miércoles, 20 de julio de 2022

Las razones y las sinrazones del miedo al cambio.

Por Luis Cino.

Es muy difícil entender que un cubano crea posible que pueda venir algo peor si se desplomara el régimen de la continuidad post-fidelista que con su proverbial ineptitud, su tozudez  y sus abusos, nos ha sumido en la que por mucho es la peor crisis de nuestra historia.

Durante más de seis décadas, varias generaciones de cubanos han estado sometidos a un inmisericorde bombardeo de propaganda y desinformación que se inicia con el adoctrinamiento en la escuela primaria, mediante el cual se les intenta inculcar el odio a los Estados Unidos, el desprecio al capitalismo, la democracia y los valores de Occidente en general.

Si bien el régimen ha fracasado en convencer de la totalidad de sus patrañas a la mayoría de los cubanos, siempre queda en muchos de ellos un sedimento que los desenfoca, confunde y los envuelve en una urdimbre de temores paralizantes.

No me refiero solo al miedo a la cárcel y a la condición de no-personas a que se ven condenados los que se oponen abiertamente al régimen. Hay también otros miedos que han sido inculcados por el castrismo y que no por  improbables dejan de surtir efectos en algunos. Como el miedo al saldo de muerte y destrucción que dejaría una intervención militar norteamericana. O a una eventual orgía de revanchas de los exiliados -la llamada “mafia anexionista de Miami”- luego de la caída del régimen; a “los tres días de licencia para matar comunistas” de los que habló una vez un tremebundo exaltado de la radio de Miami y a los que tanto provecho le han sacado los castristas para atrincherarse. O el temor a que en virtud de las reclamaciones legales de sus antiguos propietarios, bajo un nuevo gobierno te desalojen de la que fue tu casa y hoy ocupas, probablemente convertida en una cuartería a punto del derrumbe o en una covacha con tantas divisiones y barbacoas para albergar a tus numerosos parientes que más bien parece una conejera.

En su manipulación de la historia, los castristas reniegan del pluripartidismo, remiten el partido único al PRC de José Martí, afirman que la República era mediatizada y neocolonial y la circunscriben a poco más que las dictaduras de Machado y Batista.

Auguran los castristas que si “la revolución” es derrocada, nos esperan gobiernos corruptos, sometidos a los dictados de Washington y prestos a reprimir las demandas populares.

Quieren que pensemos que cuando no existan la PNR, Seguridad del Estado y los chivatos de los CDR como garantes del orden y la legalidad socialista, reinarán el caos, la inseguridad, la delincuencia, el pandillerismo y el narcotráfico.

A pesar de que Cuba antes de 1959 era uno de los países más prósperos de América Latina, nos advierten que el regreso al pasado capitalista, que pintan como un infierno de miseria y opresión, sería una hecatombe para los cubanos.

Llevan décadas advirtiendo que si se restaura el capitalismo, tendríamos que pagar por la educación y la salud, que ahora, por muy pésimamente que funcionen, aun son gratuitas; como si no existieran salud y escuelas públicas y asistencia social en otros países sin necesidad de que sus pueblos renunciaran a sus libertades y se sometieran a un estado paternalista, regañón, entrometido en todo, de mano dura con los desobedientes y que le restriega en la cara continuamente a sus súbditos y los chantajea con lo poco y malo que les brinda.

Te machacan y abruman con las desigualdades clasistas, el sálvese el que pueda del capitalismo, las terapias de choque –las políticas neoliberales, como prefieren llamarlas– en momentos en que cada vez es mayor la estratificación de la sociedad cubana, y son más marcadas las diferencias sociales entre la elite castrista y sus paniaguados, un puñadito de acomodados con MLC  y la inmensa mayoría de las personas a las que el dinero no les alcanza para pagar los precios estratosféricos que han alcanzado los alimentos luego del desastre que significó el reordenamiento económico.

Con todo ese cúmulo de temores, complejos, inseguridades y confusiones con las que cargan, no es de extrañar que haya cubanos que le teman al cambio y resignadamente acepten, por muy mal que les vaya, arreglándoselas como puedan, seguir, hasta ver qué pasa, con “los malos conocidos”.

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martes, 19 de julio de 2022

El fachocomunismo de la Agenda 2030.

Por Zoé Valdés.

Ponerse un pin de la Agenda 2030 no hace más que definir a quien lo porte, y calificarlo en dependencia del nivel de pensamiento e intenciones en que se mueva: el de la ingenuidad o en el de la componenda mundial y vergonzosa en la que algunos participan.

La Agenda 2030 no es una agenda para los ciudadanos nobles, trabajadores, mucho menos para que podamos vivir mejor. Ese «no tendrás nada y serás feliz» no es más que pura y puerca demagogia, porque varios de los que la promueven, por el contrario, poseerán una enormidad, y sin embargo sus riquezas no definirán la felicidad. La felicidad es una ilusión, no pasa de momentos puntuales. Lo que de verdad importa es la realización personal, individual, mediante el trabajo. Que un político hable de felicidad no garantiza nada, dado que en el que menos se puede confiar en la actualidad es en un político presionado bajo la categoría inmoral del izquierdismo.

