¿Quién ignora la historia del comandante de la revolución cubana Huber Matos? Creo que muy pocos. Antier, mientras iba en el metro a encontrarme con mi amigo Rogelio Martínez, de paso por París, pensé que en estos días de tanto dolor tras la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas, el líder del Movimiento Cristiano Liberación en Cuba, y del joven activista Harold Cepero, en un simulacro de accidente de tráfico por parte del régimen castrista, necesitaba de una persona que fuera la más capacitada y autorizada para hablar de los Castro y de sus crímenes. Esa persona no podía ser otra que Huber Matos. Y esta es la entrevista, donde también se habla de la trayectoria de este hombre que conoció en carne propia de la maldad de los dos dictadores.
¿Cómo fue su infancia y juventud en Cuba? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿En qué zona de Cuba creció?
-Mi infancia fue la de un niño que creció en un pequeño poblado, en Yara, un pueblo histórico de la provincia de Oriente. Mi padre era el juez del pueblo, como Cuba era una república joven no hacía falta ser abogado para ser el juez del pueblo. Se escogía a una persona honorable y con prestigio. El juez no cobraba sueldo. Además mi padre era un pequeño agricultor.
-Mi madre era la maestra y directora de la escuela de cuatro aulas del pueblo. Era una mujer idealista que todas las noches nos leía a los cinco hermanos por una o dos horas, a la luz una lámpara de luz brillante. Leía pasajes de libros históricos y de obra clásicas. Lo hacía con el propósito de formarnos como personas de principios. Nuestra abuela nos iba acostando en el orden que nos dormíamos.
Era usted un joven cubano, maestro, campesino, ¿qué le hizo unirse a Fidel Castro y no formar un movimiento propio, independiente para hacer la revolución o liderar un cambio en Cuba? Usted no era comunista.
-Yo no tenía el propósito en despuntar personalmente. Mi interés era enseñar a la juventud allí donde trabajara como maestro. Cuando Batista dio el golpe de estado quería simplemente cumplir con mi deber de ciudadano en la lucha contra la dictadura. Yo militaba en el Partido del Pueblo Cubano. Un partido que representaba el legado de los fundadores de la nación cubana, se podría decir que era un partido social demócrata. Cuba se había convertido en república porque los Estados Unidos en lugar de ayudar a la lucha de los mambises intervinieron en la guerra contra España. Cuando se retiraron de Cuba dejaron una enmienda en nuestra constitución que les daba el derecho a seguir interfiriendo.
-No, en absoluto, yo no era comunista. Los comunistas en aquel tiempo hacían mucho énfasis en la dictadura del proletariado y para mi cualquier cosa que propusiera una dictadura era la negación de la libertad. La república tiene que garantizar los derechos de los ciudadanos y un nivel de vida aceptable. Los comunistas con su fanatismo y su dictadura eran un peligro para Cuba.
Después de haber sido uno de los comandantes más importantes del grupo de Fidel Castro, usted es juzgado por los hermanos Castro y condenado a más de veinte años de cárcel. Usted mismo apunta que Castro mató a Camilo Cienfuegos, tal como sospechan muchos. En su libro Cómo llegó la noche están fundamentadas esas sospechas. ¿Podría hablarnos de por qué cree usted que Castro asesinó a Camilo Cienfuegos? ¿Por qué Castro asesina a unos y a otros no?
-Porque Fidel sentía unos celos muy grandes respecto a Camilo. Él sabía que Camilo y yo éramos muy amigos desde la Sierra y aún sabiendo eso, o por esa misma razón, cada vez que Fidel se reunía conmigo me hablaba mal de Camilo. Me decía: “Primero soy yo, después Raúl y luego sigues tú. A tí te sigue Camilo y el Che, pero si el Che fuera cubano estaría en cuarto lugar, en lugar de Camilo porque Camilo es un borracho”. Yo le decía: “No te equivoques, porque Camilo tiene pueblo y es una persona decente”. Entonces él me rebatía buscándole defectos, decía que era un tipo desorganizado, etc. Pienso que Fidel siempre creyó que en esto y en otras cosas podía convencerme a mí como lo hacía con otros.
-Cuando Fidel dijo que nos reuniríamos Raúl, el Che, el y yo en mi casa en Camagüey para definir el curso de la revolución, le pregunté por Camilo y me respondió: “Camilo no cuenta en esto”. Pero en público era otra cosa. Buscaba que la simpatía hacia Camilo ser revirtiera para él, como cuando en un acto masivo preguntó: “¿Voy bien Camilo?”
-Fidel en definitiva es un demonio con condiciones histriónicas.
¿En qué momento percibió la traición de Fidel Castro?
