jueves, 21 de septiembre de 2023

Crece la frustración de los cubanos.

Por Iván García.

Sábado en la mañana. Una caravana de ambulancias con sus luminosas sirenas alertaban para que los vehículos que transitaban por la angosta Calzada de Diez de Octubre, al sur de La Habana, se apartaran a un costado de la vía.

La gente que hacía cola a ver si podía sacar dinero del cajero, se preguntaba qué había pasado. “Otro edificio que se cayó, un incendio en cualquier establecimiento estatal o un accidente”, conjeturaba la dependiente de una farmacia.

Un estibador que descargaba sacos de harina en la panadería contó a varios transeúntes que esas ambulancias estaban pasando porque «una guagua repleta de pasajeros se volcó en la carretera que une a Santiago de las Vegas con el poblado de Managua (municipio Arroyo Naranjo). Hubo 36 heridos, algunos graves”.

“Ay, Virgen Santísima, este pueblo tiene que hacerse una limpieza. Tenemos que quitarnos este osorbo de encima”, expresaba una señora y se persignaba. “Todo el mundo sabe quién es el culpable de la desgracia que sufrimos los cubanos. Si no cogen un avión y se largan pronto, en Cuba no van a quedar ni las cucarachas”, decía un señor canoso. En la cola se escucha un murmullo de aprobación.

A una cuadra, en la llamada Plaza Roja de la Víbora, se encontraba apostado un auto patrullero. En la acera de enfrente, joven con uniforme verde olivo, acompañado por dos civiles, vigilan en la esquina, en un sitio donde en ese momento no existe ninguna amenaza a la tranquilidad ciudadana, sea por una multitud de personas en una feria agropecuaria o un baile púlblico que suele generar riñas.

Según me contó un vecino del barrio que pertenece a la Asociación del Combatiente, un grupo paramilitar del régimen que agrupa a ex veteranos de las guerras en África y militares jubilados, la ‘supuesta’ amenaza soy yo. En tono amistoso me dijo:

“El viernes 15 y sábado 16 trata de no salir de la casa. Hay una orientación de mantener controlados a los disidentes y periodistas independientes. En caso de que salgas de la zona avisan al puesto de mando para que te detengan. Nos dijeron que se esperan provocaciones por parte de la oposición para caldear el ambiente y causar problemas en el desarrollo de la Cumbre”.

Los dos sonreímos por la disparatada ‘teoría de conspiración’ de la Seguridad del Estado. Pero ya estoy acostumbrado. Aunque hace años intento despojarme de la paranoia y el policía interior que padecemos los disidentes, cuando por los alrededores fui hacer unas compras para la casa, me di cuenta que me seguían.

Al menos a mí ni me citaron ni me detuvieron. Tampoco nadie me llamó por teléfono y me avisó que no saliera de mi apartamento. Los daños colaterales fueron otros. Desde el jueves en la tarde, hasta el sábado en la noche, casi todo el día, no tuve conexión de datos en mi móvil, aunque el pésimo servicio de internet fue general en La Habana.

“Entre que no se le da mantenimiento adecuado a las antenas que emiten la señal en 3G y LTE y las disposiciones de arriba de ralentizar el servicio en el transcurso de determinados eventos, no solo los días que se efectuó la Cumbre del G-77, hace un tiempo que la conexión en el país es de regular a muy mala”, apunta un ingeniero de la estatal empresa de telecomunicaciones ETECSA.

Por causa desconocidas, a las tres de la mañana del domingo 17 de septiembre, se cortó el servicio de internet en gran parte de La Habana. Incluso los trabajadores de ETECSA no tienen una explicación razonada. “Sin ton ni son, un día cualquiera, llega un grupo de especialistas militares en telecomunicaciones, te relevan del puesto de trabajo y nos mandan para la casa hasta nuevo aviso. Disponen de internet cómo les da la gana”, comenta un empleado de ETECSA.

A partir del lunes 11 de septiembre, cuatro días antes de que comenzara la Cumbre del G77 más China, decenas de activistas y periodistas libres fueron citados y amenazados por la policía política.

