Por Iván García.
En la Calle 17, en la barriada del Vedado, frente a la casona que es sede de la Unión de Escritores y Artistas, en una fachada se exhibe una pancarta gráfica con cientos de hombres vestidos de verde olivo, alineados en formación militar y un veredicto rotundo en letras negras a dos columnas: La Cuba post Castro.
La propaganda política del régimen trabaja a todo gas. En murales de escuelas, fábricas, oficinas públicas o en las paredes de un agromercado, es habitual encontrar el llamado “Concepto de Revolución de Fidel Castro” o la repetitiva consigna “Yo soy Fidel”.
A nueve meses y tres semanas del 24 de febrero de 2018, cuando presuntamente Raúl Castro Ruz cederá el poder, nada se sabe del protocolo a seguir para la asunción del próximo gobernante.
Como parte de un cronograma oficial, Mariela Castro Espín, hija del autócrata, ha concedido un par de entrevistas a la prensa internacional, asegurando que su padre pretende dejar sus cargos. Afirmó que desconoce quién lo sucederá en la presidencia y aclaró que no tiene intención de dedicarse a la política.
En un gobierno autoritario que controla el flujo de noticias, hay que saber leer entrelineas. Un lector se transforma en criptógrafo empírico a la caza de un dato o una pista.
Aunque la aburrida prensa nacional redacta en español, cuando se leen sus soporíferos artículos saturados de jergas partidistas y retórica gastada de la etapa de Guerra Fría, es como descifrar un acertijo chino.
Dentro de esa densa cortina de humo, rodeada de secretismos y misterios, se puede sacar en limpio que Miguel Díaz-Canel, uno de los dos vicepresidentes actualmente en funciones, por el kilometraje recorrido dentro de la isla y la cobertura informativa de primer nivel que está recibiendo, es el hombre designado por Raúl Castro para regir los destinos de una Cuba sin el apellido Castro, pero que opta por una variante inédita de neo castrismo.
Alto, de cabellos grises, Díaz-Canel tiene pinta de un galán de cine en su ocaso. Gusta a las mujeres, por su parecido con Richard Gere. Aquéllos que le conocen, dicen que alguna vez fue desenfadado y ocurrente y que cuando ocupó el cargo de primer secretario del partido comunista en Villa Clara, en pleno período especial, se le veía pedaleando en bicicleta por las calles de la ciudad.
Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez nació el 20 de abril de 1960, en la finca propiedad de su familia en el poblado de Falcón, Placetas, Villa Clara. Aida, su madre, era maestra normalista, y Miguel, su padre, obrero de una planta mecánica en Santa Clara. En 2012, el diario La Nueva España reportaba con orgullo que Díaz-Canel era bisnieto de Ramón Díaz-Canel, un asturiano que a mediados del siglo XIX emigró a Cuba.
Gran parte de su vida estudiantil la pasó becado, en la Escuela Secundaria en el Campo Primero de Mayo y en el Preuniversitario en el Campo Jesús Menéndez, ambos en Santa Clara. En 1982 se graduó como ingeniero electrónico en la Universidad Central de Las Villas. Su carrera profesional la inició como oficial de las FAR en una unidad de defensa antiaérea, donde se mantuvo hasta abril de 1985. Tras dejar la vida militar, es nombrado profesor en la Universidad villaclareña. Cumple misión internacionalista en Nicaragua y a su regreso, en 1989, se desempeña como ‘cuadro profesional’ de la UJC provincial.
En 1994 es elegido primer secretario del partido en Villa Clara y nueve años después, en 2003, designado para dirigir el partido en Holguín, una provincia más compleja que Villa Clara. Según moradores locales, su labor en Holguín no se puede calificar de relevante. Eso no impidió que en 2003, a propuesta de Raúl Castro, fuera ascendido a miembro del buró político del partido. En aquella oportunidad, Castro II expresó: “Tiene un alto sentido del trabajo colectivo y de exigencia con los subordinados, predica con el ejemplo en el afán de superarse cotidianamente y ha mostrado una sólida firmeza ideológica”.
Raúl Castro, una especie de mentor de Díaz-Canel, en mayo de 2009 lo llama a La Habana y lo nombra ministro de Educación Superior. En marzo de 2012 termina sus funciones como ministro y releva a José Ramón Fernández como vicepresidente del Consejo de Ministros a cargo de la educación, ciencia, cultura y deporte. El 24 de febrero de 2013 es electo primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, sustituyendo a José Ramón Machado Ventura, histórico dirigente partidista, quien cedió su puesto “en favor de la promoción de la nueva generación”.
