Por Iván García.
A pesar del cielo nublado, las lluvias y que el sol lleva dos semanas escondido, la afluencia de público no disminuye en el agromercado particular de 19 y B, Vedado.
El mercado, pintado de verde y amarillo, con puestos de venta pulcros y cursis dibujos de frutas, hortalizas y piernas de cerdo en las paredes, probablemente es de los pocos sitios en La Habana donde usted puede comprar naranjas y toronjas, cítricos que, al menos en la capital, se encuentran en período de extinción.
O exquisiteces como fresas, guanábanas, canisteles, mangos del Caney, piñas de Ceballos, frutas y verduras fuera de estación y ristras de cebollas gigantescas. También, raspaduras de Guayos y maní en grano o molido.
Los plátanos no tienen manchas y las guayabas no están magulladas ni semi podridas. El lomo de cerdo es fresco igual que las piernas de carnero y el conejo. Luisa, una morena rechoncha con los pies inflamados por la diabetes, vecina de una cuartería en la Calle 17 al agro le llama “el museo”.
“Mi’jo, aquí se viene a mirar, no a comprar. Este mercado es para millonarios. Hace cinco años, en La Habana la libra de maní sin tostar costaba de 7 a 8 pesos. Ahora cuesta 17 o 20 pesos y casi nunca hay. Aquí en 19 y B siempre tienen, a 18 pesos. Vendo maní tostado por la calle y no da negocio comprar el maní a ese precio pa’ vender el cucurucho a peso. Por eso es que ya se ven muy pocas personas vendiendo maní. A mí se ocurrió hacer un paquetico de nailon y lo vendo a 5 pesos o 25 centavos de chavitos (0.25 cuc). Los extranjeros que alquilan en esta zona me lo pagan a 0.50 centavos y de esa manera voy escapando”.
Pero no solo el maní ha doblado su precio en los últimos cinco años.
“Es en todos los alimentos, dice Alberto, ingeniero jubilado. Y hace un repaso: “Excepto el boniato y la yuca, que habría que construirle un monumento, los precios del resto de los productos agrícolas y cárnicos se han disparado e incluso, carísimos, no los encuentras. En 2013, la libra de bistec de cerdo estaba a 35 pesos y ahora cuesta 50. Si quieres comer tomate fuera de estación debes pagar la libra a 20 pesos. Dos libras de camarones limpios vale 10 cuc. Y la libra de pescado como el pez perro, aguja o emperador no baja de 2.50 cuc. Tengo a mis dos hijos en Estados Unidos y cada uno me envía 200 dólares mensuales. Y todo el dinero se va en comida, mantener la casa y pagar la electricidad, porque tengo dos aires acondicionados y la factura ronda los mil pesos al mes”.
La prensa oficial, benévola hasta la indolencia, en sus noticieros y periódicos suele machacar a los cubanos con las estadísticas de los cultivos que crecen y el récord de producción de la carne de cerdo.
Según los medios del régimen, en 2017 se produjeron más de 190 mil toneladas de carne de cerdo y para 2018 se pronostican 250 mil toneladas.
Eugenia, que limpia el piso en un policlínico y devenga un salario equivalente a 19 dólares, mientras coge un trozo de hígado de cerdo para el almuerzo de sus hijos, por ser más barato que la carne, se pregunta: “¿Dónde está el truco? La lista no cuadra con el billete. En la televisión dicen que aumenta la producción de casi todo, pero en lo cierto es que los precios no paran de subir. Si los precios de los alimentos siguen subiendo, vamos a tener que merendarnos el dinero, porque en este país vende caro to’el mundo: los particulares, los agros estatales y las tiendas en divisas”.
Llevar cuatro platos de comida a la mesa en Cuba es una tarea titánica.
Deborah, dietista, explica que “la calidad de la alimentación deja mucho que desear. Se come harina en exceso y alimentos que aportan muy pocos nutrientes. Las personas tienen que comer lo que hay, no lo que desean. Hacer una dieta es muy difícil, debido a los altos precios y porque en los mercados no venden alimentos específicos para quienes necesitan o quieren hacer dieta. Esa estadística de que un 40% de la población tiene sobrepeso o es obeso es engañosa. Ni siquiera las familias con buenas entradas se alimentan bien. Hay dirigentes que están gordos porque comen mucho, no porque coman sanamente”.
Carlos, sociólogo, señala que “el 80% de los presupuestos hogareños se gasta en comida. Los que ganan poco, compran lo más barato y dañino, como carbohidratos y grasas. Los que ganan más, comen más, pero no siempre con calidad. Por encima de frutas, vegetales y hortalizas, se prioriza la carne, sobre todo la de cerdo, la que más abunda, Apenas se come pescado. Las proteínas fundamentales del cubano proceden de la carne de cerdo, huevo y pollo”.
Con relación a los precios de hace diez años, todos los alimentos han subido entre un 15 y un 40 por ciento.
“Esto significa, apunta Sergio, economista, que si sumamos el alza de precios en otros productos, la capacidad de compra de 100 dólares en el año 2000, en 2018 equivale a 55 o 60 dólares. Las familias que reciben remesas necesitan mayor cantidad de dinero para comprar la misma cantidad de alimentos de hace 18 años. Esa es, entre otras, una de las razones por la que aumenta el envío de dólares desde Estados Unidos. A ello se suma que ahora el dinero no es solo para que sus parientes se alimenten, sino también para pagarles el celular, internet y enviarles medicinas que escasean en la Isla”.
Olga, profesora de matemáticas en una escuela secundaria, espera que el recién designado presidente Miguel Díaz-Canel “haga algo para resolver el asunto de la comida. He visto que está hablando con la gente en los barrios y centros laborales. Es bueno que haya salido del despacho y esté mirando y escuchando, pero hasta ahora no ha dicho qué va a hacer para que los cubanos vivamos mejor.
Y es que en Cuba las personas suelen estar varias horas recorriendo mercados y tiendas en busca de alimentos. A veces tienen el dinero y no hay lo que buscan. O lo hay, pero no tienen dinero o no les alcanza.
Los cubanos quieren que la prosperidad sea algo más que una consigna del régimen.
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