Sin embargo, la Agenda 2030 propone que trabajes como esclavo, y no tengas nada, y que para colmo seas feliz. Cierto, no pasa de proposición hasta ahora… Pero, no sólo en el 2020 experimentaron con nostros, mediante una pandemia cuyo origen todavía desconocemos y cuyo fin no se ha determinado en el tiempo, además se supone que en el 2030 lo que hoy oímos como pronóstico será impuesto como orden, probablemente incluso hasta como ley; el que no cumpla la ley será muy infeliz, desde luego, en una cárcel, aunque más pequeña y mejor definida, porque la grande estará asegurada por su absoluta indefinición: ¿fascismo, comunismo, o las dos cosas?

El sistema me recuerda a Cuba, toda esa verborrea pareciera escrita por los Castro, quienes a su vez fueron seguidores de Hitler y de Stalin. Fidel Castro fue un amante de Mein Kampf, de joven no paraba de leer el libraco, que subrayó y acotó como quiso, e incluso bajo comentarios del género: “aquí Hitler se equivoca, yo haría otra cosa”. O sea, con la idea y la convicción de perfeccionar el horror hitleriano. Raúl Castro, por otro lado, nadie lo ignora, era y es el adorador de Stalin. El uno complementa al otro. De tal modo fusionaron sus ideologías en ese modelo que tanto nos envidian, desde Occidente incluido: la Agenda 2030.

No voy a atosigarles con el desmenuzamiento de los parámetros y cláusulas, porque no lo duden, de lo que se trata es de parametrar y de emitir cláusulas que reafirmen la censura y eliminación de las libertades. No habrá libertad y serás feliz. Que una gran cantidad de energúmenos aplauda esta imbecilidad sólo confirma el nivel de idiocia generalizada a la que nos enfrentamos, y la poca experiencia de realidad que algunas generaciones asumieron mediante la negación de la lectura y de la cultura, para adoptar en buena medida el camino de la tecnocracia, o de la ignorancia por comodidad.

La Segunda Guerra Mundial culminó con mucho dolor, la fiesta fue adoptada como antídoto, en lugar de la reflexión y el recogimiento espiritual, los festejos se sucedieron hasta cuando se desmochaba las cabezas de las novietas o amantes de los boches. No hay más que remitirse a los bailoteos promovidos que se eligieron por encima de los actos de conmemoración y reflexión, sin contar que en el París de la Ocupación jamás esos espectáculos de falsa alegría se detuvieron, como prueban varias obras, entre ellas la titulada ‘Y siguió la fiesta’, de Alan Riding, que hace alusión a la obra de Ernest Hemingway ‘París era una fiesta’, pero la de Riding, por supuesto, describe los tiempos de la ocupación alemana.

Reirás, festejarás, no tendrás nada, y sin embargo aparentarás felicidad, sólo porque alguien lo decidió por ti.

Tras la pandemia del PCCH, empezó la 3ra Guerra Mundial. Al inicio de la pandemia el presidente francés pronunció durante su primera intervención en seis ocasiones la palabra guerra, para definir a lo que nos exponíamos. Tenía razón, la pandemia fue lo más parecido y devastador a una guerra. Y lo que estamos viviendo ahora, la guerra real entre Ucrania y Rusia, que no es solamente entre ellos, sino que es entre todos, con un divertido espectador: China… ya nos va dejando avisos reales…

La fuerza del agua en los grifos ha mermado, la luz no ilumina con la misma fuerza. Nos ordenan que en pleno verano tomemos las menos duchas posibles, que dejemos de usar ventiladores y aires acondicionados, y nos amenazan con que moriremos congelados en el próximo invierno. ¿Es este el plan de los políticos para que en el 2030 seamos felices? ¿O se refieren ellos sólo a los que sobrevivirán a este infierno en el que nos han sumido, y que sólo podrán ser ellos quienes por su nivel de vida podrán sobrevivir?

O sea, estamos trabajando para vivir de manera pobre, incómoda, tristes, ahora con una supuesta perspectiva de felicidad, sin nada, sólo para enriquecerles los bolsillos y las cuentas bancarias a esta partida de zánganos e hijos de puta que para colmo se burlan en nuestras caras argumentando que seremos felices bajo esos planes y proyectos de basura, y que se llenan la boca con el argumento de que ponerse un pin en la solapa es una acción humanitaria. Yo no los mandaría a tomar por el sainete póstumo, no. Yo directamente los mandaría a los tribunales, ¿pero serán competentes a estas alturas los tribunales? No, nadie puede ya estar seguro de nada.

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domingo, 17 de julio de 2022

El miedo al cambio.

Por Luis Cino.

