miércoles, 23 de octubre de 2013

Sumidos en el mercado negro.

Por Lourdes Gómez.

Las medidas anunciadas recientemente por la viceministra del trabajo Marta Elena Feito le han reafirmado a los cuentapropistas de Santiago de Cuba que están obligados a surtirse en el mercado negro y vender la mayoría de sus productos de forma ilegal.

Haciendo un recorrido por las diversas áreas donde se concentran los trabajadores privados se puede constatar su insatisfacción, y el desasosiego por el reciente bandazo. En el paseo del boulevard conocido como el Callejón del Carmen, tres cuadras diseñadas en el centro de la ciudad para los vendedores privados, ya empiezan a verse las soluciones de los vendedores de ropa importada: mezclarla con la manufacturada.

En esta zona tan concurrida, conversamos con un vendedor de ropa importada con licencia de sastre que no nos quiso dar su nombre: "Esto está de madre, por ahora seguimos aquí vendiendo la ropa, nos dieron plazo hasta el día primero".

La realidad es que la confección de ropa necesita de insumos no existentes, las telas en divisas son caras y no hay variedad, al contrario de otras actividades que sí pueden abastecerse del mercado negro.

"Aquí todos tenemos patente", dice Alberto, de 44 años, cuentapropista de útiles del hogar en el área del Distrito José Martí. "Así que ellos [los inspectores] se enfocan en los productos, yo no tengo la culpa de que se acaben productos en la shopping que nosotros adquirimos legalmente, ya sea traídos de afuera o comprados aquí".

Estos puestos están atestados de productos hechos de plásticos supuestamente "recuperados": chancletas, vasos, platos, hélices de ventiladores, etc, y también productos industriales: cuchillas y maquinillas de afeitar, baterías, bombillas, tomacorrientes, entre otros que de manera misteriosa se agotan en las cadenas de tiendas recuperadoras de divisas (TRD), obligando a los consumidores a acudir aquí.

Lo cierto es que la incertidumbre de lo que se debe vender o no aumenta con la nueva directiva ministerial, más aun cuando a todas luces estos vendedores no son los productores, tal como la patente pide.

"Se supone que debemos vender productos manufacturados, pero ya tenemos restricciones hasta en ellos", continua Alberto. "Si son de metal entonces tenemos un nuevo problema aquí, porque en otras ciudades está permitido, así que sobrevivimos vendiendo todo lo que podemos a pesar de las multas."

Por otro lado, los que mantienen patentes de alimentos ligeros no tienen otra opción que comprar sus suministros en el mercado negro, pues hacerlo en las TRD aumentaría tanto sus precios que perderían toda la clientela. Así lo refiere Alexis Ávila Gutiérrez, ayudante de la patente de su esposa, Yarisleidis Cutiño Moncada: "yo todo lo compro por fuera, harina, azúcar, aceite, el pan en las panaderías que todas son estatales y las yucas para las frituras, puesto que en el mercado cuando hay están tan viejas que no me sirven y mi producto para que sea de calidad tiene que estar fresco".

Tal es así que para los patentados para alimentos ligeros hoy ya no se les pide los comprobantes de sus insumos.

Los hermanos Armando y Manuel, con licencia de reparadores de bicicleta, nos confiesan que el acoso de los inspectores es abusivo, "pagamos una pila de cosas y ellos no nos dan nada, ahora mismo aquí en Santiago no hay ningún lugar donde se vendan estas piezas, así que o las buscas en otras provincias como Bayamo u Holguín o compramos bicicletas y las desarmamos en piezas".

Lo cierto es que cuando se le dio luz verde al cuentapropismo en Cuba una de las incógnitas para todos fue cómo se abastecerían estos pequeños negocios, de dónde saldrían las materias primas para sus productos en un país que padece la crisis del desabastecimiento. A pesar de las esperanzadoras promesas del Gobierno de que se implementarían maneras y hasta almacenes para este propósito, la realidad es que a tres años de haberse abierto a la iniciativa privada, no existe ninguna oferta mayorista para proveerlos, al menos en Santiago de Cuba.

Hoy, haciendo un balance del experimento económico que nos aliviaría la crisis, tenemos a miles de trabajadores privados que batallan por mantener sus negocios vivos haciendo malabares entre legislaciones restrictivas, inspectores corruptos y clientelas ávidas de encontrar lo que buscan a precios más asequibles para sus bolsillos.

Las opciones para estos trabajadores: seguir vendiendo. Los cuentapropista llegaron para quedarse, son la única opción de la creciente masa de trabajadores despedidos. Se continuarán otorgando licencias, aunque en los últimos meses sean más los que las devuelven que los que las reciben.

La dualidad de las autoridades y la ambigüedad de las leyes empuja a estos trabajadores a la venta ilícita. No es de extrañarse que el vendedor de ropa que quiso mantenerse en el anonimato al preguntársele qué hará cuando expire el plazo dado por el ministerio respondiera: "a partir del 1 de noviembre nosotros seguiremos aquí vendiendo ropas", como la ley lo requiere.
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