Por José Hugo Fernández.
Si una libra de carne de puerco cuesta 30 pesos, al aumentar los salarios (y el dinero circulante), podría duplicar su precio, en una carrera inflacionista cuyas consecuencias no hace falta ser genio de la economía para vislumbrarlas
Mientras el Banco Nacional de Cuba estudia echar al ruedo nuevos billetes de alta denominación, dicen que con miras a eliminar el cáncer de la doble moneda, la prestigiosa compañía internacional de estadísticas NATIONMASTER ha publicado su último ranking sobre los salarios, donde nuestra islita aparece en la cola de la cola, a nivel de todo el planeta, entre los países que peores salarios pagan a sus trabajadores, con promedio de 25 dólares.
Sonriendo para no llorar, como ya es costumbre, uno se pregunta si este asunto de los nuevos billetes no encubrirá otra trampa, encaminada a subir los salarios de un modo superficial, al tiempo en que la oferta en el mercado de alimentos (manteniéndose con las mismas insuficiencias que hasta hoy) responderá subiendo los precios, con lo cual no habrá Dios que frene la inflación.
De tal modo, si hoy una libra de carne de puerco (la única más o menos asequible para la gente) cuesta entre 28 y 30 pesos, al aumentar los salarios y, por ende, la cantidad de circulante, podría duplicar su precio, en una carrera inflacionista cuyas consecuencias no hace falta ser genio de la economía para vislumbrarlas.
Me asusta pensar que ocurra en Cuba lo que ya ocurrió en Alemania durante la llamada república de Weimar, en los años 20, del siglo XX, cuando en apenas nueve meses, una flauta de pan pasó de costar 250 a 200 millones de marcos. La gente iba al mercado a comprar lo poco que había y llevaban el dinero en cochecitos de niños porque ya ni en maletas de viaje les cabía. Es una situación muy conocida, que recogen casi todos los libros de economía en que se habla de los procesos inflacionistas. En Alemania se llegaron a imprimir billetes por un billón de marcos. Incluso, se cuenta que a un señor le robaron la maleta en la que llevaba el dinero, pero le dejaron el dinero y se robaron sólo la maleta.
Históricamente, se conoce que en esa época, en Alemania, se pagaban los salarios cada dos horas, y se daba permiso a los trabajadores para que salieran a comprar antes de que nuevamente subieran los precios de los productos. Una familia vendió su casa en Hansburgo para emigrar a América, y cuando llegaron al puerto, todo el dinero no les alcanzaba para pagarse los pasajes, y tampoco les alcanzaba para pagarse los gastos de retorno al pueblo del que procedían.
Fue una situación de locura galopante. Y cuando uno la repasa, puede comprender mucho mejor las circunstancias en las que en medio de tal desmadre, pudo surgir y ascender como la espuma una figura como la de Adolfo Hitler.
¿Será que detrás de la amenaza de gran inflación que hoy pende sobre nuestras cabezas se oculta algún Hitler caribeño, asechando, sin prisa pero sin pausa?
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