Ayer discutí con dos exprofesores septuagenarios, que luego de ver en Facebook un video de la protesta de la noche del 14 de julio en Los Palacios, Pinar del Río, escandalizados por las palabrotas que gritaban los manifestantes y por “su mal aspecto”, afirmaban que “antes que esa chusma tome el poder, es preferible que sigan los comunistas, que al menos mantienen el orden”.

He escuchado comentarios similares luego del estallido social de los días 11 y 12 de julio del pasado año, cada vez que se produce en algún punto de la geografía nacional una protesta en contra del régimen. Generalmente, esas opiniones, reforzadas por la narrativa oficial que presenta a los que protestan como delincuentes, antisociales y vándalos, provienen de personas blancas, mayores de 60 años, con formación universitaria, y situación económica de regular a holgada.  

Y por supuesto que a la elite burguesa del socialismo de la continuidad post-fidelista, que no hace colas, no monta en guaguas y no se aleja mucho de sus mansiones en Miramar, Siboney y Nuevo Vedado, les horroriza “el mal aspecto, la indecencia y la chusmería” de los participantes en las protestas, descamisados, en chancleta, andrajosos y que gritan insultos contra Díaz-Canel.   

En ese espanto hay mucho de racismo. Recordemos que en el siglo XIX, el miedo a los negros, el temor a que se sublevaran y convirtieran a Cuba en un nuevo Haití, retrasó varias décadas la lucha por la independencia. Hoy, uno escucha, además de a los acomodados, a los resignados y los indecisos, expresar su temor por “la negrada” que se tira a la calle a protestar. 

Uno de los exprofesores con los que discutía ayer, para nada simpatizante del régimen, me dijo que no creerá en la efectividad de estas protestas “hasta que no sean los blancos del Vedado quienes se tiren a la calle a gritar y a sonar los calderos”. 

En tales actitudes, además de racismo y elitismo, hay miedo al cambio. Seis décadas de dictadura han conseguido que, como pájaros que han vivido siempre enjaulados, muchos cubanos le teman  a la libertad. Les aterra, luego de haber delegado siempre todas sus responsabilidades en Papá Estado, el momento en que les toque a ellos decidir por sí mismos y ser absolutamente responsables de sus actos. La chantajista propaganda oficial les ha hecho creer que serán incapaces de valerse por sí solos y que es mejor se resignen y conformen con lo poco y cada vez menos y más malo que les da el Estado socialista porque “bajo el capitalismo sería peor”.

Aun así, a pesar del anticapitalismo que les inculcaron desde la escuela, muchos cubanos, sobre todo los más jóvenes, huyen del país hacia el capitalismo. No tienen valor para enfrentar al régimen, les aterra la represión, pero no vacilan en lanzarse a las aguas turbulentas y llenas de tiburones del Estrecho de la Florida o a arrostrar los peligros de atravesar Centroamérica para, cruzando fronteras, llegar a los Estados Unidos.  

Hay personas, paralizadas por el temor a las represalias del régimen, que justifican su inacción y su apatía, que más bien es cobardía, criticando al exilio y a la oposición interna tanto por lo que hacen como por lo que no hacen. Se quejan de la ausencia de líderes convincentes y de la falta  de programas de gobierno coherentes para el futuro los mismos que analfabetos en política, embrutecidos por el adoctrinamiento y la desinformación de los medios oficialistas, ignorantes de qué es la democracia y el estado de derecho, te dicen que están saturados de política e ideología y que no quieren escuchar teques sobre temas que para ellos resultan demasiado abstractos.

Y están también los pesimistas que creen que si hay una transición, inevitablemente dirigida “desde arriba”, no será hacia la democracia sino hacia otro tipo de régimen dictatorial, como ocurrió en Rusia con Putin. 

Para esos que dicen que les asusta lo que pudiera pasar si “esto” se derrumba, es como si la continuidad post-fidelista, con todo lo desastrosa que está resultando, pudiera ser eterna y significar el fin de la historia de Cuba.

Antes que a todos esos pusilánimes, apáticos y resignados pero que se creen superiores, prefiero a los que tienen la valentía que a ellos les falta para reclamar sus derechos y una vida mejor, no importa si son incultos y malhablados. Es más, para el enfrentamiento a la canalla castrista, para emparejar la pelea, los prefiero así.  

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jueves, 14 de julio de 2022

Cuba: represión, pan y circo.

Por Iván García.

Esta vez el régimen no quiere sorpresas. Y ha desplegado un plan de vigilancia policial y paramilitar en toda la isla, en particular en La Habana, con más de dos millones 300 mil habitantes y alrededor de 80 barrios insalubres, llenos de chozas miserables construidas con trozos de madera y chapas de aluminio encontradas en los basureros. Pasada las tres de la tarde del viernes 8 de julio, un camión Kamaz de fabricación rusa distribuía policías, reclutas del servicio militar y estudiantes de escuelas del MININT por diferentes sitios de la capital.

