jueves, 10 de mayo de 2012

No pagar, no cobrar: la tragedia de las empresas cubanas.

Por Osmar Laffita Rojas.

En estos momentos, uno de los aspectos que más lastran la eficiencia y rentabilidad de las empresas cubanas son las cuentas pendientes por pagar. Es algo realmente antinatura, porque se infiere que tales entidades deben tener dinero para reponer los gastos del proceso productivo: el costo de las materias primas, el consumo de electricidad, agua, teléfono, transportación, el salario  de sus trabajadores, las obligaciones tributarias con el Estado, así como los fondos destinados para la compra de equipos y maquinarias, de acuerdo con los planes de ampliación de los objetos productivos y de servicios de la entidad.

En el mundo empresarial es normal que, ajustado a los contratos entre las diferentes personas jurídicas, una está obligada a la producción de mercancías, al tiempo que quien compra esas mercancías está obligado, de acuerdo a lo convenido, a efectuar el pago en el plazo acordado. Pero este elemental procedimiento no se cumple en las transacciones de la mayoría de las empresas cubanas.

Después de diversos eventos dirigidos a poner en orden todo el desastre ocasionado a la economía nacional por el  gobierno de Fidel Castro, no se entiende que, trascurridos cuatro años de gobierno de  Raúl Castro, continúen los males que durante decenios arrastró el sistema empresarial cubano.

El Banco Central de Cuba y el Ministerio de Finanzas y Precios dispararon la alarma, porque se ha incrementado, de manera exponencial, el número de empresas que no cumplen con sus obligaciones de cobro y pago de sus cuentas pendientes.

Tomemos como muestra el informe del estado de cuentas por cobrar, que elabora anualmente el Banco de Crédito y Comercio (BANDEC), en la provincia de Pinar del Río. Al término del año 2009, fue de 336.000 dólares. Trascurridos tres años, el BANDEC de esa provincial informa que el año 2011 cerró con 1,2 millones de dólares como balance de cuentas por cobrar.

El capítulo de las cuentas por pagar de las empresas pinareñas es aún más grave. Finalizado el pasado año, muchas de ellas no habían honrado sus obligaciones de pago. La deuda se eleva a más de 1, 3 millones de dólares.

En uno y otro caso, las cifras hablan por sí solas. Son una señal del alto nivel de indisciplina financiera reinante.

Uno se preguntan: si estas empresas no tienen dinero, entonces ¿cómo es posible que funcionen?  El primer efecto negativo de tales prácticas es que no cumplen su objetivo económico, porque, si no tienen dinero, su gestión productiva y comercializadora no puede ser ejecutada.

Uno de los problemas que genera tal desorden es la proliferación de la corrupción y todo tipo de acciones delictivas. Las empresas tienen cuantiosas deudas y no las pagan, y, por otro lado, otras tienen elevadas sumas de dinero por cobrar y no las cobran, lo que propicia los manejos turbios.

Los pocos que se han atrapado cometiendo sus fechorías están tras las rejas, pero muchos continúan impunemente en sus acciones delictivas, al amparo del descontrol y el desorden existentes.

Como cada día es mayor el monto de dinero pendiente de cobrar, por parte de las empresas, ello complica en extremo su normal funcionamiento.

Al no tener dinero para pagar a sus proveedores, así como los insumos requeridos para su proceso productivo, y realizar otros pagos necesarios para su normal desenvolvimiento, se enfrentan a una encrucijada: continuar los vínculos comerciales con las entidades con las que no han honrado sus cuentas pendientes de pago, o interrumpir sus contratos y no producir.

Ante tal dilema, el Estado ha tenido que asumir las deudas empresariales con el dinero del presupuesto nacional,  realizando los pagos para evitar que las entidades se paralicen.
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