Por Luis Cino.
El reguetonero Jorge Junior, director del grupo Los Cuatro, residente desde hace años en Miami, se enredó en una maraña de ambigüedad cuando el youtuber Papel Encara le preguntó si en Cuba hay una dictadura.
Nervioso, con una voz entrecortada que en nada recuerda a la que emplea para sus tiraderas, Jorge Junior intentó definir qué es una dictadura, pero como parece que las características que alegó no le resultaron suficientemente malas, terminó con una conclusión que pudo haber sido dictada por Salomón y mal traducida por Tres Patines: “Yo no hablo de lo que no sé. Lo que sí sé es que hay muchos errores, hay muchas cosas que no están bien hechas ni bien pensadas por el gobierno y que están afectando al pueblo”.
Vamos, Jorge Junior, te pasaste de prudente: eso casi que lo pueden decir Michel Torres y sus adláteres del programa Con filo, o algún periodista atrevido de un periódico provincial o hasta del mismísimo Granma.
¿Sería, ya que se metió en definiciones, que a Jorge Junior decir “dictadura” le pareció insuficiente, por el sentido provisional y para situaciones de emergencia que se le daba al término en Roma antes del tiempo de los César, y hubiera preferido darle al castrismo el calificativo de “tiranía”?
No, eso sería esperar demasiado de las neuronas de un reguetonero para el que dictadura fue la de Hitler, si es que sabe quién fue Hitler. Y ni hablar de su valentía. ¿Cómo va a enojar Jorge Junior a los mandamases que lo pueden castigar impidiéndole venir a Cuba, a recholatear y presumir de su dinero y la pacotilla, como ha hecho su coleguita El Micha?
Quienes se fueron de su país por motivos que siempre, de un modo u otro, van a parar a la política, bien valdría la pena que, si viene al caso, hablen claro y dejen los subterfugios.
De tan frecuentes, ya no deberían asombrar las evasivas, zorrerías, circunloquios y pendejadas de los artistas cubanos que, en el exterior, en lo que respecta al régimen castrista dicen ser apolíticos, pero que se prestan gustosos a participar en cuanto guateque y pachanga oficialista son convocados cuando están en Cuba.
No es que uno apruebe y aspire a que los artistas cubanos tengan que pasarse la vida haciendo declaraciones políticas, ni que en cuanto pongan un pie fuera de Cuba, precisados por youtubers e influencers en plan de inquisidores que cual cederistas de signo contrario exigen combatividad, tengan que aceptar convertirse en activistas del agit-prop anticastrista. Nada de eso. Los que estamos en pro de la libertad artística no podemos de ningún modo aprobar que los artistas sean acorralados e interrogados con propósitos políticos. Pero sí podemos esperar de ellos que se comporten con dignidad y que se den a respetar.
Los artistas están en su derecho a no hablar de política. Es más, se les agradece que no hablen si lo que van a hablar es mierda. Y peor aún, si luego van a rectificar y pedir perdón, aquí en La Habana o allá en Miami, por lo que dijeron.
Jorge Junior es mejor que desista de ser politólogo. Puede seguir en su tiradera contra sus colegas, sin molestar al régimen, recaudando dólares de los aseres recién llegados a Miami que de su pasado solo dejaron atrás la libreta de abastecimiento y el carnet de identidad.
Reguetoneros y reparteros, ya hay bastantes en la tiradera contra la dictadura. Tantos, que, parafraseando aquella vieja consigna castrista referida al Movimiento de la Nueva Trova, se pudiera afirmar hoy que “el reguetón es un arma de la contrarrevolución”.
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