Por Zoé Valdés.
Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero fueron dos opositores pacíficos al régimen totalitario de los Castro, asesinados ayer tras la chapuza cometida por los agentes castristas de la policía política: un crimen político enmascarado bajo un accidente de tráfico. Nada nuevo en aquella isla, tan promovida últimamente por los verracos del exilio y los bichos de la disidencia de nuevo diseño, basándose en los supuestos cambios del raulismolight. Sí, esos son los cambios de Castro II, ya no juzga ni fusila en menos de 48 horas, como hacía su hermano, ahora mata, envenena, ahorca, inventa accidentes trágicos, etc.
La hija de Payá, Rosa María Payá, confirmó que el vehículo en el que viajaba su padre había sido embestido en varias ocasiones (testimonio en entrevista de audio de esRadio), el chivatiente agentón de la DSE, Carlos Serpa Maceira, se gastó una broma en la red, y más tarde un sitio oficialista del régimen publicó una foto falsa del accidente. ¿Qué más pruebas quieren? Pero todavía la prensa de este mundo de lentejuelas y pelucas necesita pruebas para confirmar los asesinatos de los Castro. ¡53 años de dictadura cruel y asesina y todavía necesitan pruebas!
Oswaldo Payá era, desde el Proyecto Varela, uno de los más temidos y odiados demócratas cubanos. El Proyecto Varela fue determinante para que se produjeran las detenciones de la Primavera Negra del 2003. La mayoría de sus activistas fueron apresados y condenados, salvo Payá. No lo hicieron para desmoralizarlo y desmembrar el movimiento en torno a él y al proyecto. Payá siguió trabajando, más personas se le sumaron, y recientemente había creado el Proyecto Heredia, a mi juicio más contundente que el anterior. Su casa no dejó de estar vigilada, y cercada, ni un segundo, los mítines de repudio a él y a su familia se sucedían a cada rato, las amenazas de muerte arreciaron en los últimos tiempos. Payá siguió trabajando, pero ahora muy solo, y sin armar showcitos de pacotilla, con la mayor dignidad posible.
El Premio Sajarov y nominado en dos ocasiones al Nobel fue abandonado por la prensa internacional, todo hay que decirlo, en aras de las nuevas tecnologías y los nuevos protagonistas de esas tecnologías, como menciona él en este video, su última entrevista. Payá, un hombre de Dios, un hombre de paz, fue abandonado también por su iglesia; en la última visita del Papa, el Santo Cagalitroso decidió visitar al Cagalitroso Comandante, aconsejado por los maléficos Bertoni y el "inefable ladino" Cardenal Jaime Ortega y Alamino, quien ayer fue el primero en llamar a la familia para dar la mala nueva.
Desprotegido por todos como estaba Payá, como están ahora mismo otros disidentes en Cuba, dentro y fuera de las cárceles, era lógico que el régimen se aprovechara y lo asesinara. Sabiendo que la labor de Payá, como la de Antúnez, como la de Sonia Garro, Martha Beatriz, Sarah Marta Fonseca, Ramón A. Muñoz, es la de ir puerta por puerta, y llegar a la gente, al pueblo.
Todavía no he oído a ningún presidente lamentar la muerte de Payá y de Cepero. El presidente Barack Obama no ha dicho ni esta boca es mía. Rajoy, que yo sepa, nada de nada. Hollande en lo suyo. La Merkel, ¿cuándo ha dicho algo la Merkel por los cubanos? Y así sucesivamente...
Entre tanto, algunos ya empiezan a aprovecharse del tema, y a facturar la noticia a su favor. No es irracional, eso es también el pueblo aquel de basura que tenemos. Un pueblo desagradecido, ignorante, y que se merece lo que tiene. Y desde luego, no se merecían al hombre que fue Payá, ni al estudiante de Medicina que fue Cepero, joven activista del Movimiento Cristiano Liberación, que expulsaron de la universidad únicamente por estampar su firma en el Proyecto Varela, junto a otros dos estudiantes.
Espero que las veintitrés mil firmas de aquel proyecto tengan el valor de desplazarse al velorio y entierro de este gran cubano, y que la parte que queda con vergüenza de aquel pueblo también lo haga de manera masiva. Espero que un día Oswaldo Payá, Harold Cepero, y los que anteriormente fueron asesinados, sean reconocidos como se merecen.
Sólo deseo, con toda la ira que me aprieta el pecho, que los Castro tengan el final que tuvieron Sadam Hussein y Gadafi. Pero claro, Dios ha enviado ya varias señales al pueblo cubano, como mismo se la envió al pueblo tunecino en la figura de un joven vendedor de verduras. Tras su muerte, el pueblo árabe reaccionó en una ola asfixiante en contra de los tiranos. Dios nos ha enviado señales bajo los nombres siguientes: Miguel Valdés Tamayo, Orlando Zapata Tamayo, Juan Wilfredo Soto, Laura Pollán, Wilmar Villar Mendoza, y ahora Oswaldo Payá y Harold Cepero... Y aquel pueblo no se entera. ¡Pues que lo parta un rayo!
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