Por Iván García.
Olga Lidia Lahera sentada en su apartamento de 15 metros cuadrados donde vive con su hija y dos nietas en La Habana.
Pasada las diez de la noche del viernes 1 de julio, después de publicada la noticia de la muerte del zar económico Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, la céntrica Rampa, en el Vedado habanero, se encontraba desierta. Aunque la marquesina del cine Yara estaba apagada, se podía leer el anuncio de una obra de un grupo humorístico. En la acera de enfrente, la concurrida heladería Coppelia ya había cerrado.
Justo en la esquina de 23 y L, media docena de policías vigilaban la zona. Tres autos de patrullas de la marca francesa Renault, recién estrenados, recorrían la calle 23. A un costado del hotel Habana Libre, varias personas extendían la mano, intentando alquilar un taxi colectivo. “Hace treinta minutos que no pasa un almendrón ni tampoco una guagua. Parece que la ciudad está en toque de queda. Comienza oficialmente el verano en Cuba y jamás en mi vida había visto tan desierta La Rampa”, comenta la dependienta de una cafetería estatal, desesperada por llegar a su casa.
El único lugar donde se divisaba movimiento era el hotel en construcción en la antigua furnia de 23 y K, donde los operarios trabajan incluso de madrugada. El inmueble, una mole sin pretensiones arquitectónicas, está conformado por dos bloques de veintitrés pisos, bautizado por la población como ‘torres López-Calleja’. Un señor que venía del cuerpo de guardia del cercano hospital Calixto García, hace un gesto con la barbilla en dirección al hotel y en voz alta dice: “En lo único que el gobierno gasta dinero es en construir hoteles. Hoy falleció el dueño de todas las divisas que entraban al país. Ya pueden ponerle su nombre al hotel cuando lo inauguren”.
Como suele ser habitual en Cuba, cuando se arma una discusión, la gente da rienda suelta a su irritación. “¿Dueño de qué?”, pregunta un joven y él mismo se responde: “Ese tipo era el testaferro de quien tu sabes. Un instrumento, igual que Díaz-Canel. Cumplen órdenes, pero son otros lo que en la sombra mueven la cuna”. Para un segmento amplio de cubanos, López-Calleja fue un perfecto desconocido. Un personaje a quien le gustaba pasar inadvertido. En los medios estatales apenas se localizan fotos suyas.
Un oficial retirado de la inteligencia, ofrece detalles sobre el general de división Luis Alberto Rodríguez López-Callejas (Santa Clara 1960-La Habana 2022):
“Luis Alberto fue una especie de Martin Bormann caribeño. Llegó a acumular un poder impresionante no solo en términos económicos. Además de financista de la familia Castro-Espín, manejó la mayoría de las cuentas en divisas del país, pues GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.) controla cada dólar que entra en Cuba. Pero se ha sobrevalorado su rol. Cuando Callejas llegó a GAESA ya ese entramado furtivo de recaudar divisas existía. Se creó a fines de la década de 1960 y se perfeccionó en los 70 por especialistas de la inteligencia, que eran los encargados de burlar el embargo.
“Después del fusilamiento de Ochoa y la muerte de Abrantes, ministro del Interior, Raúl Castro jubila a un número importante de oficiales de la inteligencia y la contrainteligencia. La contrainteligencia militar de las FAR, es decir Raúl, toman el mando de esos cuerpos. Y aunque las FAR tenían sus estructuras empresariales, el manejo de las cuentas en paraísos fiscales y operaciones comerciales en Panamá, México, Canadá, España o Estados Unidos, en Miami, ciudad donde la inteligencia cubana había estructurado agencias de vuelos chárter, envíos de dinero y paquetes a Cuba, pasaron a manos de Julio Casas Regueiro, el hombre encargado por Raúl para esas funciones.
“Hijo del general Guillermo Rodríguez del Pozo (1929-2016), Luis Alberto se destacaba por su talento para las matemáticas y las finanzas. Entra en la familia Castro-Espín cuando se casa con Déborah, la hija mayor del matrimonio de Raúl y Vilma. Con la muerte de Julio Casas Regueiro en 2011, Luis Alberto comienza a escalar puestos de poder. Era una persona discreta y demostró lealtad a Raúl. López-Calleja llegó a manejar no solo las finanzas de GAESA, es decir el dinero de Raúl Castro, también comenzó a controlar todas las empresas que ingresaban moneda dura, desde la exportación de servicios médicos y ETECSA hasta el turismo y la Zona Especial de Desarrollo del Mariel.
