domingo, 19 de abril de 2015

La llegada de Cuba a la lista del terror.

Por Nora Gámez Torres.

Mientras una nueva batalla entre la Casa Blanca y el Congreso podría estar a la vista tras la recomendación del presidente Barack Obama de eliminar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo, nos queda preguntar: ¿cómo llegó allí Cuba?

La historia se remonta a 1981, a la presidencia de Ronald Reagan y la Guerra Fría. Unas semanas después de su toma de posesión, en marzo de ese año, el Consejo de Seguridad Nacional del Presidente comenzó a debatir cómo responder a la guerra civil en El Salvador. Reagan estaba decidido a detener la influencia soviética en el área ejercida a través de los cubanos. El secretario de Estado, Alexander Haig, abogó por “ir a la fuente” e invadir a Cuba, que estaba brindado ayuda y armas a la guerrilla en ese país, aunque no fue secundado en su propuesta, según detallan los autores del reciente libro Back Channel to Cuba, The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana, Peter Kornbluh y William LeoGrande.



A partir de documentos desclasificados, entrevistas con ex funcionarios, artículos de prensa y memorias, los autores documentan los conflictos políticos y negociaciones secretas entre EEUU y Cuba durante cinco décadas, incluidos aquellos que precipitaron la inclusión de Cuba en la lista negra.

Si bien la invasión directa fue descartada en aquella ocasión, Haig intentó presionar a Fidel Castro con la posibilidad de una acción militar para lograr que desistiera de su apoyo a las guerrillas en Centroamérica.

A fines de 1981 y con el deterioro del conflicto armado en El Salvador, EEUU endureció el embargo, la concesión de visas a funcionarios cubanos y anunció los planes para crear Radio Martí. El Pentágono, además, elaboró un plan de sanciones progresivas a Cuba, con el ánimo de disuadir al gobierno cubano de intervenir en el área.

Castro respondió con “la guerra de todo el pueblo”.

“Fue precisamente ante una situación de amenazas y de creciente peligro cuando nos pusimos a pensar, (...) llegamos a ideas verdaderamente nuevas y revolucionarias en la concepción de la defensa; fue así como se pasó de la antigua concepción a la idea de que la defensa militar del país –en el terreno del combate y todo lo que asegura y apoya el combate en cualquier variante de agresión: bloqueo, guerra de desgaste, invasión, ocupación parcial o total del territorio– era, junto a las Fuerzas Armadas, tarea de todo el pueblo y, por tanto, todo el pueblo debía estar organizado y preparado para esa lucha”, explicó retrospectivamente en un discurso de 1984.

Sin embargo, y pese a la retórica de intransigencia dentro de la isla, el gobierno cubano envió, al mismo tiempo, mensajes privados sobre su interés en participar en una posible “solución pacífica” del conflicto y aseguró que había suspendido el suministro de armas a las guerrillas en el Salvador y los sandinistas en Nicaragua, pero una serie de diálogos diplomáticos secretos tampoco dieron resultado.

Con la mediación del presidente mexicano, José López Portillo, que ya se había reunido en privado con Castro en Cozumel, el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez y el Secretario de Estado Haig tuvieron una reunión secreta en noviembre de 1981 en la casa del canciller mexicano Jorge Castañeda en el Distrito Federal. Rodríguez comunicó el apoyo de Cuba a un acuerdo en el Salvador, si este era refrendado por los guerrilleros. Por su parte Haig pidió el cese total del apoyo a las guerrillas y la retirada cubana en África, puntos en los que los cubanos no estaban dispuestos a ceder. Tampoco en su “amistad” con la Unión Soviética.

En enero de 1982, el presidente Reagan declaró en su discurso del Estado de la Unión que “actuaremos con firmeza con quienes quieren exportar el terrorismo y la subversión en el Caribe y en otras partes, especialmente Cuba y Libia”.

Posteriormente, en marzo de ese mismo año y tras la convocatoria a negociar realizada otra vez por el presidente mexicano Portillo –quien advirtió en un discurso que una intervención armada directa de EEUU sería un “error histórico colosal”–, el presidente Reagan envió al embajador especial Vernon Walters “en una misión secreta para reunirse con Fidel y decirle que EEUU quería a Cuba fuera de América Central o de lo contrario tendrían que atenerse a las consecuencias. La inclusión en la lista fue la ‘consecuencia’”, comentó Kornbluh, director del proyecto de documentación sobre Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional.

La discusión entre Walters y Fidel, fue “muy difícil”, según contó Rodríguez al reportero del Miami Herald, Alfonso Chardy, un año después en su despacho en La Habana. “El problema no fue que [las discusiones] fueran duras, fueron muy interesantes, llenas de anécdotas...pero Walters no había venido a negociar, sino a explorar las posiciones cubanas en varios temas, estudiar la atmósfera [y], ver a Fidel personalmente”.

Según el reportero, Rodríguez se quejó de que Walters interrumpía constantemente a Fidel Castro.

Efectivo el 1ro de marzo de 1982, el Departamento de Estado incluyó a Cuba en la lista de países que apoyaban al terrorismo, mientras Iraq era removido. Meses después un reporte de la CIA concluía que “las repetidas ofertas de Cuba para negociar en América Central son un esfuerzo para ganar tiempo y obtener una ventaja propagandística”.

“La incorporación de Cuba no fue considerada significativa en ese momento porque los Estados Unidos ya tenían sanciones económicas generales contra Cuba que se remontaban a principios de los 60; como resultado, las sanciones económicas asociadas a la lista de terrorismo no habrían tenido ninguna importancia en la práctica”, concluye un reporte investigativo sobre el tema enviado al Congreso en el 2005.

“Al eliminar a Cuba de la lista, el gobierno de Obama no sólo ha abierto la puerta a relaciones diplomáticas normales, sino que finalmente se ha recuperado algo de la credibilidad de la propia lista. Cuba nunca se ajustó a la definición de un estado que apoya el terrorismo internacional”, dijo Kornbluh a el Nuevo Herald.

Críticos de esta medida, como el candidato presidencial Marco Rubio alegan que la decisión de la Casa Blanca es “lamentable” y Cuba “es un país que apoya el terrorismo” pues alberga fugitivos de la justicia americana y “ha ayudado a Corea del Norte evadir sanciones internacionales en contra de ese país terrorista”, según declaró el senador en un comunicado.

Corea del Norte, sin embargo, fue eliminada de la lista en el 2008, por el presidente George W. Bush. Los tres países que permanecen en la lista son Irán, Sudán y Siria.
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