miércoles, 2 de marzo de 2011

De la libreta de racionamiento a la planificación de mercados.

Por Rafael Urriola.

La reforma económica iniciada en Cuba con un debate masivo inquieta a la población en cuanto a su futuro. Ella enfrenta a los cubanos a alternativas que desconocen. La oferta de un país sin "colas" y con ingresos razonables se balancean frente al temor de que se podrían reducir los innegables beneficios sociales que tiene la población, entre otros en salud y educación.

Los cubanos no pierden su esencial optimismo pese a su precariedad económica. Un salario mensual equivale a 20 o 30 dólares. Muchos hogares son mantenidos por modestos envíos de algún familiar en el exterior. Numerosos jóvenes se preguntan si vale la pena trabajar por una suma que se puede obtener en solo algunas horas con ventas semilegales de productos extranjeros. A ese rebusque los cubanos le llaman "resolver".

Los economistas sostienen que cuando existe una distorsión tan brutal de los precios relativos (los bienes bajo control y los "liberados") se crean economías paralelas, que perjudican justamente a los productores de bienes esenciales, generalmente con precios fijados por el estado.

La reforma propuesta tiene como eje el crecimiento de la producción agropecuaria y la reducción del empleo público. El gobierno cubano anunció que hasta abril de 2011 se suspenderán 500.000 puestos públicos, y otro millón de personas deberán reciclarse en un par de años. Es decir, cerca del 30% de los 4,8 millones de trabajadores de un país que tiene 11,5 millones de habitantes.

El anuncio del fin de las "libretas" es bien recibido por la población porque él está asociado a "colas" interminables y tediosas. Pero al mismo tiempo se instala el temor de si los nuevos salarios permitirán adquirir esos mismos bienes -por escasos que sean- cuando éstos se transen a precios de mercado.

Se autorizaron 178 oficios en los cuales las personas podrán trabajar de manera privada: restaurantes privados, reparación de bicicletas, vendedores y reparadores de zapatos y vestimenta, etc.. Es decir puros pequeños emprendimientos.

En todas partes el problema de la falta de recursos para las pequeñas empresas es una traba casi insuperable. En Cuba ello podría ser aún peor porque, además de no existir un mercado financiero para pequeños empresarios, tampoco existen los insumos para que los emprendedores atiendan a sus eventuales clientes. Sabido es que el malestar social se exacerba cuando en los procesos de ajuste quienes optan por una iniciativa privada no tienen acceso a las condiciones mínimas para hacerla funcionar, y se desesperan.

De igual modo, no basta con dar la tierra a los campesinos si no se le entregan los medios para producir. El diario oficialista Granma informó hace poco que entre septiembre de 2008 y enero 2011, se habían distribuido 1,18 millones de hectáreas a 128.435 personas, prueba clara de la marcha atrás en materia de colectivización. Cuba tiene tierras improductivas que le permitirían reducir las importaciones de alimentos que alcanzan 2.000 millones de dólares por año (80% de lo que se consume en el país).

Alejandro Pável Vidal, académico de la Universidad de La Habana declaró hace poco que "El nudo central de la reforma económica es la agricultura y si esto fracasa todo fracasará".

Hasta ahora los resultados son modestos. Y puede ser que para tener éxito se requiera una envergadura de reformas mucho mayor de lo que los economistas cubanos suponen o desean. De hecho, el propio Olivera reconoce que 30% de las tierras distribuidas aun no entran en producción. El ministro de Economía Marino Murillo, afirmó "que el sector agropecuario tuvo una baja de 2,8% en la producción en 2010" y parte de los resultados negativos se dieron en 12 subsectores entre los cuales están arroz, carne, huevos y hortalizas.

El Partido Comunista cubano espera resolver todas o parte de estas inquietudes en el VI Congreso a realizarse en abril de 2011. Pero sus militantes tienen muchas dudas porque hace 13 años que el Partido no realiza Congreso ni debate alguno, y parte de los temas pendientes están reventando socialmente.

Es evidente que la economía estará en el centro del debate. Hoy circula en el país un documento de 32 páginas con los principales lineamientos de los cambios sugeridos, que plantea que "sin renunciar a la planificación socialista el proyecto quiere desarrollar la iniciativa privada y reducir los controles estatales", "reconociendo y estimulando" las empresas mixtas, las cooperativas y los trabajos por cuenta propia.

Al mismo tiempo, propone conceder mayor autonomía en cuanto a precios e inversiones a las empresas públicas, y cerrar aquellas que sean evaluadas como poco rentables. Plantea asimismo la implantación de impuestos territoriales a las empresas para contribuir al desarrollo local.

En este escenario, el anuncio del fin de las "libretas" que permiten a los cubanos acceder a un puñado de bienes básicos a precios muy bajos, es bien recibido por la población porque él está asociado a "colas" interminables y tediosas. Pero al mismo tiempo se instala el temor de si los nuevos salarios permitirán adquirir esos mismos bienes -por escasos que sean- cuando éstos se transen a precios de mercado.

En la actualidad el mercado negro de ellos existe, por lo cual una gran mayoría de cubanos tiene dos trabajos, el oficial y otro que funciona en el mercado paralelo con otros precios y otras reglas. La desaparición de la "libreta" -que se anuncia progresiva- podría tener efectos desastrosos para quienes queden "anclados" en los salarios actuales.

Otro cuello de botella de las reformas está en la distribución de los alimentos porque los sistemas de cuotas funcionan de manera muy diferente a los de mercado y se necesitan otras modalidades de transporte, infraestructura y almacenamiento.

Si bien el documento que circula en el país usa numerosos conceptos económicos relacionados con gestión, eficiencia y asignación racional de recursos, es pertinente interrogarse si es posible hacer todas las reformas propuestas manteniendo los fundamentos del actual modelo socialista cubano.

Para algunos, el objetivo estratégico de la nueva dirección es liberar mercados pero mantener el férreo control político del país. Todos saben que ello no es fácil, menos aún en países donde las cúpulas gubernamentales no se han renovado en muchos años. La presión que abren las reformas empuja inevitablemente las reformas políticas. Así ocurrió en toda la órbita soviética y así ocurre hoy en el Oriente Medio.

Para otros analistas críticos, el texto más que introducir un debate económico es adelantar un escenario preparando a la gente para que acepten y se adapten a los tiempos difíciles que se avecinan. La disidencia aprovecha la oportunidad para destacar que la ausencia de derechos civiles impedirá al pueblo cubano luchar por el respeto a los derechos sociales adquiridos.

Como sea, se genera la percepción de que las cosas en Cuba tienen perfil de cambio, ahora sí. La encrucijada es si habrá una apertura capitalista radical con transformaciones profundas en los lineamientos estratégicos vigentes hasta hoy, o si se rearmará el modelo con una apertura económica y política que mantenga la protección social y los accesos equitativos a bienes y servicios públicos, como mitigación de los impactos de mercado que vienen. El punto de incógnita son los 500 mil cesantes del aparato público anunciados para abril. Es mucha gente.
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