“López-Calleja llegó hasta dónde Raúl le permitió llegar. Pero también era desechable. No creo que resulte traumático para el régimen sustituirlo. Tal vez la persona que ocupe el cargo no tenga tantos privilegios como él, que llegó a formar parte de la familia Castro-Espín. Probablemente el trabajo sea más colectivo. Desde luego que internamente, dentro del gobierno y del partido, distintas facciones rivalizarán para obtener ese cargo, por el dinero que mueve, las influencias y el poder que da. Luis Alberto Rodríguez López-Calleja personificó el poder paralelo diseñado por Raúl Castro”, concluye el ex oficial de inteligencia.
En la tarde del viernes 1 de julio, al oeste de la capital, en el antiguo Country Club, actual reparto Cubanacán, en la residencia de Timothy Zúñiga-Brown, encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, se celebró una recepción por el 4 de Julio, día de la Independencia de Estados Unidos.
A pesar de la lluvia, los salones y el hermoso patio de la mansión estuvieron colmados de invitados. Asistieron diplomáticos de diversos países, clérigos de la iglesia católica nacional, músicos, intelectuales, representantes de la incipiente sociedad civil, emprendedores privados, activistas, opositores y periodistas independientes.
Después de escuchar los himnos nacionales de Cuba y Estados Unidos, Zúñiga-Brown leyó unas breves palabras. Fue contundente con el régimen. Recordó la injusta prisión de Luis Manuel Otero, Maykel Osorbo, José Daniel Ferrer y más de 700 manifestantes de las protestas del 11J. Dijo que varios de los invitados no habían podido asistir porque la Seguridad del Estado se lo impidió. «A pesar de todo, soy optimista con respecto al futuro democrático de la Isla», subrayó el encargado de negocios.
En los corrillos, entre tentempiés, hamburguesas y vasos de cerveza, disidentes como Rolando Rodríguez Lobaina y el abogado independiente Julio Ferrer, coincidían que la alocución de Zúñiga-Brown era la más fuerte de un funcionario de Estados Unidos en los últimos diez años. Pero el tema principal en las tertulias fue la muerte de López-Calleja y sus futuras consecuencias. Un diplomático occidental considera que se podrían precipitar cambios a corto plazo.
“López-Calleja diseñó un modelo de capitalismo militar corporativo. El país estaba dividido en dos. Una Cuba del socialismo o muerte, con la gente haciendo colas para comprar un poco de comida y el gobierno prometiendo una sociedad próspera y sostenible en la que nadie creía. La situación económica es agobiante. Los jóvenes emigran de un sistema que solo les vende propaganda. La otra Cuba la representa GAESA ,con su capitalismo militar, negocios rentables gracias al control sobre las remesas, impuestos excesivos en los mercados en divisas y esquilmando a los médicos que prestan servicios en misiones en el exterior”, afirma y añade:
“Creo que muchas cosas van a cambiar, pues de lo contrario podrían ocurrir estallidos sociales. Con la muerte de Calleja habrá beneficiados y perjudicados. Es probable que GAESA pase a ser administrado por instituciones civiles con el objetivo de burlar el embargo de Estados Unidos. Si eso sucede, Díaz-Canel y su entorno ganan, porque pueden administrar directamente la caja fuerte y acometer proyectos que por falta de dinero no pueden ejecutar. El gobierno sabe lo impopular que es la arrogancia de GAESA, que no rinde cuentas a instituciones gubernamentales, que en plena crisis económica sigue apostando por la construcción de hoteles y apertura de nuevas tiendas en MLC. La muerte de López-Calleja y la merma de poder de Raúl Castro pueden precipitar cambios interesantes. Siempre dentro de la lógica del poder establecido”.
Otro diplomático es escéptico: “Vaticinar en la política interna del régimen cubano es muy complejo. El hermetismo es casi absoluto. El gobierno tiene claro que quiere conservar el poder sin cambiar las reglas del juego político y solo quieren aplicar tímidas reformas económicas. No soy optimista. Desde hace seis años, con la muerte de Fidel Castro, se esperaban reformas profundas que nunca llegaron. Al contrario, hubo un retroceso. Aunque el modelo es disfuncional, no creo que el gobierno realice cambios de corte democráticos. Ni siquiera en materia económica al estilo de China o Vietnam. Miran más al modelo ruso. Saben que a Cuba les separa noventa millas de Estados Unidos y conocen que el poder político y económico de los exiliados cubanos los sepultaría. Claro que hay diferencias dentro del gobierno y las lógicas ambiciones de mayor poder y protagonismo. Pero el deseo de no perder el poder es más fuerte”.
La muerte de López-Calleja podría marcar un antes y un después. O puede que no. El relato en Cuba es tan absurdo que aplicar la lógica sería una pérdida de tiempo.
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