sábado, 19 de septiembre de 2015

¿De qué han servido 56 años?

Por Juan Martín Lorenzo.

A veces me pregunto, cuando veo la marea continua de cubanos que arriban a cualquier punto geográfico del Caribe y México, cuando leo las noticias de "escapes" de misiones de trabajo, científicas, de brigadas de médicos en Brasil o Venezuela, de bailarines y atletas que «desertan», según autoridades que aun siguen considerando a civiles «sus soldados», sus cuerpos amaestrados de una ideología destruida, cuando le reclaman los "escapistas" a los gobiernos de Colombia o México lo que no le reclamaron a las autoridades de Cuba en sus predios.

Y entonces llegan a Miami, a la frontera americana, pisan suelo norteamericano y se convierten en residentes temporales o ciudadanos prestados, para a los pocos meses regresar en "escape de turismo" al mismo país del que huyeron.

¿Huida? ¿Escape? ¿Traspaso físico?

¿Han huido o simplemente se quedaron en él, en ese país inmaterial, aterrenal, sin geografía definida mas allá de la sicología especial del que se cataloga como escapista?

¿De qué han servido 56 años etiquetando de «traidores», «desertores», «vendepatrias» hoy cuando una espuria declaración de un finisecular ministerio se declara de rodillas ante la evidencia del deslave masivo de sus «fieles esclavos  en venta»?

Una sola cosa define: el reconocimiento tácito de que los escapistas aterrenales ya se han convertido en demasiados, y ofrecen a cambio un fruto seco, un puesto de trabajo en las mismas instituciones de las cuales huyeron, bajo las mismas condiciones de encarcelamiento.

Pero al menos "del lobo un pelo", dirán algunos. Reconocen, 56 años después, que todo ha fracasado, a pesar de terminologías, "robos cerebrales" inexistentes, categorías filosóficas que siguen articulando en algo ya desaparecido la geriatría evidente de ese sistema y la realidad del mercado que les rodea.

Lo patético de las declaraciones y «reconocimientos», envejecidos por la misma realidad, es que aun siguen pretendiéndose engañar a sí mismos, aun cuando ya ni creen en sus propios engaños.

Me fui del país, me «escapé» de la cárcel pequeña, «deserté» para utilizar sus propias categorías, me convertí en el verdadero átomo libre que siempre fui en mi persona aun cuando mis manos, mi voz y mi actuar estaban atados en un país de silencio. Soy libre y como tal persona desde ese mismo dia de «mi robo». Pero, ¿dónde esta ese «ladrón»?

En el mismo ministerio que pronuncia las palabras de la usurpación biológica.

Son ellos los ladrones, o los agentes del robo. Son ellos los que me empujaron a la geografía universal, los que me contrataron con su imposición, sus salarios de miseria, sus miserias ideológicas y sus propios engaños para el «escape».

¡Y desde entonces soy libre!

¡Verdaderamente libre!

Para atrás, ¡ni un paraíso pretendido y nunca logrado! ¡Ningún puesto de trabajo de esclavo enmudecido! ¡Ningún perdón! Ni lo quiero, ni lo necesito.

Estos encantadores de serpientes solo se engañan a si mismos, que ni a su pueblo, que sigue escapando.
Nadie roba a nadie, ningún cerebro se escapa por agente recolectores universales, y si algún agente existiera lo han creado ellos mismos con la "hoja de ruta" de sus propias condiciones, sus propias leyes contractuales en el trabajo, el hogar, en la sociedad, con la represión cotidiana de la palabra, la opinión y de la creación individual del ser humano. Los «ladrones de cerebros» hoy están sentados en los burós de ese «palacio de gobierno» que, con su arquitectura rectangular-cuadrada, define geométricamente el estado enquistado de su sistema.

Pero aquí estamos, escapados del país, de regreso a la misma cárcel, inertes y sin hacer nada. Aceptando lo que cualquier otro intente hacer por nosotros mismos o abofeteándonos nosotros mismos con muchas palabras, y pocos hechos. Nada ha cambiado en la Cuba del castrismo enciclopédico, y todo ha cambiado en la del realismo callejero.

Ni «hombre nuevo», ni «regalías sociales», instituciones que veladamente confiesan fracasos, aun en enquistadas fraseologías mas propias de la arqueología ideológica que de la realidad evidente, una sociedad que ve huir a sus jóvenes para una geografía exógena, cuando la sicología sigue siendo la misma del inxilio.

Cuba es un país que solo crece y solo vive a expensas de sus exportaciones humanas.

¿De qué han servido 56 años?

¿No iban a multiplicar los «panes y los peces»?
¿Dónde están?

¿No iba a multiplicar los rublos exportables, cambiar la mono producción, desarrollar el país, convertirlo en el imperio cultural e intelectual del universo?

¿Dónde está ese imperio, esa potencia, esa musculatura creativa?

Más de dos mil millones de dólares reciben los cubanos en sus bolsillos, "gracias" a la industria de las remesas y a la exportación de la familia. Del mono productor de azúcar Cuba se ha transformado en el mono productor y mono exportador de entes sociales amaestrados, repartidos por la geografía planetaria para alimentar una quimera que ya no existe. Por cierto, hasta la misma «mono-azúcar» se acabó en el imperio cultural «revolucionario».

Remesas, mercancías y baratijas, industria de sobrevida familiar que soporta un sistema que prometió el «paraíso» para convertirse en esta ciudadela acorralada por los propios muros, armas y guardianes de los engendros ideológicos que lanzaron al príncipe feudal para convertirse ellos mismos en ese príncipe, y en la familia real.

No, no nos engañemos. 56 años no ha servido de nada, ni para ellos ni para nosotros mismos.

Todos hemos perdido.
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