martes, 15 de marzo de 2011

Las claves de la devaluación del CUC: un camino de vuelta sin retorno.

Por Elías Amor.

¿Por qué una devaluación del peso convertible? ¿Por qué ahora? Este 14 de marzo se ha publicado en Granma el Acuerdo No. 30/11 del Comité de Política Monetaria del Banco Central de Cuba. Lo firma Ernesto Medina Villaveirán, ministro-presidente del organismo, por el cuál se decide la paridad entre el dólar de EE UU y el CUC, lo que equivale a una devaluación del 8%. Esto significa regresar a su valor anterior a 2005, manteniendo constantes los impuestos al cambio interno de pesos por CUC, así como las comisiones efectivas sobre las operaciones, situadas en el 3,5%.

Volver a la situación anterior a 2005 supone reconocer públicamente que la decisión adoptada en aquel momento no fue la más adecuada para el devenir de la economía nacional. Los vaivenes en las decisiones de política económica no contribuyen a reforzar de la credibilidad de un gobierno, y suelen ejemplificar situaciones de alto riesgo en las que se percibe algún conflicto, cuya solución exige este tipo de medidas.

En cierto modo, aquella decisión de revaluar no fue acertada. Entre 2006 y 2009 la economía del régimen de los Castro observa cómo año tras año el PIB registra niveles de crecimiento cada vez menores, sin que la crisis económica mundial o el paso de los ciclones puedan explicar la dramática evolución de sus cuentas, consecuencia de la acumulación de graves desequilibrios internos y externos.

El banco de experimentos irresponsables en que se ha convertido la economía castrista desde que Raúl Castro alcanzó el poder, después de la enfermedad de su hermano, llega ahora al clímax con una revaluación de a moneda convertible, el CUC, la más utilizada en la economía progresivamente libre que se está desplegando en la Isla, sobre todo en los mercados agropecuarios, la venta de electrodomésticos, ropa y calzado, o por ejemplo, en el disfrute de estancias en los hoteles y en las comidas en restaurantes.

Para una amplia gama de bienes y servicios comercializables, el peso cubano, la moneda histórica, se ha convertido en un marginado, cada vez más relegado a operaciones dentro del racionamiento precario de la libreta.

Y ahora se descuelgan con una devaluación inesperada del CUC, que mantiene el cambio con el peso cubano en los 24, que se fija en las CADECAS, y el impuesto del 10% sobre las operaciones en dólares.

Los economistas anticipan que la devaluación del tipo de cambio nominal es una medida que traslada sus efectos directamente al sector externo, aumentando las exportaciones y reduciendo las importaciones. Como consecuencia de ello, se espera un aumento del superávit comercial y una menor necesidad de financiación externa. Este es el efecto que cabe esperar en una economía de base productiva ordenada y con capacidad de reacción. Pero, examinemos la economía cubana en 2011.

¿De verdad alguien puede pensar que la producción interna se verá estimulada por la dificultad para importar? ¿Cómo se entiende esto en un país que se ve obligado a comprar cereales y carne al contado a su principal adversario del norte, y así evitar hambrunas y carestías, ante la incapacidad e ineficiencia de los sectores para producir más a corto plazo?

¿A qué precio van a pagar ahora las empresas, tanto cubanas como extranjeras, los insumos y servicios procedentes del exterior que en la economía cubana no existen?

Si alguien se hubiera detenido a pensar estas cuestiones con detenimiento, se habría dado cuenta de que, en ausencia de un comportamiento desigual de los precios internos y externos (de hecho se han mantenido bastante ajustados en los últimos años), no existe razón alguna para devaluar.

Desde hace años, vengo señalando que el problema de competitividad de la economía nacional no es de precio, sino de oferta de bienes y servicios que se puedan poner a la venta en condiciones adecuadas de cantidad y calidad en los mercados mundiales. Cuando se enterró para siempre el sector del azúcar en 2002, una de sus últimas tropelías de Fidel Castro, se perdió la oportunidad de obtener ventajas de la competencia internacional vía precios. Ahora ni el níquel ni el tabaco pueden tomar las riendas del proceso.

El problema aparecerá cuando se tengan que comprar los bienes intermedios, bienes de equipo que son necesarios para las devastadas infraestructuras del país, la tecnología o los alimentos en los mercados mundiales, justo en un momento de alzas de precios a nivel internacional. Ni siquiera el tiempo ha sido elegido de forma adecuada.

No se va a ajustar la balanza comercial con esta medida, porque la dependencia externa impide que la producción exterior se sustituya por la interna. Durante décadas, y para superar su atraso industrial y tecnológico, la economía cubana necesitará importar del exterior todo tipo de bienes y servicios, y para ello se requiere una moneda fuerte, justo lo contrario.

La segunda pregunta a atender es ¿por qué de la devaluación justo ahora?

Los gobiernos devaluadores saben que, a corto plazo, este tipo de medidas genera una cierta euforia que evita pensar en los graves problemas que subyacen de fondo. Qué duda cabe que las remesas se van a cambiar por más CUC, dados los impuestos, y que los precios turísticos internacionales pueden ser más competitivos.

Pero el azúcar que un turista pone en su café en un hotel de Varadero debe ser importado de Brasil, y seguro que a precios más elevados, por lo que el consumo de productos en Cuba será más elevado. Los que quieran comprar artículos de vestido o calzado en las tiendas de oferta internacional, verán cómo los precios inician su escalada. ¿Consecuencias? Los vendedores de los mercados agropecuarios tendrán que elevar también los precios de sus productos, y las empresas extranjeras verán cómo les cuesta más traer los bienes intermedios que incorporan a sus productos, lo que les resta competitividad internacional.

Conclusión, una medida cortoplacista, miope, que busca crear condiciones ficticias y reducir la tensión social que se está produciendo en la Isla con las medidas liberalizantes de Raúl Castro.

Pero a nadie se le oculta que es una grave amenaza a medio plazo, porque no va acompañada de las medidas adecuadas para alcanzar efectos positivos. Al final se ha cumplido el designio histórico: el CUC se vincula en paridad a la moneda del enemigo del Norte, y eso supone, por definición, que el sector abierto de la economía castrista, el que se financia con la moneda convertible, se ata de manos y pies a los ciclos de la economía de EE UU.

Que alguien lo consulte en el diván. En términos económicos, esto es simplemente una aberración.
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