-Desde la Sierra yo empecé a desconfiar de Fidel. Me daba la impresión de ser un hombre vacío de principios. No me gustaba su insinceridad y me daba cuenta que era cobardón y le gustaba el papel de actor. Entre nosotros había un choque de personalidades y discutimos varias veces. Fidel dirigía la lucha pero le gustaba maltratar a sus oficiales, era injusto y le daban arrebatos. Pero el pueblo lo percibía como un patriota.
-Era talentoso y peligroso. Yo no aceptaba insultos ni injusticias y él sabía que siempre estaba preparado para enfrentarlo. Era pícaro, se daba cuenta y después de cualquier discusión me decía “olvídate de eso que yo te necesito”.
-Me sorprendió después del triunfo cuando de vez en cuando me decía que yo era el tercer hombre de la revolución. Repetía que aunque no estuviera escrito en ningún lugar eso era así. Yo siempre le respondía que lo que quería era reincorporarme a la enseñanza, que incluso había una plaza de Ciencias Sociales en la Universidad de Santiago que estaba lista para mí, que no me interesaba la carrera política.
-Me di cuenta del problema comunista cuando llegamos al poder. Había cierta alianza entre Raúl y el Che con los comunistas. Los comunistas empezaron a ocupar fincas y otras instalaciones para provocar y crear el caos. Yo conocía las historias de los comunistas en Europa.
-En una oportunidad, en la provincia de Camagüey, los comunistas tomaron una fábrica que preparaba carne en conservas. Los dueños se quejaron y yo fui a reunirme con los trabajadores y allí me di cuenta que eran Raúl y el Che los que estaban atizando la huelga. Lo que los revolucionarios queríamos era orden y justicia para poder llevar a cabo la reformas que se habían prometido. Ellos estaban saboteando eso para incitar la lucha de clases que en Cuba no existía.
-Discutí esto con Fidel y él me decía que eran cosas de Raúl y el Che, que ellos querían llevar la revolución en otra dirección. Insistía en público y en privado que él no era comunista. Yo tenía sospechas que Fidel me mentía, pero no estaba seguro.
-Tenía que renunciar, plantear mi preocupación y dejar que los eventos como consecuencia de mi renuncia lo obligaran a definirse y así fue. En aquellos momentos, el 26 de julio era un movimiento con fuerza. En la revolución, la mayoría de la dirigencia no era comunista. Creo que no me fusilaron porque el Ejército Rebelde no hubiera estado contento ni la dirigencia del 26, pero aunque hubo quienes se le enfrentaron en privado no hubo ninguna protesta significativa.
-De todas formas, después de aquello todo el que no era comunista y tenía principios sabía hacia dónde íbamos. El aparato represivo no estaba organizado y hubo la oportunidad de frenar la comunicación de Cuba. Lamentablemente el fracaso de Playa Girón consolidó a Fidel.
-No creo que Fidel fuera comunista, ni lo fue ni lo es. Él fue un oportunista. El comunismo le brindó la oportunidad de quedarse en el poder de por vida y convertir a Cuba en su finca privada.
Usted fue torturado en las cárceles castristas, ¿por qué se le cree más a Castro cuando afirma en entrevistas con extranjeros que su revolución no ha torturado a nadie, y no se cree o no se entrevista en contrapartida a personas como usted, o a otros que sí fueron torturados?
-La prensa ha idealizado a Fidel Castro y lo ha ayudado a vender sus mentiras como verdades. Con su enfrentamiento con los Estados Unidos, logró la simpatía en el mundo entero. Ha vendido su imagen a mucha gente tonta que en el mundo se la ha querido comprar. Además de ser un inmoral, es un actor. Se dedicó a hacer la carrera política con perversidad y contra el pueblo cubano. Como profesor de historia no conozco otro personaje que lo supere en la mentira y la perfidia.
También en su libro usted habla de la prominente cobardía de Castro en las batallas, que siempre se escondía detrás de Celia Sánchez y de Melba Hernández. ¿Por qué cree que ha trascendido la versión del héroe castrista en la figura de Castro y no la verdadera, la del cobarde que asesina por la espalda y se esconde detrás de la falda de las mujeres?
-Por la misma habilidad que ha tenido para vender la mentira como verdad. Después de medio siglo de tiranía, todavía hay gente que visita La Habana y reconoce en Fidel Castro a un reivindicador de la nación cubana, cuando ha sido todo lo contrario.
