Por Aimée Cabrera.
A fines de junio, la reunión del consejo de ministros, presidida por el presidente cubano, evaluó la economía durante la primera parte del año en curso. A propósito de lo publicado por Granma el día 22, “la economía cubana crece en torno a lo previsto”.
Una serie de análisis no dan respuesta a la población de cuando mejorará la alimentación. “Cada día te cuesta más trabajo encontrar qué comer y barato. Es una necesidad, para mi familia no tiene solución”, expresa un trabajador del sindicato de los servicios en la Habana.
La canasta familiar normada -o libreta de abastecimientos- es insuficiente para que la población pueda alimentarse en la Cuba actual. La única variante es comprar parte de los alimentos en los mercados agropecuarios o en las tiendas en divisas.
A pesar de los análisis hechos con dirigentes de las empresas agropecuarias entre ellas las cooperativas a todos los niveles, la verdad es una: los precios siguen disparados. Los que acuden a estos mercados o compran a los carretilleros tienen que pagar precios cada vez más altos, esté o no el producto en estación y tenga o no calidad.
Establecimientos donde hortalizas y frutas costaban más baratas, como en la plaza de 17 y k en el Vedado, municipio Plaza han dejado de ser las más económicas. Los vendedores se aprovechan de la demanda y aplican precios por encima de los que aparecen en tablillas.
Un mango mediano que costaba 2 pesos está duplicado. Frutas como la piña o la fruta bomba (papaya) no se corresponden tampoco. Muchos usuarios compran, a pesar de que saben que son engañados porque son preferibles esos precios a los de los agromercados no estatales.
En estos agros, un mango cuesta 5 o 7 pesos y la mitad de una fruta bomba o una piña mediana está a doce pesos. La sazón cubana no es más que ajo, cebolla y ají, la cual se utiliza a diario en la cocina, aunque está muy cara también.
Una cabeza de ajo chiquita está a tres pesos, una mediana sobrepasa los cinco. La cebolla madura que hay que consumirla rápido porque se pudre está a tres y a cinco la unidad. Las que se venden atadas y conocidas como ristras sobrepasan los cincuenta pesos y las venden los carretilleros a 3 y 4 CUC o su equivalente en pesos.
“No puedo pagar cien pesos por la cebolla. El ají a veces lo encuentro a cinco pesos y me da para varias veces, lo que no me puede faltar es el ajo, así hay que cocinar, a sal y ajo”, destaca molesta una anciana que no pudo comprar en el agro de Calle Hospital en Centro Habana.
De la carne ni hablar. La mayoría de las personas que acuden a estos lugares no se dirigen al área de los cárnicos. Los que pueden hacerlo llegan temprano. “Yo compro carnero para mi mamá y mi nieto dos veces al mes y algo de puerco (cerdo), llego aquí bien temprano, el carnicero me conoce y despacha bien”, dice una cliente del agro de Ánimas ubicado también en Centro Habana.
Otros productos imprescindibles en la comida cubana como el vino seco y el vinagre no están normados por lo que se venden en envases cuyos precios superan los diez pesos. “El de a granel que se vende en algunas bodegas “vuela” porque la gente que vende comida lo acapara”, afirma un jubilado residente en el municipio Plaza.
Una lasca de calabaza fina supera los tres pesos, una libra de boniato está a tres y la de malanga a cinco. Dos plátanos de cocina a cinco y la mano de plátanos frutas a diez. Unas personas revisan que acaba de echar en un depósito de basura un trabajador del agro de Egido en la Habana Vieja.
Sin haberse alejado, un hombre saca unos mangos y una mujer unos tomates. Para ellos lavarlos bien y pasarlos por la batidora es una de las pocas maneras que tienen de conseguir qué comer fuera de lo que les toca por la libreta.
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