Existían en La Habana vías comerciales con diferentes categorías. San Rafael, Galiano, Reina y Neptuno, contaban con los lugares más lujosos a donde acudían las personas de mayores ingresos.
El caso de la calle Monte era lo contrario. Allí se establecieron en su mayoría locales pequeños, para un público consumidor pobre. Sus propietarios eran los llamados “polacos”, quienes en realidad eran judíos que emigraron de Europa huyendo de Hitler y los nazis y que llegaron a nuestro suelo por la vía de Polonia.
Sus establecimientos eran principalmente de confecciones y telas que vendían a precios módicos. También salían con muestrarios en maletines, a proponer sus mercancías a domicilios y las ofrecían hasta con facilidades de pago.
Estos negocios comenzaban cerca de la calle Egido y se extendían hasta el extremo opuesto de la vía, en la conocida Esquina de Tejas. Se encontraban uno al lado de otro. En sus puertas siempre estaba su propietario o algún dependiente avispado que voceaba sus ofertas para atraer a la clientela, los cuales en ocasiones tomaban por el brazo a las persona para que entraran en su tienda.
La venta de productos en otros comercios era bien variada. Existían almacenes de víveres atendidos por españoles o chinos, mueblerías con artículos nuevos y de uso, ferreterías, casas de efectos electrodomésticos, peleterías, joyerías, fotografías y un sinfín de tiendas con mercancías múltiples, por lo cual en su recorrido se podía encontrar cualquier cosa buscada por los posibles clientes.
Existían también algunos negocios de renombre. Entre estos se hallaban La Casa Mimbre, La Casa de las Liquidaciones, las peleterías Fraga, El Cadete y la tienda mixta La Sortija. Casi todos estos lugares contaban con anuncios publicitarios en los diferentes medios de comunicación, lo cual los hacían más populares.
Otra cosa que nunca faltaba en estas grandes vías eran los mercados, bodegas, bares, cantinas, cafeterías y restaurantes. Se puede afirmar que casi en cada esquina había uno de estos sitios que posibilitaban tanto la oferta como la elección a los consumidores. Usted elegía el de mayor gusto, placer y calidad según su criterio y disponibilidad monetaria.
Dentro del recorrido se encontraban algunos puntos muy concurridos por la población. El principal a mi entender era el famoso Mercado Único, más conocido por la “Plaza de los Cuatro Caminos”, donde en cuestión de alimentos frescos o elaborados había de todo.
La Esquina de Tejas era muy reconocida pues en cada uno de sus cuatro puntos cardinales existía algún sitio muy visitado; además, a su alrededor se encontraban tiendas de todo tipo que posibilitaban el acceso a los productos sin necesidad de caminar mucho.
Los Cuatro Caminos era el sitio intermedio de esta avenida de enorme popularidad y muy parecido al anterior descrito. Aquí se fundó uno de los negocios más ingeniosos de todas las épocas; el restaurante-cafetería Los Parados, donde nada más había un gran mostrador y había que comer de pie.
Imposible olvidar el célebre Ten Cents de Monte, local de la cadena “F. W. Woolworth”, hoy ya desaparecida en el mundo. La modalidad principal de este lugar era que los productos ofertados eran fabricados en exclusividad para sus tiendas, el precio siempre terminaba en 10 centavos (ten cents) y combinaba una gran cafetería de alimentos ligeros singulares en uno de sus espacios, por tanto, usted compraba y consumía dentro del mismo local.
De todo lo antes mencionado, no queda hoy ni la décima parte. Tal parece que por allí pasaron uno detrás de otro todos los ciclones y huracanes de los últimos 60 años. Transitar por la destruida calle Monte, donde casi nada queda en pie, da ganas de llorar. Solamente el recuerdo y algunas fotografías antiguas demuestran el esplendor perdido gracias a esto que algunos llaman “Revolución”.
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