Por Miguel Iturria Savón.
La calle Obispo, una de las más antiguas de La Habana, comienza en el mar y culmina en Monserrate. Es atravesada por una decena de vías que oscilan entre la Avenida del Puerto y los barrios colindantes con el Casco Histórico, lo cual aumenta su ruidosa vitalidad y colorido sin disminuir el glamour que les otorgan sus centros comerciales, museos, librerías, hoteles, bancos, organismos oficiales y otras entidades que intenta restaurar la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Solo las Actas Capitulares, algunos periódicos y revistas y dos o tres libros de historia sobre la capital cubana refieren los nombres y la ubicación de los diversos centros que convirtieron a Obispo en "la calle de las calles", seguida después por Galiano, San Rafael y Prado, y hasta comparada por su elegancia con la Rue de Paix (Paris), la San Fernando (Barcelona), La Sierpe (Sevilla), la Carrera de San Jerónimo (Madrid) y añejas callecitas de New York.
Casi nadie recuerda que hasta 1898 fue transitada cada mañana por una Compañía de Voluntarios españoles que marchaba bajo los acordes de una banda desde Prado hasta el mar, donde eran distribuidos para custodiar el Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio del Segundo Cabo, el Castillo de la Fuerza, el Banco Español y otros baluartes civiles y militares del periodo colonial.
A pesar del tiempo, las expropiaciones de la década del sesenta del siglo XX y las circunstancias que marcaron la involución urbana, Obispo conserva su trazado original de calle estrecha y ruidosa, con comercios a ambos lados de las aceras y transeúnte que desaparecen en una esquina, entran a una boutique o avanzan al encuentro fijado.
Siglos después, Obispo oscila entre la atmósfera provinciana colonial y el sentido de modernidad que le imprimieron los comerciantes y personajes públicos durante la República. El adoquín sustituyó al asfalto y renacieron entidades y tiendas en ruinas, como la Casa del Padre Feliz Varela, reciclada en biblioteca escolar; el Hotel Florida, que tuvo entre sus huéspedes al filólogo hispano Ramón Menéndez Pidal en 1937; la óptica Almendrares y el Café Europa, escenario literario de narraciones de Carlos Loveira y Luís Bonafoux.
En Obispo surgió la Universidad de La Habana, ubicada entre 1728 y 1902 en el Convento de los Dominicos, sede también del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, cuyos estudiantes merendaban al frente, en la dulcería El Ángel o en la pastelería francesa de Brasy. Al demoler el Convento, a fines de los años 50, fue edificado el edificio de la Secretaria de Educación, que hace un lustro comparte espacio con oficinas inmobiliarias.
En el actual Ministerio de Financias y Precios estuvieron la perfumería Casa Wilson y el Banco Nacional edificado por el magnate Pote; ocupado después por la Tesorería General de la Republica y el Ministerio de Hacienda. A Pote se debe, además, la librería La Moderna Poesía, edificada en 1900 en Obispo y Bernaza, frente a la Librería de Ricoy, actual Cervantes, donde se reunían personalidades eminentes del ámbito cultural y político del país.
A estos les seguía el almacén de pianos de Anselmo López, la quincallera de hierro y la tienda El bosque de Boloña, reubicada después en la esquina de Compostela. Casi a la salida y cerca de la Plazoleta de Albear se hallaron la sombrereria El Casino y el café La Cebada, muy visitada por los cocheros hasta su venta y conversión en el Bar Floridita, refugio del escritor Ernest Hemingway, quien se hospedó en el hotel Ambos Mundos antes de adquirir la Vigía en San Francisco de Paula.
Historiadores y urbanistas aseguran que la calle Obispo, tan calurosa en verano como fría en invierno, debe su encanto a la posición geográfica y la red de comercios, bancos y entidades burocráticas, refinados por las ofertas de novedades del vestir y el flujo cultural desatado por la instalación de imprentas, periódicos, librerías, casas editoras, bufetes de abogados, droguerías y otras dependencias que atraían a diversos sectores sociales y la convierten en paradigma urbano.
Entre los centros financieros evoquemos el Banco Bances y Conde, el Banco Español, que quebró en 1921; el Banco de Fomento Comercial, el Trust Company de Cuba y el Banco Núñez, ubicados en 1957 entre los establecimientos más relevantes del mundo.
Instalaciones de incidencia cultural como la Casa de objetos de arte de Quintín Valdés, que promovió las obras de Valentín Sanz Carta, Chartran y Armando Menocal; el Taller de Madame Pucheau, famosa modista francesa que vestía a las féminas de ringorrango y a artistas de tránsito por la capital como la bailarina Ana Pavlova; el Bazar Turco, que vendía tapices, alfombras, ánforas, perfumes y jabones del Medio Oriente; el Semanario El Fígaro, instalado en la Galería Literaria hasta que creó su propia imprenta en Obispo entre Compostela y Aguacate; la imprenta Rambla y Bouza y establecimientos fastuosos como La Granada, Le Printemps, La Francia, La Villa de Paris o la peluquería Casa Duvic.
Obispo integra el patrimonio tangible y espiritual de La Habana. Muchos establecimientos han desaparecido pero se conservan las droguerías Jonson y Taquechel, la ópticas El Anteojo y se reparan viejas casonas para Museos (La Plata), bibliotecas y oficinas (Dirección de Vivienda y Registro de la Propiedad) y restaurantes y cafés para turistas.
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