“Estamos acuartelados desde el jueves 7. Hacemos guardias de ocho horas divididos en tres grupos. En caso de disturbios callejeros, en la medida de los posible, debemos sofocarlos y reportar al puesto de mando para que envíen a los antimotines y las brigadas de respuestas rápida. Los policías portan su arma reglamentaria y tienen la orden de disparar al aire para impedir cualquier protesta. A los estudiantes del MININT y a los reclutas nos han dado tonfas y estacas de madera. En las barriadas más calientes o que se encuentran cercanas a las zonas donde viven ministros y altos funcionarios del gobierno, los encargados de la vigilancia son las tropas élites de la FAR, las llamadas avispas o boinas negras. En los partes diarios, dicen que se esperan provocaciones de la contrarrevolución. Debemos estar alertas”, comenta un recluta.

A funcionarios de grandes empresas, como ETECSA, de acuerdo a sus posibilidades, el régimen les pidió facilitar recursos, transporte y personal para vigilar determinadas áreas pobladas de La Habana. Un funcionario asegura que “no hay combustible para trabajar, pero cuando se trata de una tarea del gobierno, aparece el petróleo. Buena parte de los trabajadores se hacen los guillados o buscan pretextos para no asistir. Les dicen a los jefes que eso es función de la policía, que no cojan a civiles para enfrentar a civiles. Algunos van para guardar las apariencias y otros no tienen más opciones, pues lucran con los recursos de la empresa y viajan al extranjero. No les queda de otra”.

Tatiana, empleada estatal, señala que «en muchos centros laborales han diseñado un esquema de guardia entre los propios trabajadores. En una reunión nos dijeron que se pueden esperar sabotajes y actos de vandalismo. Y que los trabajadores teníamos que proteger la empresa. Como la mayoría de la gente tiene un montón de problemas en su casa y todos los días tiene que salir a buscar comida, se niega. Entonces lo que hacen los jefes es vender alimentos, detergente y confituras, para que la gente participe”.

Desde la semana pasada, la Seguridad del Estado desplegó un intenso operativo para reprimir a los activistas demócratas y periodistas independientes. Jorge Enrique Rodríguez, Luz Escobar, Boris González, Thais Mailén Franco, Manuel de la Cruz y Leo Fernández, entre otros, fueron citados por la policía política y advertidos que desde el lunes 11 al miércoles 13 de julio deben permanecer en sus casas.

También fui citado. El martes 5 de julio a las once y veinte de la mañana me llamó un oficial de la Seguridad del Estado para que me presentara a las dos de la tarde en la unidad policial ubicada en Infanta y Manglar, municipio Cerro. Le respondí que estaba ocupado. “Envíeme una citación oficial, como está establecido”, le dije. El agente expresó que en el nuevo código penal vigente ya no se necesita una citación por escrito. Una hora después, a mi domicilio llegó el auto patrullero número 791 y tres motos con oficiales de la policía política y agentes de Búsqueda y Captura como si yo fuese un delincuente peligroso.

Me condujeron a la unidad de Aguilera, en Lawton, municipio Diez de Octubre. Una oficial de la Seguridad me sentó en un banco frente a la carpeta de la estación. A mi lado, dos mujeres acusadas de revender pollo en el mercado informal, un moreno fornido que había participado en una reyerta callejera y tres muchachos que habían sido conducidos por un auto patrullero. Los adolescentes no tenían antecedentes penales. Su ‘delito’ era llevar mochilas y ser negros. Se sabe que para la policía cubana los prejuicios raciales suelen ser un agravante. La estrategia de la Seguridad del Estado es transmitirle miedo e inquietud a los detenidos.

Luego de una hora de espera, se apareció el teniente coronel Marvin, así presentado por otro oficial. Me llevaron a una oficina con dos butacas y un sofá de color azul. En la pared, citas de Fidel y una foto ampliada de los hermanos Castro a la cual, por la técnica de photoshop, le habían añadido el rostro de Miguel Díaz-Canel, peinado hacia atrás con cepillo y un rictus nervioso que aparentaba ser una sonrisa. El oficial de la policía política quería saber qué yo iba hacer el 11 de julio.

“Desconozco. Cuba no es Suiza ni Finlandia y uno no tiene un cronograma o una agenda diaria. Lo mismo puedo estar haciendo la cola para comprar pan que para un aparato de asma en la farmacia”, contesté. El agente, acostumbrado a ordenar, me respondió en tono seco: “Si sales a la calle ese día, te vamos a detener hasta que termine el operativo”.

Amablemente le aclaré que mi casa no es un calabozo. “Haga usted lo que le ordenen, que yo por mi parte haré lo que entienda”. El oficial, prendió el piloto automático y entró en su zona retórica de confort: “No vamos a permitir provocaciones de la contrarrevolución ni de la mafia de Miami. Lo que tú haces responde a un esquema diseñado por los servicios especiales del gobierno de Estados Unidos para crear una matriz de opinión desfavorable a Cuba”.

