martes, 28 de julio de 2015

Cuba: vivir para comer.

Por Iván García.

Juliana, 73 años, ama de casa, dedica gran parte de su tiempo a faenas relacionadas con la alimentación de su familia. “Pierdo ocho horas en limpiar arroz, escoger frijoles, que vienen muy sucios, comprar el pan, recorrer agros, carnicerías y bodegas, a ver qué llegó y preparar el almuerzo y la comida”, señala, mientras prepara un potaje de frijoles negros.

El perfil de Juliana y los suyos no se corresponde con el patrón nacional: todavía en su casa se desayuna, almuerza y cena. “Mis hijas tienen buenos salarios y recibo dólares de parientes en Estados Unidos, que se evaporan en alimentarnos lo mejor posible”.

En Cuba se vive para comer. La adquisición de alimentos devora el 90% del salario. “Y no alcanza. Si no gasto todo mi sueldo en la ‘jama’ (comida) es porque debo pagar luz, agua y gas”, apunta Reinier, obrero.

El salario promedio en la Isla ronda los 23 dólares. A precios subsidiados, mensualmente el Estado vende por la libreta de racionamiento una magra canasta básica consistente en 7 libras de arroz, 3 libras de azúcar blanca y 2 de azúcar prieta, 20 onzas de frijoles, una libra de pollo y medio kilogramo de picadillo de res extendido con soya. La cuota per cápita no sobrepasa los 20 pesos (menos de un dólar). Además, cada persona tiene derecho a un panecillo diario de 80 gramos de cinco centavos.

“Esa cuota no alcanza más allá de diez días. El resto del mes es cuando comienza lo bueno. La gran tragedia del cubano es el asunto de la comida. Incluso teniendo dinero no encuentras lo que quieres. Ni en las tiendas por divisas ni en el mercado negro. El problema de la alimentación es super estresante”, comenta un médico habanero.

En las consultas de hospitales, a cambio de un trato esmerado, es habitual hacerle regalos a los galenos. “Los pacientes suelen darnos alimentos. Sandwiches de jamón y queso, muslos de pollos o una pierna de cerdo. Muchos médicos tenemos una vida más holgada gracias a esos regalos”.

El gran debate en Cuba es conocer cuándo va aterrizar en la mesa de los cubanos el cacareado crecimiento macroeconómico. Desde hace 15 años, según el régimen, el PIB crece en flecha.

Pero ese incremento no se revierte en una bajada de precios en los alimentos ni en el aumento de la producción. Cuando usted revisa los indicadores de producción cárnica, avícola, pesquera y agropecuaria, el aumento es ínfimo. Y en muchos casos ha habido retrocesos.

La otrora azucarera del mundo produce menos de dos millones de toneladas de azúcar. La leche de vaca es un lujo, igual que la carne de res, pescados y mariscos.

Frutas como la guanábana, chirimoya, anón o naranja son un recuerdo lejano en el paladar del cubano. Tras el ligero crecimiento de ciertas leguminosas y hortalizas, se esconde una hábil manipulación. El gobierno vende humo.

En ningún rubro alimenticio el crecimiento alcanza las cotas de 1989. Una época donde también existía escasez, pero la producción de pan, leche, huevos o papas compensaba la demanda.

Ahora no. Dice un chiste que antes de comenzar el noticiero, las personas sitúan jabas debajo del televisor, para recoger las frutas, vegetales y carnes cuyas cosechas solo crecen en los medios oficiales.

Una familia promedio en Cuba prepara una sola comida caliente al día. “En el almuerzo se calienta la sobra de la noche anterior. Los domingos se suele hacer un buen almuerzo, con carne de cerdo o pollo, y por la noche se come algo ligero. El menú habitual de lunes a sábado es arroz blanco o congrí, huevo en cualquiera de sus variantes y ensalada de pepino, col, aguacate o tomates”, dice Regla, profesora que en su casa cocina para su esposo y dos hijos.

Excepto que haya una visita, para no tener que fregar demasiado, toda la comida se sirve en un mismo plato. La mayor cantidad es de arroz. Algunos no comen ya en la mesa. Lo hacen viendo el televisor.

Los precios en tiendas en moneda dura son de espanto. Un kilogramo de queso blanco de producción nacional cuesta 3.75 cuc y el Gouda, 8.10 cuc. El jamón supera los 8 cuc y medio kilogramo (kg) de bistec de res ronda los 10 cuc. Una bandeja con un kg de muslos de pollo cuesta 2.40 cuc. Una lata de atún de mil gramos 8.90 y un litro de aceite, 2.10 cuc.

En los agromercados se puede comprar con pesos cubanos. Pero la inflación engulle también la moneda nacional. Una libra de bistec de cerdo, 45 pesos. La libra de frijoles negros cuesta 12 pesos y 14 pesos la de colorados. Los garbanzos son más caros: entre 18 y 20 pesos la libra. Una libra de tomates, 15 pesos. Un aguacate, 10. Una libra de mango, de 5 a 6 pesos, y una libra de maní, 16 pesos.

“Una vez a la semana voy al agro y hago una factura para mi casa. Gasto unos 1,200 pesos (55 dólares) y alcanza para cuatro o cinco días. Por el camino que vamos, en cualquier momento nos comemos el dinero”, expresa Gerardo, trabajador privado.

Las personas pobres, que son mayoría, o las de bajos ingresos que no tienen familiares al otro lado del charco, se alimentan poco y mal. “Mi plato fuerte suelen ser las croquetas de ‘averigua’ (pollo según el gobierno), salchichas que venden a 1.10 cuc el paquete o huevo, el plato nacional por excelencia”, comenta Carmen, jubilada.

Los de bolsillos amplios se alimentan mejor. Hacen compras en moneda dura y en el mercado subterráneo adquieren mariscos, pescado fresco o carne de res. Pero todos, tengan más o menos dinero, la mayor parte de sus ingresos lo dedican en alimentarse. En Cuba no se come para vivir, se vive para comer.
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