo políticamente, y de forma limitada coadyuvar a cierta reposición del obsoleto parque militar de la Isla, siempre que La Habana lo pague mediante ciertos créditos, como el concedido recientemente por 50 millones de dólares. Baste un detalle: si un avión ruso MIG-35 cuesta 40 millones de dólares, ¿qué modernización militar puede lograr Cuba con solamente 50 millones?
Tampoco es posible aumentar en grande el comercio bilateral. Cuba no tiene ni cash ni casi nada que venderle a Rusia. Ya ni azúcar produce. Hace poco importó 40.000 toneladas de azúcar de Francia. La zafra 2017-2018 fue tan desastrosa que se dejaron de producir 300.000 toneladas que ya estaban vendidas.
Rusia tiene interés en Latinoamérica. Por eso apoya a cuanto gobierno se opone a EEUU. Pero esa ambición tiene el handicap de los pies de barro. Solo intervendrá en Latinoamérica si saca claras ventajas económicas, como hace con el petróleo y el gas en Venezuela. Y aspira a seguir ocupando espacio económico y comercial en Sudamérica si las empresas estadounidenses no se espabilan. Rusia tiene aspiraciones hegemónicas de mayor alcance en el Medio Oriente y Asia Central porque es su entorno inmediato.
El experto militar ruso Igor Korótchenko declaró a la revista Sputnik que Rusia debe volver a Cuba e instalar allí tres bases militares, una de inteligencia electrónica para espiar a EEUU, una base para submarinos nucleares, y hasta desplegar allí sistemas de misiles.
Todo indica que fue un bluff para presionar al Gobierno de EEUU a que no salga del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio firmado por Gorbachov y Reagan en 1987 -que Rusia viola- y para presionar a Washington a que deje las sanciones a Rusia. Putin se ha endiosado con su ambición de gran potencia, pero no al punto de perder el contacto con la realidad.
Moscú no va a provocar una grave crisis con EEUU ni por Cuba ni por ningún otro país lejos de sus fronteras. Políticamente Moscú es aliado de Cuba, pero no ideológicamente. En Rusia el vocablo socialismo es una mala palabra. Ya en la patria de Stalin están vacunados.
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