Por Elias Amor Bravo.
El debate sobre los cambios económicos que necesita Cuba para salir del atraso al que ha sido condenada por una opción de política estalinista durante medio siglo está tomando derroteros peligrosos.
Tan pronto, nos acercamos a una mesa redonda en la revista oficial Temas, en la que un grupo de estudiosos y ex políticos del régimen entonan un mea culpa sobre las consecuencias del período especial, sin pronunciar en ningún momento cuál es la única salida para tanto desastre, como nos encontramos a Eusebio Leal, historiador de la Habana, convertido en moderno hotelero defendiendo las ventajas de esta actividad como apoyo a la cultura cubana.
Tanto ejercicio de travestismo mental no puede ser positivo para la economía, que no está para este tipo de juegos. Los que ahora parecen querer rasgarse las vestiduras, tras la mirada complacida del menor de los Castro, heredero de todo el poder procedente de su hermano, están jugando a un juego peligroso cuyas consecuencias pueden ser, si cabe, mucho más peligrosas para la economía cubana que las resultantes de la aplicación descontrolada de las medidas contenidas en los "Lineamientos".
Vengo señalando desde hace algún tiempo, que las autoridades no tienen un cronograma para fijar las prioridades de las reformas económicas. Me alegro al observar que economistas de la categoría de Oscar Espinosa Chepe, vienen a coincidir con este planteamiento en un artículo reciente en El Nuevo Herald. Creo que no existe voluntad política de transformar nada, ni conocimientos básicos para llevar adelante las reformas que necesita la economía cubana, y mientras tanto, los que se declaran "responsables" se dedican a un juego peligroso que no sabemos muy bien a qué obedece. Lanzando argumentos que carecen de cualquier sentido, y escondiendo en todo momento cuál es la receta fundamental que necesita la economía cubana para superar su atraso de medio siglo, no se llega a ningún sitio.
¿Cómo si no interpretar la referencia en Granma a la recuperación de la cosecha de azúcar, con 1,1 millones de toneladas, cuando sabemos que este sector, por obra y gracia del comandante en jefe, fue reestructurado completamente a comienzos del siglo? Por mucho que se esfuercen en poner en marcha la obsoleta maquinaria heredada de décadas de ausencia de inversiones con inteligencia empresarial, no van a conseguir estimular el sector. Este necesita mucho más que inversiones, en su estado actual. Me atrevo a afirmar que la entrada de capital y tecnología extranjera, mano de obra procedente de otros países, diseño de nuevos productos y mejores canales de comercialización, no serían suficientes para salvar a la industria azucarera cubana.
Entonces, ¿a qué viene que Leal quiera abrir un hotel en el Malecón, o que un grupo de expertos debatan en Temas sobre las consecuencias del período especial sin abordar la cuestión esencial de los cambios?
La economía cubana no está para este tipo de juegos. Hay que entender cuanto antes que la única salida de su atraso e ineficiencia es el retorno inmediato a un sistema estable y respetuoso de derechos de propiedad, compatible con el ejercicio por cuenta propia de actividades económicas empresariales, orientadas por el criterio del beneficio y la acumulación. Sin empresarios reales, dueños de sus activos, de su propio destino, con capacidad para asumir riesgos y fracasar para volver a levantarse, la capacidad de desarrollo de la economía cubana quedará muy reducida. La demostración más clara es que el modelo estalinista
implantado por Fidel Castro dejó de funcionar en 1967 cuando se confiscó la totalidad de la riqueza existente en el país, y los cubanos perdieron sus propiedades. Desde entonces, la economía ha ido de mal en peor.
Hay que devolver a los cubanos la riqueza que puedan construir con su trabajo, con su esfuerzo, dedicación y compromiso. Y esto se tiene que realizar cuanto antes, no admite dilación. Esto no quiere decir que se esté defendiendo la existencia de desigualdades sociales. Ya existen y son bien conocidas, y no tienen su razón de ser en el esfuerzo, el trabajo, la creatividad o la imaginación. Cualquier proceso de desarrollo basado en la acumulación de capital debe conducir a una cierta desigualdad, pero los sistemas tributarios se diseñan para moderar esas diferencias y obtener ingresos con los que financiar la
actividad estatal.
A continuación, se necesita abandonar cualquier criterio intervencionista en la economía. Se acabó la edad de oro de los burócratas planificadores del partido que se creen que todo lo saben, y que no cometen más que errores y equivocaciones en las previsiones. El mercado como instrumento de asignación y los precios como signos de información deben aparecer en la práctica totalidad de las actividades económicas de la Isla. Se deben suprimir todos los monopolios estatales, y en su caso, obtener ingresos de la venta de empresas estatales, si es que alguien las desea adquirir, reduciendo el tamaño del sector público
a una medida compatible con las dimensiones reales de la economía cubana.
Derechos de propiedad y mercado son la única solución. Quiénes ahora se dedican a reflexionar sobre el sexo de los ángeles están haciendo un flaco favor al futuro de Cuba y de los cubanos. No hay alternativa. Podremos discutir sobre el tamaño del sector público o qué servicios deben quedar bajo condición es de gratuidad y el alcance del sistema tributario, pero no existe otro modelo que la empresa y el mercado para que una economía funcione. Hasta que no se asuma esta realidad, se estará perdiendo un tiempo muy valioso.
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