Por Esteban Fernández Jr.
Ni el ataque al cuartel Moncada fue encaminado a derrocar al régimen de Fulgencio Batista, ni la autodefensa de Fidel Castro el 16 de octubre de 1953 en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba tenía la menor oportunidad de lograr su libertad ni la de los atacantes. Preconcebidamente ambas cosas iban dirigidas al fracaso, pero lograrían el objetivo de catapultar a la fama la figura de un gánster , vago consuetudinario y egolatra.
En un país lleno de brillantes abogados criminalistas, como por ejemplo mi coterráneo Juanito Baleri Busto, ¿qué necesidad tenía de auto defenderse un abogaducho del montón, recién graduado, y que no había defendido nunca ni a un ternero escapado de la finca de su padre?
Lo importante era montar un espectáculo de envergadura y anunciar un programa político para la Cuba del futuro, criticar feroz y públicamente a Batista y a sus seguidores, y como colofón, terminar su argumento usando la frase de Adolfo Hitler: "La Historia me absolverá"...
El discurso que a él le llevó varias horas redactándolo a sus voceros y corifeos les ha tomado casi 60 años rectificándolo, afilándolo, mejorándolo, cambiándole palabras, y sobre todo acomodándolo regularmente según las circunstancias. Y, desde luego, prohibiendo todo lo que hoy en día le vendría mil veces "como anillo al dedo" a él, por las atrocidades cometidas, que lo que en el año 53 le atribuyó a Batista- y a su "dictablanda"- quien sólo llevaba unos meses en el poder.
La labor de hacer un folleto con su tergiversado alegato y ocuparse de su divulgación, le fue encomendado al par de camastronas Melba Hernández y Haydée Santamaría, quienes además se encargaron de distribuirlo de mano en mano por la Isla. Actualmente, y desde hace mucho rato, repartir el documento original sería castigado con largos años de cárcel. El verdadero manuscrito "La Historia me absolverá", representa un material subversivo en nuestra nación.
Fidel Castro fue condenado a 15 años de cómoda prisión en la cárcel de Isla de Pinos donde podía recibir y leer todo tipo de libros y cocinarse espaguetis con chorizos españoles. Allí, un preso común- falsificador de cheques- llamado Raúl Menéndez Tomasevich (después terminó siendo general castrista) alias "Tomás" se convirtió en su ayudante, criado y cachanchán predilecto.
Pero volvamos al juicio: Ese día protagonizó un alegato lleno de histrionismo, alardes, exageraciones en una absurda autodefensa en el juicio contra los asaltantes del cuartel Moncada. Apenas veinte personas estaban presentes, entre ellos los integrantes del Tribunal, el Fiscal, cuatro periodistas, abogados y los custodios.
Como ya les dije, en su discurso mierdero el gran bufón habló de la crisis económica, política y social por la que atravesaba Cuba en la década de 1950, del golpe del 10 de marzo, de los sucesos del 26 de julio, y luego expuso el programa de lucha para cambiar radicalmente la situación de los cubanos cuando se lograse el triunfo popular. Todo esto lo dijo libremente, sin que nadie lo callara ni lo interrumpiera. Vamos a ver sí él le ha permitido eso a algún cubano desde el primero de enero de 1959.
Y terminó gritando: "Condenadme, no importa, la historia me absolverá". Pero la historia cubana NO LO ABSOLVERÀ, lo condena, y lo condenará por sabandija, asesino, genocida y come-moringa...
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