¿Cuál es la cifra de campesinos, soldados, e inocentes asesinados por las tropas castristas durante la insurrección? Son víctimas de las que se habla poco, y también lo son…
-Nosotros peleábamos contra el ejército, no contra los campesinos. Teníamos el apoyo del campesinado y la mayoría de los soldados del Ejército Rebelde eran campesinos de todas las edades. Ésa es la clave del éxito de cualquier guerra de guerrillas, que te escondan, que te ayuden con comida y con información y que sus hijos se sumen a la lucha. Ahora hay un tipo de terrorismo insurgente que aterroriza a las poblaciones, pero en aquellos tiempos, la guerra de guerrillas se basaba en la cooperación de la población del campo.
-Hubo algunos infiltrados que Fidel ejecutó, fueron pocos. En una oportunidad me enteré que quería fusilar a un camagüeyano que se había integrado al Ejército Rebelde porque sospechaba que era un infiltrado. Lo conocía y lo subí a la Comandancia a garantizarlo. Yo era jefe de guerrilla y nuestra función era pelear contra el ejército. En realidad pocas veces descansábamos. Todas las noches había que salir a combatir y muchas veces de día.
-Cuando camino hacia Santiago de Cuba llegué a la Comandancia de Raúl Castro, Raúl me quiso enredar en un juicio a Nino Díaz y no me gustó el asunto. Por supuesto que no me presté a la intriga. A Nino no pudieron condenarlo porque no había razón ni pruebas para ello. En esa oportunidad, Raúl mismo me dijo que antes de llegar él a la zona había unos bandidos alzados, que eran de Santiago de Cuba y que él había resuelto el problema. Cuando le pregunté como lo había hecho me dijo: “Les di guiso”.
-Yo no tenía poder para investigar y cuestionar a Raúl Castro. Pasé por allí para informarle cuál era mi misión según Fidel. La Columna 9 tenía que cercar a Santiago de Cuba para poder lanzar la ofensiva final con un asalto a la ciudad. Había que adelantar el triunfo de la insurrección y establecer en Cuba un Estado de Derecho. Ése era el gran compromiso de la revolución.
Huber, usted declaró en una entrevista que se puede ver en You Tube, que pasado el tiempo no le queda más remedio que admitir que la época de Fulgencio Batista fue mejor que la de Fidel Castro. Viniendo de su parte esta consideración, es de reconocer que sea usted uno de los primeros de esa generación en admitirlo, ¿podría ampliarlo?
-Batista es el padre de Fidel, porque sin su golpe de estado Fidel no habría podido llegar al poder. Al romper el ritmo constitucional, Batista le abrió la oportunidad, luego lo indultó. Pero no es comparable el daño que hizo Batista en sus siete años con lo que ha hecho Fidel en más de medio siglo.
-Aunque Batista fue un usurpador, en siete años de dictadura ni remotamente cometió los daños que ha hecho el castrismo. Batista no destruyó la República ni la moral de los cubanos como ha hecho Fidel Castro. Creo que Fidel conscientemente desbarató la moral de los cubanos, para que le obedecieran ciegamente. Es un matón que sabe que intimidar le permite imponerse y no escatima cualquier medio, por perverso que sea, para lograrlo.
Hace un tiempo lo entrevisté en su casa y me hizo una descripción de Raúl Castro como un tipo muy miedoso frente a su hermano. ¿Podría repetirme la descripción que hizo? Y quizá contar algunas anécdotas, recuerdo una en particular en la que Castro I lo avergonzaba delante de otros compañeros…
-En un encuentro a fines de marzo de 1959 en el edificio del Tribunal de Cuentas, Fidel reunió el pleno de la revolución. Allí estaban los dirigentes del 26 de julio, los comandantes principales, los ministros y algunas personalidades más. Éramos como cincuenta personas.
-Fidel era el único orador y habló como tres o cuatro horas sin concretar nada. Entonces empezó a criticar a Raúl Castro como Ministro de las Fuerzas Armadas porque había demorado el traslado de los cuarteles al campo. Raúl trató de justificar la demora y entonces lo mandó a callar con malas palabras. Raúl trató de defenderse y lo aplastó con insultos. Raúl salió llorando a lágrima viva por la humillación, iba llorando con la cabeza baja.
-Me di cuenta que aquello era muy serio. Allí estaba toda la dirigencia revolucionaria. Me puse de pie y dije: “Nosotros en la Sierra éramos una sola voluntad, ahora que estamos con la responsabilidades del poder, esto nos obliga a actuar de forma que sigamos siendo una sola voluntad”. Fidel se quedó como un minuto en silencio. Y dijo: “Continuemos”.
