Por Emilio Morales Dopico.
En días recientes hemos leído las declaraciones del ministro de economía Marino Alberto Murillo relacionadas con las dificultades que enfrentaran los cubanos en este año que comienza por la falta de liquidez de su economía. La culpa según el ministro, la tiene la crisis financiera internacional.
Por supuesto, Murillo acude al viejo ardid de tapar el problema cubano con las crisis que acontecen más allá de las costas cubanas. Ya no importa si son producto de los efectos de la globalización, del embargo o de los fenómenos naturales. La solución es mágica y rápida, como el célebre enjuague de manos de Poncio Pilatos. El nuevo ministro se estrena con la soga al cuello y trata de poner el parche, no antes de que se abra el hueco, sino antes de que se hunda el bote.
En realidad Murillo no puede hacer nada, él es el ministro de economía, pero como los anteriores, no tiene voz de mando. Esta sigue llegando desde el punto cero, esta vez apagada y sin rumbo.
El origen de la falta de liquidez de la economía cubana tiene un trasfondo de 50 años, de una economía que ha sido totalmente improductiva y cien por ciento dependiente de la ayuda exterior. Primero del gigantismo soviético y el bloque socialista. Después de las remesas y el ALBA.
El pequeño espacio que se abrió a la economía de mercado, cuando se hizo la apertura al turismo y a la despenalización de la tenencia de dólares en los primeros años de la década de los 90’, fue un tímido ensayo claro de que el país tenía todas las condiciones para recuperarse económicamente en un corto tiempo. ¿Pero que detuvo esta pequeña apertura? No es difícil de explicar. Apenas un año después de implementadas las medidas el país era otro, casi un cuarto de millón de cubanos incursionaron en el trabajo privado. Una nueva clase media comenzaba a surgir con cierto poder económico, variable que los Castro habían eliminado en los primeros cinco años de la revolución. De pronto comprendieron que el ensayo era solo para salir de la crisis y mantener el poder, no para desarrollar la economía.
Mucho ayudó el ALBA. Hugo Chávez con su petróleo barato se erigía como el pulmón izquierdo de la economía cubana, las remesas y el turismo hacían de pulmón derecho. Las bonanzas del ALBA terminaron por despilfarrar recursos en una innumerable cantidad de proyectos sociales, ninguno con la ventaja de tener un capital de retorno que lo convirtiera al menos en proyectos sustentables. A eso le sumamos el disparatado plan de ahorro energético que se le ocurrió al gran dictador, el cual incluía la compra de un millón de televisores chinos, tres millones de ollas arroceras y hornillas eléctricas y cuanto cosas se le ocurrió en su quijotesca batalla por reducir los gastos de energía. El resultado como siempre, fue un verdadero desastre: los televisores terminaron por ser regalados a Venezuela, Bolivia, Ecuador y demás países de ALBA, como parte del contingente de profesionales de la salud y la educación que cumplían misiones en esos países. Las hornillas eléctricas descansan en los almacenes de reposición por roturas y desperfectos.
Mientras tanto, el renglón exportable de mayor peso, el níquel –pues el azúcar dejo de serlo hace ya unos cuantos años-, bajaba sus ingresos de forma brutal, de 52,000 USD la tonelada a 10,000 USD, lo que provocó que la economía disminuyera su frágil capacidad de maniobra para poder desarrollar otros sectores estratégicos.
Hoy el ALBA es un proyecto medio muerto, el gobierno de Chávez enfrenta una crisis energética profunda y en esas condiciones es difícil poder mantener los niveles de subsidios establecidos en los compromisos con los países del ALBA y con otros de Centroamérica y el Caribe, entre ellos los compromisos con Cuba. Por lo que el pulmón izquierdo de la economía de la isla ya comienza a fallar y en unos pocos meses el pulmón derecho será el que saque la cara a duras penas, para mantener la economía en el umbral del límite mínimo posible.
Es por ello, que están dirigiendo todos sus esfuerzos en las inversiones en el área de las telecomunicaciones, en apenas dos años de pronto aparecieron más de 700,000 celulares, los cuales han disparado los envíos de remesas a la isla. Así entonces, no nos asombremos si mañana liberan la venta de autos y de casas, dos pilares bien deprimidos y necesitados que estimularían el envío de remesas al doble de lo que hoy la población cubana recibe de su diáspora. Sin embargo, eso no sacaría de la crisis al país.
Pero lo que si sabe Murillo y los demás ministros y generales es que el único remedio para eliminar la falta de liquidez es una verdadera liberación de las fuerzas productivas, que permitan un desarrollo productivo y sostenible de la economía, donde todos los ciudadanos tengan el derecho a ganar por lo que producen, a ser dueños de la riqueza que generan.
El 2010 se presenta como un año muy complejo, por una parte la crisis social es grande, por otro, los jóvenes cada vez más se muestran más desafiantes, el pueblo se comienza a despertar del letargo, los más viejos ansían la solución biológica, incluido muchos de los generales que están en el poder. Al gobierno de Raúl Castro no le quedan muchas alternativas para responder a la crisis, esperemos este año algún desenlace.
0 comments:
Publicar un comentario