sábado, 23 de septiembre de 2023

Las oscuridades de Pablo Neruda.

Por Luis Cino.

Mucho se escribe por estos días sobre el poeta chileno y Premio Nobel de Literatura 1971 Pablo Neruda (Ricardo Eliecer Neftalí Reyes, su verdadero nombre) con motivo de cumplirse este 23 de septiembre el aniversario número 50 de su muerte en 1973.

Vuelve a recordarse la opresiva atmósfera que hubo en el sepelio del poeta, rigurosamente vigilado por  militares con ametralladoras; el saqueo de su casa en Isla Negra, y a reiterarse las insistentes dudas sobre si Neruda murió de cáncer de próstata, como dictaminó el certificado de defunción, o si fue asesinado con una inyección letal por órdenes de la dictadura militar que se había instaurado en Chile doce días antes, el 11 de septiembre, cuando fue derrocado el gobierno izquierdista de Salvador Allende.

El examen tanatológico practicado en el año 2013 a los exhumados restos de Neruda no ha logrado disipar del todo las dudas. Y es que los golpistas tenían suficientes razones para odiar a Pablo Neruda, que había sido miembro del Comité Central del Partido Comunista y que, siendo senador, en las elecciones presidenciales de 1970 renunció, en favor de Allende, a ser el candidato de Unidad Popular.

Consideraciones políticas aparte, la mayoría de los comentarios sobre Neruda son favorables. Y es lógico que así sea: el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la tierra, Los versos del capitán  y Canto General, es uno de los poetas más reconocidos e influyentes del siglo XX.

Pero no faltarán los comentarios sobre el lado oscuro de Pablo Neruda, que  distaba de ser un dechado de virtudes.

Según reveló Neruda en su libro de memorias, Confieso que he vivido, publicado en 1974, siendo cónsul en Ceilán, violó a una sirvienta, a quien describió como “la mujer más hermosa del mundo” y “una especie de estatua ambulante”.

Neruda abandonó y llegó a calificar en una carta como “monstruo de tres kilos” a la hija enferma de hidrocefalia que tuvo con la holandesa-indonesia Maryka Hagenaar, con quien estuvo casado cinco años.

Sin divorciarse de Maryka, Neruda se convirtió en el marido de la pintora argentina Delia del Carril, 20 años mayor que él. Como el divorcio puesto por Maryka no fue legalmente reconocido, Neruda pudo ser acusado de bígamo. No lo fue, y volvió a incurrir en bigamia,  porque en 1949, estando exiliado en España, inició una relación amorosa con Matilde  Urrutia, quien, a partir de 1955, luego del divorcio con Delia, se convertiría en su esposa.

Las relaciones de Neruda fueron pésimas con varios de sus colegas chilenos, como Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, con quienes intercambió acres acusaciones e insultos.

La bronca con los poetas cubanos Nicolás Guillén y Roberto Fernández Retamar es otra historia. No fue culpa de Neruda, sino que de debió a los ataques de ambos poetas, en modo de comisarios culturales del régimen castrista, porque Neruda asistió en julio de 1966 a una reunión en Washington del Pen Club.

A los pocos días de aquella reunión, un grupo de escritores cubanos -a la cabeza de los cuales estaban Guillén y Fernández Retamar- enviaron una carta abierta a Neruda que apareció publicada en el periódico Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), donde lo acusaban de traición.

Neruda, aunque sabía que el ataque, más que contra él, iba dirigido contra el Partido Comunista chileno por sus discrepancias con el régimen castrista, en Confieso que he vivido atribuyó aquella carta, que calificó de maligna, a “la falsedad política, las debilidades ideológicas, los resentimientos y envidias literarias”.

Debido a aquel encontronazo, en Confieso que he vivido Neruda se mofó de Fernández Retamar llamándolo “el cabo Retamar” y se refirió a Nicolás Guillén como “Guillén el malo” (el Guillén bueno para Neruda sería era el poeta español Jorge Guillén).

Fue injusto Neruda con Nicolás Guillén. Excelente poeta, si algo se le puede reprochar a Guillén es la poesía panfletaria que hizo después de 1959, cuando, como presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), se convirtió en el principal funcionario cultural del régimen castrista.  Pero de hacer poesía panfletaria y loas a una tiranía tampoco estuvo exento Neruda, quien, igual a Guillén, llegó a dedicar varios poemas laudatorios a Stalin y a la Unión Soviética.

Las sombras no demeritan la obra inmensa de Pablo Neruda  Es uno de mis poetas preferidos. Con él me pasa como con Ernest Hemingway, Gabriel García Márquez y John Lennon: me duele recordar sus oscuridades.

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