lunes, 21 de mayo de 2012

El embargo y la parte que nos toca (2 y final).

Por Laritza Diversent.

No quiero convencer a nadie de que Cuba es un infierno. Ni cambiar la opinión de quienes la imaginan como un paraíso. Sin embargo, me molesta leer en la prensa oficial que en Washington se implementan medidas para recrudecer el ‘bloqueo’.

No soy política, pero cada día amanece para mí lleno de vicisitudes con el transporte, los alimentos, las medicinas… Todo es un problema y no creo que el responsable sea el embargo de Estados Unidos, aunque es la justificación perfecta.

Después de 50 años, la medida estadounidense se convirtió en política y es una medida política, no económica. En las tiendas de recaudación de divisas hay productos Made in USA y Cuba exporta alimentos también de ese país. Pero la cosa sigue estando mala por culpa del ‘bloqueo’. Al menos es lo que a diario se lee en la prensa nacional.

Por otra parte, el ciudadano común no siente el embargo a pesar de vallas propagandísticas que le recuerdan que, en una semana sin ‘bloqueo’, se pueden comprar 11 locomotoras. Todo eso es intrascendente cuando la gente anda en busca de alimentos para poner en la mesa familiar.  O  intenta evadir la persecución policial, por una libra de café y dos de queso adquirida en el mercado negro.

La verdad es una sola: el embargo no ha logrado la caída del régimen comunista y su eliminación tampoco supone la desaparición de las desigualdades sociales. Lo triste es que uno y otro gobierno lo han tomado como una carrera de resistencia. Pero la factura la pagan otros.

Alan Gross, el subcontratista norteamericano, intentó poner su granito de arena en mejorar las comunicaciones de la isla con el exterior, un gesto que se valora y agradece. Eso no fue suficiente y enfrenta una condena de 15 años de prisión. Uno de los tantos resultados del diferendo político entre Cuba y Estados Unidos.

Estoy a favor de la eliminación del embargo o, por lo menos, las normas que lo agravan. Lo considero una medida ineficaz, aunque reconozco que las personas a las que el gobierno cubano confiscó sus propiedades, merecen una justa indemnización.

Es hora de hacer propuestas y negociar, si verdaderamente se piensa en el futuro de Cuba. Es el momento y la oportunidad. La popularidad del añejo líder está en el suelo, la economía socialista en bancarrota y no hay forma de satisfacer las demandas sociales.

Hace falta que desaparezca la supuesta "amenaza externa", para que los cubanos actúen por sí solos, no manipulados por el hambre. En vano algunos piensan que, una agravación del ‘bloqueo’, nos hará salir con los calderos a la calle. Si antes no sucedió, ahora menos.

Es cierto. Posiblemente después de una hipotética eliminación del embargo, el gobierno continuará manteniendo los permisos de salida, deportando a los orientales para sus provincias y no nos permitirá invertir en la economía en igualdad de condiciones con los extranjeros.

Tampoco dejará de reprimir a quienes se opongan a sus políticas. En fin, seguiremos sin  libertades. No obstante, pudiera desaparecer la censura informativa, los cubanos podrían tener más contactos con el exterior, y sobre todo, no habrá justificaciones para esos dirigentes que llevan medio siglo echándole al ‘bloqueo’ la culpa de su fracaso.

Es hora de pensar con los pies en la tierra, principalmente aquéllos que viven en demoracia, del otro lado del mar. No es justo que hagan política con nuestra infelicidad. El embargo es una piedra en el zapato.
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