De momento pensé que mi interlocutor era un robot. Ese relato no cuela ni en un alumno de secundaria. Pero intenté argumentar:

“No critico a Cuba, sino a su gobierno. Son dos cosas diferentes. Tengo mis razones. Que van desde mi derecho inalienable a la libertad de expresión a estar o no de acuerdo con determinada filosofía política. Creo firmemente que el gobierno de mi país nos ha conducido al fracaso tras 63 años de voluntarismo, economía planificada y disparate político. Ni la oposición ni el periodismo libre originaron las protestas del 11 de julio. Las causas hay que buscarla en la falta de transparencia del gobierno, sus falsas promesas, mentiras, no ofrecer soluciones a los problemas y no tener un proyecto de futuro para los cubanos. La gente, en su mayoría, está harta del régimen. Es el ciudadano el protagonista del nuevo escenario. La oposición, al igual que el gobierno y la Seguridad del Estado, fue sorprendida también por las marchas del 11 de julio”, y concluí:

“Supongo que ustedes hablen con la gente de la calle. Verán que un amplio segmento de la población quiere reformas económicas, democracia y el respeto a las discrepancias políticas. Eso no se resuelve citando a cuatro o cinco opositores. Eso se soluciona con un gran diálogo nacional donde nadie quede excluido. Todo lo que no sea dialogar, pactar o negociar es una maniobra para ganar tiempo”.

El oficial de Seguridad cambió abruptamente de tema. Quería conocer cómo los directivos de Diario Las Américas eligen los temas. “En el periodismo privado o comercial en Estados Unidos ni el gobierno, la CIA o el Departamento de Estado ordenan los temas periodísticos. La vida cotidiana y sus acontecimientos son los que marcan las prioridades informativas”, expliqué, aunque por la expresión en el rostro del represor parecía que le hablaba en chino.

Después, el oficial de la Seguridad me permitió marcharme. Luego de cuarenta minutos en la Avenida Porvenir sin poder coger un taxi colectivo o una guagua, decidí caminar hasta la Calzada de Luyanó. Allí logré alquilar un taxi que por cien pesos me llevó hasta la icónica Esquina de Toyo, uno de los epicentros de las protestas del 11 de julio. En los derruidos portales de la Calzada Diez de Octubre varios mendigos pedían dinero o comida.

En una tienda por divisas, varias personas se quejaban por los altos precios y el desabastecimiento. “Sin informar al pueblo el gobierno ha subido el precio a los alimentos que venden en divisas. Y aun así no encuentras ningún producto cárnico. De pinga esta gente (el régimen) si no cogen un avión y se largan del país aquí va haber una hambruna”, en voz alta dijo una mujer indignada.

Por si fuera poco, en medio de las extensas colas, un calor de espanto y apagones de hasta diez horas en otras provincias, las autoridades anuncian una semana de campaña antiimperialista en todo el país. En La Habana han previsto eventos culturales y recreativos y para aliviar la tensión, en algunos municipios están distribuyendo pollo, salchichas y aceite, para la venta racionada en pesos. En otro intento por camuflar el primer aniversario de las protestas ciudadanas del 11 de julio, la televisión estatal en su cartelera de verano, anuncia filmes y seriales pirateados de canales estadounidenses así como la trasmisión en vivo del Mundial de Atletismo, del 15 al 24 de julio, en Eugene, Oregon, Estados Unidos. Pan y circo. Lo que mejor sabe vender la dictadura en Cuba.

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miércoles, 13 de julio de 2022

La tensión se sentía en el aire … pero nada pasó.

Por Luis Cino Álvarez.

Desde el sábado 9 y el domingo 10, la presencia policial en las calles fue abrumadora. La tensión se sentía en el aire. Pero nada pasó. 

El régimen, que desde hacía varios días no lograba disimular su temor por la eventualidad de que estallaran protestas, puede coger un respiro y simular que lo tiene todo bajo control. Por ahora. Porque tarde o temprano, es inevitable, nadie tiene que convocarlo, volverán a haber estallidos sociales. Y puede que esta vez sea peor y más violento.   

Los problemas que motivaron las protestas del 2021 siguen sin resolverse. Con los apagones, la sideral subida de precios y la cada vez mayor escasez de alimentos, la situación ahora es peor que hace un año. Y la desesperación sigue creciendo.  

De poco vale la demagogia de los mandamases y los remiendos en las villas miseria de las que hasta hace un año no se daban por enterados. Que ni sueñen los jerarcas “enguayaberados” que los aman en La Güinera, El Tejar o El Fanguito. Deberían saber, si no es que han llegado a creerse sus propios embustes, que la simulación y el oportunismo “a ver qué se le puede sacar a esta gente” forman parte también de la supervivencia en la marginalidad.

Es a los muchos miles de personas cuya vida es un calvario inacabable de miseria y privaciones a quienes deben temer los mandamases. Al final, esos desesperados serán los sepultureros del régimen, y no la oposición, débil, fragmentada, tan extenuada e impotente como la dictadura, con la cárcel o el exilio como disyuntiva. 

