Por Zoé Valdés.
Quince años más tarde del asesinato a tiros en plena calle de Holanda del cineasta Théo Van Gogh, autor del cortometraje Submission acerca del Corán y de la sumisión de la mujer, por fin su país prohíbe el burka, símbolo religioso de esa sumisión y del abuso contra las mujeres.
El guión de aquella película fue escrito por la parlamentaria liberal de origen somalí Ayaan Hirsi Alí, quien tras el asesinato del cineasta debió exiliarse en Estados Unidos, donde reside, constantemente vigilada y protegida, pues sobre ella cayó una fatua islamista de la Sharia.
Es una jubilosa noticia que por fin el burka sea prohibido en Holanda, y que a quien lo vista se le multe con una suma considerable de euros. Sin embargo, la prohibición es parcial, y no total. Se limita a áreas como hospitales, escuelas, transporte público y edificios de gobierno. No sería, como podrán apreciar, un triunfo absoluto. Es sólo un paso.
Lo cierto es que nadie podrá devolver la vida a Théo Van Gogh ni la libertad real a Aayan Hirsi Ali. Esto último está demostrado, el cerco se ha cerrado sobre ella.
Aunque algo es algo. Sabido es que se trata de una media victoria, que de todos modos celebramos algunas mujeres, no muchas, porque no observo celebraciones masivas a mi alrededor, en Europa, y mucho menos veo a demasiadas feministas alborozadas -las que debieran sentirse concernidas- exclamar en las calles agradecidas por esta conquista en favor de la libertad de la mujer.
La ley, porque es una ley, sin embargo, no entrará en vigor de inmediato. Tomará su tiempo, como todo lo que ya controla el islamismo comunista mundial, y desde ciertos sectores de poder.
La calle sigue siendo peligrosa para las mujeres y los hombres libres como lo fue para Théo Van Gogh hace años al ser asesinado a tiros por el mero hecho de hacer un cine comprometido con la verdad.
Hace poco, menos de dos semanas, mujeres con niños fueron empujados hacia las vías férreas. Uno de los casos ocurrió en Alemania. El niño murió arrollado en el acto, la madre consiguió salvarse. El agresor es un eritreo. Ante el horror del crimen lo único que se le ocurre al periódico más importante de España es defender los derechos del agresor frente a la xenofobia. Por otro lado, Amnistía Internacional recién lanza una campaña nada más y nada menos que en defensa del burka. Así vamos, aplaudiendo y hacia el abismo.
No puedo entender qué ha ocurrido en Europa, dónde están las personas lúcidas, los resistentes frente a este tipo de actos nocivos y destructores. ¿Dónde andan las mujeres libres de otra época?
Viendo antiguas fotos de Irán, de Turquía, de otros países del Medio Oriente, en tiempos no muy remotos, años sesenta y setenta, en que las mujeres iban con la cabeza despejada y la cabellera al viento, usaban minifaldas, se maquillaban, y observando ahora en lo que se han transformado, me pregunto cuánto queda para toque exactamente lo mismo en Europa, en el mundo que todavía consideramos libre. Ojalá todo este espanto sea detenido de una buena vez. Pero analizando el camino tan banal que han tomado las feministas, lo dudo.
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