Tal vez por ser oriundo de un pueblo pequeño -la población de Falcón es de unos 6 mil habitantes- los que le rodean lo definen como una persona educada y sencilla, que sabe escuchar a sus interlocutores, aunque para algunos no tiene suficiente carisma ni personalidad para ser presidente de la república. Pero al menos en fotos y videos, su imagen se ve distinta a la de esa caterva de funcionarios rancios, que jamás sonríen en sus apariciones públicas. A diferencia de ex dirigentes con edades aproximadas a la suya, como Carlos Lage, Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque, Díaz Canel siempre se mantuvo distante de los focos mediáticos, prefiriendo transitar por caminos más intrincados y anónimos. “No es un nuevo rico ni un candidato improvisado”, dijo Raúl Castro en 2013.
Tiene dos hijos de su primer matrimonio. Actualmente está casado con Lis Cuesta, profesora universitaria a la cual conoció durante su estancia en Holguín. Una fuente del sector cultural en Santa Clara recuerda que “él fue quien autorizó al centro nocturno El Mejunje a ofrecer espectáculos con homosexuales y travestis y la celebración de festivales de música rock. También permitió un espacio radial, bastante crítico con las instituciones del Estado, en la emisora provincial”. A pesar de su apoyo a la cultura, es aficionado a los deportes, en particular el baloncesto.
Díaz-Canel no parece ser un estadista de talla ni un gran orador. Su discurso es lineal, como si estuviera extenuado, sin frases altisonantes y no es muy dado a las arengas antiimperialistas. Un periodista oficial señala que “el tipo no es un vómito de perro como Machado Ventura”. Y cuenta que estuvo presente en un acto en la UPEC (Unión de Periodistas) donde habló Díaz-Canel y sus palabras le dieron sueño, porque “repite la misma letanía sobre la necesidad de mejorar la prensa. Terminados los aplausos, las cosas siguen igual. La sensación que tengo es que está contenido, agazapado, esperando su momento. Es una combinación de Cantinflas con Forrest Gump”.
Un funcionario de una sede municipal del partido comunista, señala que “en diciembre de este año, en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, se escogerán los candidatos, que serán tres o cuatro, y de ellos se elegirá al nuevo presidente”. Lo que está previsto, apunta el funcionario, es que por vez primera el pueblo elija a un mandatario que administrará la nación en los próximos cinco años.
“Eso parece un chiste de mal gusto. Todo el mundo sabe que la lista de los candidatos la cantan desde arriba y los elegibles pertenecen al único partido existente en Cuba”, aclara un militante que conoce bien los mecanismos partidistas internos.
Dentro de un sector de la disidencia y en el exilio, algunos piensan que a última hora, por un asunto de seguridad nacional u otro pretexto, como la situación en Venezuela, Raúl Castro optaría por gobernar cinco años más.
Tomás Regalado, alcalde de Miami, contaba en una entrevista al diario español El País, que había apostado dinero con un amigo, pues tiene la certeza de que Castro II seguirá en el poder. Un historiador jubilado opina lo contrario: “A Raúl ya se le acabó la cuerda. No es una decisión porque el general se haya cansado del poder. Simplemente, si se quiere romper el nudo gordiano del bloqueo, no debe gobernar nadie con el apellido Castro. Yo creo que Raúl se mantendrá detrás del poder, dirigiendo las estrategias a seguir. El próximo 3 de junio cumple 86 años y a esa edad, cualquiera, en cualquier momento, puede cantar el manisero”.
Entre los cubanos que desayunan café sin leche el cambio de batón presidencial no despierta demasiado interés. “La jugada será la misma. El partido comunista es el que más mea. No creo que haya cambios importantes. En lo económico quizás se le ponga fin a la doble moneda o se permitan más cooperativas en el sector del servicio estatal. El guión no cambiará mucho”, asegura el empleado de un centro nocturno habanero.
Un graduado de ciencias políticas es optimista y desea que el relevo presidencial depare sorpresas. “Es otra generación. Por obligación piensa diferente. No se olvide el caso de Gorbachov en la antigua URSS, o de Balaguer, vicepresidente del dictador Trujillo en Dominicana, que inició el camino a la democracia. Como en Cuba hay tanta simulación, del hueco que uno menos se imagina, puede salir un reformista”.
Para insuflar interés entre los cubanos por la política nacional habrá que ser muy creativos. Después de casi 60 años de inmovilismo, la gente mueve los pies por inercia. Por puro automatismo, una mayoría de cubanos asisten a las convocatorias del gobierno. Y aunque públicamente no se manifiestan, en la intimidad confiesan su pesimismo y frustración. Y no creen que una camada más joven de dirigentes sea capaz de edificar un sistema político, económico y social, eficiente y próspero.
Un segmento amplio de ciudadanos está cansado de todo y de todos. No confían en Castro, Díaz-Canel o el que venga. Cambiar el actual estado de opinión exige estrategias atrevidas y promesas nuevas y convincentes. Y la propuesta del próximo gobierno es vender más castrismo. Pero sin los Castro.
0 comments:
Publicar un comentario