No obstante, para no perder la costumbre, los esbirros de la Seguridad del Estado sitiaron en sus casas durante estos días a decenas de activistas de la oposición y periodistas independientes.       

Los mandamases, que siguen con su narrativa del manual de la CIA y el golpe blando que nadie les cree, no parecen haber aprendido las lecciones del 11J. No dan respuestas a las demandas populares. Se muestran intransigentes con todo el que difiera. Solo se les ocurre seguir reforzando el blindaje de las legislaciones represivas. Como si con las largas condenas de cárcel como escarmiento fueran a conseguir inmovilizar para siempre a las masas que a fuerza de no tener nada, ya nada tienen que perder.  

El gobernante Díaz-Canel, que hace un año dio la orden de combate contra los que protestaban, ha mostrado su desprecio por los justos reclamos de muchos millares de cubanos al afirmar que el 11 de julio los revolucionarios celebraron la victoria sobre un “golpe de estado vandálico”. Para él, tan solidario con los que protestaron en Colombia, Chile y Ecuador, son vándalos sus compatriotas que reclamaron una vida mejor. 

En su triunfalismo y su soberbia, de reunión en reunión, invocando a Fidel y hablando de “la resistencia creativa” y otras sandeces, los mandamases se disocian cada vez más de la realidad. Y lo que es peor: son cada vez más irrespetuosos con los cubanos. Incluso, de tan desfachatados que son, con los pocos que todavía les siguen.

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jueves, 7 de julio de 2022

Cuba tras la muerte de López-Calleja.

Por Iván García.

Olga Lidia Lahera sentada en su apartamento de 15 metros cuadrados donde vive con su hija y dos nietas en La Habana.

Pasada las diez de la noche del viernes 1 de julio, después de publicada la noticia de la muerte del zar económico Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, la céntrica Rampa, en el Vedado habanero, se encontraba desierta. Aunque la marquesina del cine Yara estaba apagada, se podía leer el anuncio de una obra de un grupo humorístico. En la acera de enfrente, la concurrida heladería Coppelia ya había cerrado.

Justo en la esquina de 23 y L, media docena de policías vigilaban la zona. Tres autos de patrullas de la marca francesa Renault, recién estrenados, recorrían la calle 23. A un costado del hotel Habana Libre, varias personas extendían la mano, intentando alquilar un taxi colectivo. “Hace treinta minutos que no pasa un almendrón ni tampoco una guagua. Parece que la ciudad está en toque de queda. Comienza oficialmente el verano en Cuba y jamás en mi vida había visto tan desierta La Rampa”, comenta la dependienta de una cafetería estatal, desesperada por llegar a su casa.

El único lugar donde se divisaba movimiento era el hotel en construcción en la antigua furnia de 23 y K, donde los operarios trabajan incluso de madrugada. El inmueble, una mole sin pretensiones arquitectónicas, está conformado por dos bloques de veintitrés pisos, bautizado por la población como ‘torres López-Calleja’. Un señor que venía del cuerpo de guardia del cercano hospital Calixto García, hace un gesto con la barbilla en dirección al hotel y en voz alta dice: “En lo único que el gobierno gasta dinero es en construir hoteles. Hoy falleció el dueño de todas las divisas que entraban al país. Ya pueden ponerle su nombre al hotel cuando lo inauguren”.

Como suele ser habitual en Cuba, cuando se arma una discusión, la gente da rienda suelta a su irritación. “¿Dueño de qué?”, pregunta un joven y él mismo se responde: “Ese tipo era el testaferro de quien tu sabes. Un instrumento, igual que Díaz-Canel. Cumplen órdenes, pero son otros lo que en la sombra mueven la cuna”. Para un segmento amplio de cubanos, López-Calleja fue un perfecto desconocido. Un personaje a quien le gustaba pasar inadvertido. En los medios estatales apenas se localizan fotos suyas.

Un oficial retirado de la inteligencia, ofrece detalles sobre el general de división Luis Alberto Rodríguez López-Callejas (Santa Clara 1960-La Habana 2022):

“Luis Alberto fue una especie de Martin Bormann caribeño. Llegó a acumular un poder impresionante no solo en términos económicos. Además de financista de la familia Castro-Espín, manejó la mayoría de las cuentas en divisas del país, pues GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.) controla cada dólar que entra en Cuba. Pero se ha sobrevalorado su rol. Cuando Callejas llegó a GAESA ya ese entramado furtivo de recaudar divisas existía. Se creó a fines de la década de 1960 y se perfeccionó en los 70 por especialistas de la inteligencia, que eran los encargados de burlar el embargo.

“Después del fusilamiento de Ochoa y la muerte de Abrantes, ministro del Interior, Raúl Castro jubila a un número importante de oficiales de la inteligencia y la contrainteligencia. La contrainteligencia militar de las FAR, es decir Raúl, toman el mando de esos cuerpos. Y aunque las FAR tenían sus estructuras empresariales, el manejo de las cuentas en paraísos fiscales y operaciones comerciales en Panamá, México, Canadá, España o Estados Unidos, en Miami, ciudad donde la inteligencia cubana había estructurado agencias de vuelos chárter, envíos de dinero y paquetes a Cuba, pasaron a manos de Julio Casas Regueiro, el hombre encargado por Raúl para esas funciones.

