Cuando vieron que un desvencijado camión GAZ 52 de la era soviética aparcaba a la entrada del mercado del Mónaco, en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana, y empezó a descargar cajas de huevos, enseguida se formó una extensa fila. La muchedumbre, formada por amas de casa, jubilados, trabajadores de la zona que aprovechan su jornada laboral para adquirir alimentos, dueños de negocios gastronómicos y revendedores, intentaban organizar la cola.
Mirta, ama de casa, estuvo toda la tarde, pero al final no pudo comprar ni un huevo. “¿Tú crees que yo pueda votar Sí en las próximas elecciones para ratificar la Constitución? Con un gobierno tan deficiente, muchos habaneros vamos a votar No, aunque sabemos que eso no va a cambiar la situación”.
Alfredo, dueño de una cafetería de entrepanes y jugos, molesto, no entiende “por qué el gobierno no saca una nota en el periódico Granma que diga Pueblo de Cuba, somos unos incapaces. Después, que renuncien en masa y convoquen a elecciones donde la población pueda escoger otro modelo de país. Los cuentapropistas no tenemos mercados mayoristas y ahora al Estado le ha dado por racionar los productos que venden en el mercado liberado. Solo se podía comprar un cartón de huevos por persona. ¿Los que tenemos negocios, qué hacemos?”.
Mercedes, maestra, lleva dos semanas intentando conseguir bolsas de yogurt natural licuado. “Padezco de colitis y por recomendación médica debo tomar yogurt. En toda La Habana, ya sea en divisas o en moneda nacional, no encuentras yogurt natural. Pero si solo fuera eso. Un limón cuesta 4 pesos. Y para comprar pan fresco por la libre tienes que hacer una hora de cola. En la búsqueda de alimentos pierdo dos horas diariamente. Al problema de la comida añade que el motor del agua del edificio está roto, coger una guagua es un suplicio y el salario que te pagan es un insulto. Con esa lista de calamidades hay que ser muy oportunista para votar que el socialismo se perpetúe en Cuba”.
Yania Suárez, periodista independiente: “Por lo que he conversado, sobre todo con gente joven, todavía no entienden el contenido de lo que se vota y mucho menos la importancia del voto. Para ellos se trata de un trámite hipócrita que perpetuará el estado de cosas. Lo ven como algo incomprensible, aburrido e inútil que están haciendo allá arriba a espaldas del pueblo para su propio provecho, como siempre. Apatía es lo que más he visto”.
Daniel, dependiente de una cafetería estatal, afirma que en Cuba los jóvenes no están para la Constitución ni para nada. “Dicen que todo lo del gobierno es mentira y no creen en los dirigentes. Muchos jóvenes hablan así, pero asisten a los actos y van a votar. Yo no hablo tanto, pero no participo ni colaboro con esta gente (el régimen)”.
Gerald, un cubano que vive en la Florida y a menudo visita a su familia en Cuba, alarmado, se refiere “al tremendo desabastecimiento en todas las provincias. Ni siquiera con suficiente dinero puedes comprar lo que necesitas. Si no hay fraude en las próximas elecciones, estoy seguro que entre quienes votarán No, dejan la boleta en blanco o no van a votar, puede llegar a un 30 por ciento o más de los votos. Si los casi tres millones de cubanos radicados en el exterior pudiéramos votar. esa cifra aumentaría al doble”.
Ramón, otro cubano residente en Estados Unidos, muy activo en las redes sociales, confiesa que “en todos los foros he puesto Votar NO. Al menos esa acción le dará a los cubanos la posibilidad de moralmente empoderarse. Sabrán que pueden oponerse a algo, en forma directa y abierta, aunque sea en la privacidad de una cabina electoral. Mariela Castro manifestó que Votar NO era un sabotaje y para mí eso indica que están cagados. Millones de NO le daría al mundo y en particular a los cubanos, la confirmación de que al castrismo hay millones que no lo apoyan. Un segundo período especial en la isla no lo aguanta nadie y a eso va encaminada Cuba si el régimen no modifica las reglas del juego, aunque sea en lo económico, a lo China o Vietnam. Y no parece que pretendan hacerlo, así que seguirán yendo hacia el despañedero”.