-Carlos Franqui estaba allí y cuando yo estaba preso se atribuyó la aclaración, pero cuando salí de prisión me dijo: “Huber había que contar lo que pasó y yo no creí que sobrevivirías. Espero que me entiendas y me perdones”. Por supuesto que lo entendí. En realidad, Fidel aprovechó la ocasión para aplastar a Raúl y que todo el mundo le cogiera miedo.
-Cuando terminó la reunión, Fidel me llamó y me dijo: “Huber, voy a hacer un recorrido por Latinoamérica, confío en tí, vigílame a Raúl”. Era otra forma de hacerme creer que yo era importante, pero ese juego no iba conmigo.
-En cuanto al temor de Raúl, era conocido. Raúl tenía fama de cobarde entre todos sus oficiales. Raúl nunca iba a un combate. Una vez cuando le dijeron que venía el Ejército le dijo a Maro, su chofer: “Óye, vámonos de aquí, arriba, vámonos”. Maro contaba que como a la hora de huir de La Maya, le dijo a Raúl: “¿Qué hacemos? Aquí no van a llegar los guardias”.
-Pero a Raúl le gusta ser radical y mandar a matar a la gente de noche. Fidel Castro es un matón y Raúl un radical que mata de noche.
-Recientemente hemos asistido dolorosamente a otro asesinato más de los Castro, el de Oswaldo Payá Sardiñas. ¿Cree usted que verdaderamente sea un asesinato o lo duda como otros lo dudan? ¿Puede hablarme de las muertes recientes en Cuba dentro de la disidencia?
-Los Castro son implacables con sus enemigos. Lo de Orlando Zapata Tamayo fue un asesinato, aprovecharon la huelga de hambre para liquidarlo. Zapata es un héroe y un mártir de esta lucha. Creo que a Laura Pollán la asesinaron también.
-Hay muchas historias terribles que saldrán a la superficie. Ahí está el crimen del remolcador 13 de marzo y también la masacre del río Canimar.
-En el caso de Payá, el régimen ha actuado en forma tan extraña que ha provocado demasiadas sospechas. Si no tuvieron nada que ver en su muerte, ¿por qué no fueron transparentes desde el principio. Les hubiera resultado muy fácil llevar a la viuda de Payá a Oriente, a que conversara con los que se salvaron y en pocas horas todo habría quedado aclarado. ¿Por qué no lo hicieron?
Precisamente Payá decía que el obstáculo para que Cuba sea libre no era el embargo o boicot comercial norteamericano a la isla, sino la tiranía totalitaria que oprimía al pueblo de Cuba. Sin embargo, últimamente una parte de la disidencia junto a una parte de un llamado “nuevo exilio” se empeña en que el problema es el embargo, ¿qué opina de esto?
-Eso es mentira, el problema no es el embargo, eso es comprar la mentira de los Castro. El verdadero enemigo y el verdadero problema es la dictadura. Ahora, como tienen miedo por la salud de Chávez están desesperados por llegar a un acuerdo con Washington y necesitan que se levante el embargo o que por lo menos permitan a los norteamericanos viajar a Cuba de turistas. Con ese ingreso podrían comprar en el mercado internacional parte del petróleo que necesitan para sobrevivir.
¿Qué le diría usted hoy a los cubanos de Cuba, a todos los cubanos?
-Lo que dije hace dos días, junto al Monumento de los Mártires aquí en Miami. Compatriotas, tenemos que cerrar filas para fundar la Nueva República. Mientras no nos unamos en un solo frente, los Castro seguirán cometiendo crímenes, seguirán atropellando al pueblo, seguirán ofendiendo de mil maneras a la nación cubana.
-Es bueno que hayan muchas organizaciones, es una señal de vitalidad. Pero pasan los años y hay veinte o treinga grupos predicando su evangelio y su forma de confrontar al régimen. Cada uno cree tener la razón. Pero la tiranía sigue sometiendo y explotando al pueblo cubano.
-Después de este largo medio siglo, es hora de que de que abandonemos las aspiraciones personales, los liderazgos y otras cosas insignificantes. Nuestro país está arruinado y nuestro pueblo está desesperado.
-Aquí está entre nosotros Reina Luisa Tamayo, la madre de ese gran cubano que fue asesinado con absoluta crueldad. Un verdadero patriota que dio su vida por la libertad. Perdimos a Laura Pollán en misteriosas circunstancias. Ahora ha tocado el turno a un gran hombre como Oswaldo Paya. Su muerte ha sido manipulada por el régimen en una forma turbia y cínica. ¿Qué esperamos? ¿Qué asesinen uno a uno a toda la dirigencia de la oposición?
-Estamos obligados a la reflexión inteligente y a la decisión patriótica. Unámonos, dejemos a un lado todas las diferencias. Hay que pensar en Cuba por encima de todo.
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