Rolando Rodríguez Lobaina, director de Palenque Visión, quien estaba de visita en La Habana, cuenta a Diario Las Américas que el pasado martes 12 en la vivienda de su hermana «se personó un oficial de la Seguridad del Estado que se presentó como el mayor Alejandro. Como no estaba, me esperó tres horas en el portal. Cuando llegué, el oficial, acompañado con un auto patrulla, me condujo la unidad policial de Marianao”.

“Ya en la unidad, utilizando de excusa una foto que me tiré junto a otros activistas en el Parque Cristo, en La Habana Vieja, me dicen que ‘yo estaba organizando y preparando cosas’. Pero fundamentalmente la detención estuvo relacionada con la Cumbre. Les preocupaba mi presencia en la ciudad. Me dijeron que durante los días que se efectuara el evento debía permanecer en la casa de mi hermana. Estuve detenido toda esa noche, me liberaron en la mañana del miércoles”.

“Al día siguiente, se aparecieron por la noche y me dijeron que no podía moverme de la zona donde reside mi hermana, en el municipio Marianao, hasta que pasara la Cumbre. De lo contrario sería arrestado. Me advirtieron que por mi labor como periodista y por otros supuestos temas delicados, que no me especificaron, existen leyes severas y podrían encarcelarme. Para terminar con sus rondas de amenazas,el oficial de la Seguridad, me advirtió que si yo ‘provocaba un incidente de connotación’ no iba en dudar en procesarme y sancionarme. Por estos días un auto de patrulla se mantuvo vigilándome en la esquina de la casa donde vive mi hermana”, denuncia Rodríguez Lobaina.

El periodista independiente Henry Constantín fue apresado por fuerzas de la policía política y aún se mantenía detenido en un reclusorio conocido como El Vivac, ubicado en Arroyo Naranjo. Constantín, residente en la provincia Camagüey, a 550 kilómetros al este de La Habana, en una llamada telefónica que se le permitió hacer dijo que el capitán Orlando, de la Seguridad del Estado, atiende su caso.

El motivo de la detención del reportero fue presuntamente por “estar ilegal en La Habana” y será devuelto a su provincia “dentro de quince días, si aparece transporte” La periodista independiente Neife Rigau recibió una citación de la Seguridad del Estado para el domingo 17 a las ocho de la noche. Otros opositores también fueron sido citados y advertidos que no podrían salir de sus casas durante el transcurso de la recién finalizada Cumbre. A todos les cortaron el servicio de internet en sus teléfonos móviles.

El acoso de la Seguridad del Estado contrasta con el llamado a ‘democratizar’ las instituciones internacionales por parte del impopular gobernante Miguel Díaz-Canel, elegido a dedo por el nonagenario autócrata Raúl Castro.

La Cumbre del G77 fue más de lo mismo. Un evento tedioso, sin brillo, donde se midió con igual rasero a mandatarios de naciones democráticas con vulgares dictadores como Nicolás Maduro, Daniel Ortega y otros de Asia y África.

Un encuentro más cargado de intenciones y retórica antiestadunidense que de planes concretos para relanzar a países en desarrollo en el ámbito de las innovaciones científicas y las nuevas tecnologías. Mientras las instituciones internacionales no tracen una hoja de ruta que priorice el respeto de los derechos humanos, las libertades políticas y económicas y exista un mecanismo que permita darle seguimiento a su cumplimiento, la ONU y otras instituciones globales seguirán siendo un ajiaco folclórico utilizado por regímenes dictatoriales para legitimarse.

No se trata de gobiernos de izquierda o derecha. No puede meterse en el mismo saco a Cuba, Nicaragua y Venezuela junto a Brasil, Chile y Argentina, donde gobiernan presidentes de izquierda que ganaron en las urnas.

Pierde credibilidad la ONU grupos como los BRICS y el G-77 cuando utilizan como escudo el tema de los derechos humanos que posteriormente pisotean. A la mayoría de los cubanos, antes, durante y después de culminar las sesiones del G-77, les importó un comino lo que en esa Cumbre se trató. Desde hace seis décadas, los cubanos sufren una perpetúa crisis económica, ahora agravada por la agobiante inflación.

Buena parte de los representantes de las instituciones internacionales viven en otra galaxia, alejados de sus pueblos. La urgencia en Cuba es darle de comer a sus familias. Los cubanos están cansados de discursos y promesas. Quieren reformas. Pero que sean reales.


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