Norge, profesor de ciencias políticas, considera que “por primera vez en los 60 años de la revolución, la casta gobernante siente el aliento del descontento en sus nucas. Creo que hay un miedo atroz. Quizás muchos gerifaltes del régimen se están preguntando por qué carajo se les ocurrió hacer este plebiscito. Si juegan de manera limpia, el porcentaje de votos negativos, boletas anuladas y abstenciones podría ser sorprendente”.
Luisa, abogada, señala que las estadísticas no juegan a favor del gobierno. “En las dos últimas elecciones, la de delegados de barrio y candidatos a la Asamblea Nacional, incluso con el simbolismo que representaba la muerte reciente de Fidel, la cantidad de personas que no votaron o anularon su boleta rondó el 20 por ciento, más o menos dos millones de cubanos. Esas cifras han ido en aumento en cada elección. No sería descabellado que el 24 de febrero, los votos en contra, abstenciones y boletas en blanco superen los tres millones, una cantidad a tener en cuenta”.
Carlos, sociólogo, considera que dentro del propio gobierno hay bastante temor. “De otra manera no se puede entender la feroz campaña que en todos los medios oficiales están llevando a cabo para inclinar el voto a su favor. En las redes sociales, se han dado casos como el del presidente Miguel Díaz-Canel que llamó mal nacidos a los cubanos que piensan diferente o del impresentable Yusuam Palacios, presidente del Movimiento Juvenil Martiano, quien al no tener capacidad para establecer un debate civilizado con los internautas, utiliza amenazas y ofensas. Si los promotores del NO contaran con espacio en la prensa nacional y provincial y si los cubanos que residen en otras naciones pudieran votar, el gobierno perdería el referendo del próximo 24 de febrero”.
Mientras el debate a favor o en contra de la futura Carta Magna se sucede en las redes sociales y en medios independientes y alternativos, en Cuba el régimen despliega una amplia propaganda para ganar adeptos. “Algo que es ilegal, pues según las propias normativas vigentes, ni el Estado ni el Partido Comunista pueden hacer propaganda electoral”, recuerda el sociólogo Carlos. Eloísa, jubilada, indica que “es a toda hora y en cualquier programa. Lo mismo un juego de pelota o durante la novela brasileña. Te cuelgan en la parte posterior de la pantalla Yo voto SI. Es atosigante. Si todavía falta un mes y están dale que dale con la misma matraquilla, supongo que cuando falten pocos días no se podrá encender la radio ni ver la televisión”.
Olga Lidia, médica, dice que “aún está por ver cuál será la intención de voto de los indiferentes o zombis, ese segmento de la ciudadanía que suele ir a votar y simula apoyar al gobierno, el partido y la revolución”.
Edgar, especialista en comunicaciones, opina que el “gobierno debiera atemperar esa campaña, porque es contraproducente. Los criterios que salen en el noticiero, la mayoría de las veces no reflejan la diversidad de puntos de vista ni tampoco el descontento que entre la gente de a pie. A falta de resultados económicos, lo que promueven son informaciones, como el arribo de 450 microbuses rusos y 89 ómnibus chinos para mejorar el transporte en la capital. Mensajes que intentan vender optimismo. En la calle, la gente comenta que eso es una gota de agua en el océano, porque en La Habana, para que el servicio de transporte urbano funcione, se necesitan más de 3 mil ómnibus y 5 mil taxis. No las 700 guaguas que en estos momentos están circulando. Muchas personas, en voz baja, reconocen que los medios estatales los están manipulando y no dudo que cuando vayan a votar marquen NO en sus boletas”.
Parafraseando a Lincoln, se puede engañar a un pueblo un tiempo. Pero no todo el tiempo.
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