“Hijo del general Guillermo Rodríguez del Pozo (1929-2016), Luis Alberto se destacaba por su talento para las matemáticas y las finanzas. Entra en la familia Castro-Espín cuando se casa con Déborah, la hija mayor del matrimonio de Raúl y Vilma. Con la muerte de Julio Casas Regueiro en 2011, Luis Alberto comienza a escalar puestos de poder. Era una persona discreta y demostró lealtad a Raúl. López-Calleja llegó a manejar no solo las finanzas de GAESA, es decir el dinero de Raúl Castro, también comenzó a controlar todas las empresas que ingresaban moneda dura, desde la exportación de servicios médicos y ETECSA hasta el turismo y la Zona Especial de Desarrollo del Mariel.

“López-Calleja llegó hasta dónde Raúl le permitió llegar. Pero también era desechable. No creo que resulte traumático para el régimen sustituirlo. Tal vez la persona que ocupe el cargo no tenga tantos privilegios como él, que llegó a formar parte de la familia Castro-Espín. Probablemente el trabajo sea más colectivo. Desde luego que internamente, dentro del gobierno y del partido, distintas facciones rivalizarán para obtener ese cargo, por el dinero que mueve, las influencias y el poder que da. Luis Alberto Rodríguez López-Calleja personificó el poder paralelo diseñado por Raúl Castro”, concluye el ex oficial de inteligencia.

En la tarde del viernes 1 de julio, al oeste de la capital, en el antiguo Country Club, actual reparto Cubanacán, en la residencia de Timothy Zúñiga-Brown, encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, se celebró una recepción por el 4 de Julio, día de la Independencia de Estados Unidos.

A pesar de la lluvia, los salones y el hermoso patio de la mansión estuvieron colmados de invitados. Asistieron diplomáticos de diversos países, clérigos de la iglesia católica nacional, músicos, intelectuales, representantes de la incipiente sociedad civil, emprendedores privados, activistas, opositores y periodistas independientes.

Después de escuchar los himnos nacionales de Cuba y Estados Unidos, Zúñiga-Brown leyó unas breves palabras. Fue contundente con el régimen. Recordó la injusta prisión de Luis Manuel Otero, Maykel Osorbo, José Daniel Ferrer y más de 700 manifestantes de las protestas del 11J. Dijo que varios de los invitados no habían podido asistir porque la Seguridad del Estado se lo impidió. «A pesar de todo, soy optimista con respecto al futuro democrático de la Isla», subrayó el encargado de negocios.

En los corrillos, entre tentempiés, hamburguesas y vasos de cerveza, disidentes como Rolando Rodríguez Lobaina y el abogado independiente Julio Ferrer, coincidían que la alocución de Zúñiga-Brown era la más fuerte de un funcionario de Estados Unidos en los últimos diez años. Pero el tema principal en las tertulias fue la muerte de López-Calleja y sus futuras consecuencias. Un diplomático occidental considera que se podrían precipitar cambios a corto plazo.

“López-Calleja diseñó un modelo de capitalismo militar corporativo. El país estaba dividido en dos. Una Cuba del socialismo o muerte, con la gente haciendo colas para comprar un poco de comida y el gobierno prometiendo una sociedad próspera y sostenible en la que nadie creía. La situación económica es agobiante. Los jóvenes emigran de un sistema que solo les vende propaganda. La otra Cuba la representa GAESA ,con su capitalismo militar, negocios rentables gracias al control sobre las remesas, impuestos excesivos en los mercados en divisas y esquilmando a los médicos que prestan servicios en misiones en el exterior”, afirma y añade:

“Creo que muchas cosas van a cambiar, pues de lo contrario podrían ocurrir estallidos sociales. Con la muerte de Calleja habrá beneficiados y perjudicados. Es probable que GAESA pase a ser administrado por instituciones civiles con el objetivo de burlar el embargo de Estados Unidos. Si eso sucede, Díaz-Canel y su entorno ganan, porque pueden administrar directamente la caja fuerte y acometer proyectos que por falta de dinero no pueden ejecutar. El gobierno sabe lo impopular que es la arrogancia de GAESA, que no rinde cuentas a instituciones gubernamentales, que en plena crisis económica sigue apostando por la construcción de hoteles y apertura de nuevas tiendas en MLC. La muerte de López-Calleja y la merma de poder de Raúl Castro pueden precipitar cambios interesantes. Siempre dentro de la lógica del poder establecido”.

