sábado, 26 de febrero de 2011

Lo que viene.

Por Lino Cino Alvárez.


Ahora mismo, Cuba no va hacia el capitalismo ni al socialismo, al menos como son convencionalmente conocidos a derecha e izquierda de la viña del Señor, ¡ay, Carlos Marx!, sino derechito al abismo.

¿Alguien cree que zapateros remendones, vendedores de pan con croqueta, desmochadores de palmiche, criadores de conejos, recogedores de latas y forradores de botones para disfraces de payaso, desarrollarán la acumulación de capital privado y  aportarán casi la mitad del PIB nacional?

Y si así fuera, si el sector privado logra crecer más que el estatal (que no será porque los impuestos, las regulaciones, las multas y los sobornos que tendrán que pagar los aspirantes a capitalistas se los comerán por una pata y no alcanzarán a plenitud el enriquecimiento glorioso que decía el Camarada Deng), si el socialismo se ve obligado a un repliegue estratégico, ¡ay de la que nos espera con los nuevos empresarios capitalistas y los mandamases reciclados!

La forma en que muchos dueños de paladares, tarimas de agromercado, poncheras y brigadas reparadoras de casas tratan a sus empleados, obligados a trabajar hasta reventar a cambio de 20 ó 30 pesos diarios o 2 cuc, y sin chistar, porque hay otro "disponible" en la puerta que espera empleo, no me hacen ser optimista con el tránsito al capitalismo con retórica socialista y sin estado de derecho, seguridad social, subsidio para los desempleados ni garantía de nada que nos espera.

En definitiva, los aspirantes a empresarios capitalistas aprendieron bien las lecciones de medio siglo del Estado patrón-planificador-empleador único. Y ahora pretenden copiar lo peor del capitalismo para que, con punzadas en la boca del estómago, aprendamos a desarrollar un nivel mayor de productividad y eficacia.

La obligada transición al más chapucero y salvaje capitalismo monopolista de Estado con chinchales, timadores y vendutas, será de la mano de  la burocracia, que como quien no quiere las cosas y simulando que resiste, se suma  a la piñata y empieza a vaciar el dinero del Estado en sus bolsillos.

Hay quienes reclaman libertad de asociación sindical ante la desfachatez sumisa de la CTC, para que el timón de las transformaciones económicas lo lleven organizaciones obreras independientes. Otros abogan para que cuando los inspectores corruptos y  los burócratas y los administradores estatales, que no podrán disimular el rencor, les caigan encima con sus extorsiones y medidas asfixiantes a los cuentapropistas,  la disidencia interna se solidarice y saque la cara por ellos.

Pero los disidentes de filas -porque los otros estarán enfrascados en redactar largos documentos o en descalificarse mutuamente- estarán demasiado ocupados en capear la represión y  exigir la libertad de sus compañeros encarcelados, para con tantos abusos y abusados como hay, dedicarse a cuidar que no timen y expriman a los dueños de vendutas y timbiriches.

Me temo que les exigirá un amor de santidad perdonar a los a cuentapropistas y bisneros que  detestan a los disidentes, porque dicen que debido a que la policía política invade el vecindario para  vigilarlos y reprimirlos, "les ponen malo el barrio" para sus negocios y trapicheos y sólo tratan a "la gente de los derechos humanos" cuando truena duro sobre sus cabezas -sólo las de ellos.

Será mejor que los cuentapropistas vayan aprendiendo desde ahora, además de las  mañas del marketing, a defender sus derechos ciudadanos. Si sólo se van a emplear en buscar el  modo más eficaz y rápido de acumular capital, cuando sean nuevos ricos, terminarán como oportunistas aliados del régimen.

Como tendrán que perder más que el resto de la población que apenas si tiene algo, pragmáticos como son, se convertirán en agentes del no cambio, mantenedores del status quo, inmovilistas fieles a todo lo que no afecte sus billeteras. Capaz que en vez de gremios independientes organicen sindicatos  a las órdenes de la  CTC, núcleos del partido comunista de cuentapropistas o brigadas de respuesta  rápida…

No nos engañemos. Digan lo que digan los cubanólogos, lo que viene, la economía del parche y los timbiriches, que parece (ahora sí), que vinieron para quedarse, porque no queda más remedio, con su carga de egoísmo, desigualdad social y resaca delictiva. Todo esto conspirará no sólo contra el cambio democrático, sino también contra la más básica  solidaridad humana.
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