Soy de la firme creencia que Fidel Castro, a la hora de adueñarse de Cuba, hizo muchas cosas innecesarias.
Entiendo que se fajara con los norteamericanos y con la Iglesia católica. Eran dos enormes obstáculos que se le interponían a su gestión hegemónica.
Inclusive hasta barrer del mapa a todos los que nos opusimos beligerantemente lo entiendo. Nos lanzamos a evitar que él se cogiera a Cuba y nos pulverizó.
Ahora bien, por qué tuvo que dañar a tanta gente inocente que ningún daño le habían hecho ni intentaban hacerle.
¿A qué viene esa hija de putada de hasta quitarle un puesto de vender fritas a su legítimo dueño? Personas buenas y decentes que jamás habían pisado una jefatura de policías, ni habían cometido el más leve de los delitos, que nunca habían visto por dentro un calabozo, lanzarlos a cumplir largas condenas en infrahumanas condiciones. Hasta por católicos o Testigos de Jehová.
Miles y miles de niños, algunos hasta recién nacidos, que se vieron obligados a abandonar a su país de origen. Solos en alma.
Compatriotas que se habían pasado 30 y 40 años trabajando de sol a sol, levantado un negocio y viene este desmadrado e injustamente se los intervino.
Ni un solo gesto de compasión, ni un solo caso de decirle a un hombre honrado: “No, chico, no te preocupes, todas tus propiedades son bien habidas y nosotros no vamos a quitártelas”.
¿Usted se enteró de un solo caso donde un matrimonio decente, correcto, con unos hijos chiquitos, tratando de abandonar el país y que los representantes del régimen les hayan pedido que se queden, que los van a tratar bien, y que nadie los va a tocar ni con el pétalo de una flor? No hubo misericordia alguna.
No, nada de eso, a rajatabla, a destruirlo todo, gritos de ¡que se vayan los gusanos! Y en realidad no eran “gusanos” eran gente buena y del comercio.
¿Qué necesidad había de llamarles lumpen, vende patrias, traidores, curas falangistas, niños bitongos a damas, caballeros, profesionales, artistas y deportistas que nada malo habían hecho?
¿Ustedes le han encontrado alguna justificación a acabar con Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao, con todos los buenos programas televisivos, con todos los productos nacionales, y hasta quitarles los nombres a las calles, a los ingenios, y hasta cambiar la geografía e historia cubana?
En realidad, si Fidel Castro hubiera implantado una dictadura igual a la de Batista, hubiéramos sido mucho menos los exiliados. Pero este tipo no quería una dictablanda sino pulverizar a la nación cubana y a sus ciudadanos decentes y laboriosos. Innecesariamente, según yo.
¿Por qué tuvo que acabar con la comida, con la ropa, con el calzado, con la televisión entretenida, con las películas de estreno, con la unidad nacional y familiar, con la política y con los Partidos Políticos.
En otras palabras: para ser hijo de puta no era necesario ¡SER TAN HIJO DE PUTA!
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