Otro diplomático es escéptico: “Vaticinar en la política interna del régimen cubano es muy complejo. El hermetismo es casi absoluto. El gobierno tiene claro que quiere conservar el poder sin cambiar las reglas del juego político y solo quieren aplicar tímidas reformas económicas. No soy optimista. Desde hace seis años, con la muerte de Fidel Castro, se esperaban reformas profundas que nunca llegaron. Al contrario, hubo un retroceso. Aunque el modelo es disfuncional, no creo que el gobierno realice cambios de corte democráticos. Ni siquiera en materia económica al estilo de China o Vietnam. Miran más al modelo ruso. Saben que a Cuba les separa noventa millas de Estados Unidos y conocen que el poder político y económico de los exiliados cubanos los sepultaría. Claro que hay diferencias dentro del gobierno y las lógicas ambiciones de mayor poder y protagonismo. Pero el deseo de no perder el poder es más fuerte”.

La muerte de López-Calleja podría marcar un antes y un después. O puede que no. El relato en Cuba es tan absurdo que aplicar la lógica sería una pérdida de tiempo.

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domingo, 3 de julio de 2022

Cuba, un único camino hacia la libertad radical.

Por Zoé Valdés.

Harta de oír eso de que la libertad de Cuba debe transitar por un cambio-fraude (término de Oswaldo Payá), o sea, del viejo y caduco castro-social-comunismo al neo social comunismo, a eso le llaman algunos, transición.

No existe ninguna transición en semejante perversión, y ninguna transición de ninguna parte aplicaría para Cuba. El modelo español menos, visto el estado en el que se encuentra ahora mismo España.

Léanse el libro de Julio M. Shiling: "Democratización en Cuba. Un manual conciso." Ahí está todo lo que debemos hacer para que los cubanos no permitamos que nos tiendan trampas, y solamente consigamos un alivio mediante un pasaje nebuloso en el que el poder de los viejos castristas caiga en manos de los nuevos castristas, con un lenguaje renovado, en el que las “inclusividades” actuales de cualquier tipo permitan otra vez las prohibiciones, las censuras, los encarcelamientos, los asesinatos, los fusilamientos, el empobrecimiento de todo un pueblo a favor del enriquecimiento de un puñado de vendedores de humo frito.

El camino hacia la libertad de Cuba debe pasar por la radicalización del ‘Nunca Más’. Nunca más y de ningún modo nada de lo que nos ha sucedido debiera repetirse. Nunca más presos políticos, ni fusilamientos, ni asesinatos políticos, ni ningún tipo de abuso en nombre de una ideología.

La libertad de los cubanos pasa por el único sistema que ha dado frutos positivos en el mundo: el capitalismo. Cualquier otro sistema ajeno al capitalismo ya se ha probado ampliamente que sólo conlleva al fracaso y al desprecio por la vida, a la negación de la vida normal.

Llegó la hora de que los cubanos vivamos de manera normal, y esa normalidad sólo es posible mediante la libertad radical y sin condicionamientos, para todos; menos para los comunistas. El social-comunismo debe ser eliminado del sistema social y político cubano. Todo el que se empecine en desviarnos por esa ruta no podrá obtener ningún rol político dentro de la isla. Basta ya, han sido suficientes más de 63 años de social-comunismo, de infertilidad. No sólo no lo admitiremos, nos enfrentaremos y no lo permitiremos.

A un año de los sucesos y manifestaciones pacíficas en las calles de Cuba, del 11 y 12 de julio del 2021, hoy con más de mil presos políticos, 37 menores, con muertos, y madres desesperadas, toca ya que los gobiernos del mundo actúen en consecuencia frente a esa tiranía.

Si Estados Unidos no puede sacarnos del horror en el que ellos mismos metieron a nuestro país, lo que hicieron de manera consecutiva desde 1929 hasta la fecha, pues que se aparten de una buena vez, que permitan que otros países nos ayuden en esa encomienda: que los cubanos puedan contar con ejércitos dispuestos a ayudarnos, con el Mossad si fuera necesario y posible. ¿No lo ha exigido así el presidente ucraniano para defender a Ucrania frente a Putin? Pues los cubanos llevamos más tiempo pidiendo similar apoyo, el que nunca ha llegado, inclusive si durante tres décadas fuimos invadidos por la URSS en épocas en que Vladimir Putin ocupaba un puesto preponderante en la KGB.

Fue Putin quien tras las manifestaciones pacíficas del 11 y 12 de julio salió primero que nadie a defender el castrismo y a situarse del lado de la tiranía (como siempre hizo), y en contra de los cubanos. Los cubanos necesitamos el apoyo del mundo para liberarnos de un régimen criminal y opresor. “Hay que sudafricanizar el problema cubano”, dijo quien también añadió: “Hay que desamericanizar el problema cubano”. Fue Oswaldo Payá Sardiñas, fundador y líder del Movimiento Cristiano Liberación, asesinado hace diez años, el 22 de julio del 2012 junto al joven Harold Cepero, también miembro del MCL. En su honor, en su memoria, cumplámosle su deseo. La entera libertad lo vale, sólo porque hombres valientes iniciaron “el camino del pueblo”, por ello dieron sus vidas..

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