Por Gustavo Silva.
Jeffrey Goldberg acaba de publicar que Fidel Castro confesó haberse equivocado en la Crisis de los Misiles (1962). Parece oportuno precisar hasta qué punto, porque no se trata ya sólo de haber pedido a Jruschov asestar un golpe nuclear a los EE. UU. si sobrevenía la invasión a Cuba. Para secundar la ocurrencia de Jruschov, Castro accedió a emplazar con disimulo misiles soviéticos con ojivas nucleares en la Isla, como si los americanos no fueran a detectarlos tarde o temprano. Así embarcó a toda Cuba en la Operación ANADYR (1962). A la vuelta de casi medio siglo, Castro parece haberse tornado más prudente y asume "la dura tarea de advertir a la humanidad del peligro real [de] conflicto nuclear global". Sólo que este otro avatar del mismo ser guarda cierto aire de familia con aquella "interpretación paranoica" que Anatoli Dobrinin, embajador (1962-86) de Moscú en Washington, notó ya en la génesis de la Operación RYAN.
La entrada (1981) de Ronald Reagan a la Casa Blanca propició que la KGB, bajo la jefatura de Yuri Andropov, montara esa operación sobre la presunción de que los EE. UU. se aprestaban a emplear el arma nuclear contra la URSS. Los agentes soviéticos por todo el mundo recibieron instrucciones de informar cualesquiera indicios al respecto. La mudanza de Andropov (noviembre 12, 1982) de Lubianka al Kremlin reforzó esa tendencia apocalíptica, que se agudizaría sucesivamente con el anuncio de Reagan (marzo 23, 1983) sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, por sus siglas en inglés), la invasión a Granada (octubre 25, 1983) y los ejercicios Able Archer (noviembre 2-11, 1983) de la OTAN, a tal punto que los propios espías soviéticos llegaron a preocuparse más por el pánico dentro de la KGB que por el presunto ataque nuclear, del cual nunca hallaron indicios concluyentes.
Castro tenía especial proclividad a esa paranoia. El mismo día (enero 20, 1981) en que Reagan tomaba posesión discurrió en Guisa (Granma) sobre la misión de las Milicias de Tropas Territoriales (MTT) frente al "gobierno que representa una amenaza para la paz". Mientras Reagan escribía en su diario (febrero 11, 1981): "Los informes de inteligencia aseguran que Castro está muy preocupado por mí. Yo estoy muy preocupado porque no tenemos nada con que justificar su preocupación", los informes de la KGB transcritos por Vasili Mitrokhin puntualizan (página 126) que Castro aprovechaba la visita a Cuba (febrero 6-12, 1981) del mariscal soviético Nikolai Ogarkov, jefe del Estado Mayor General, para proponer que si Washington desplegaba misiles crucero en Europa, entonces Moscú debía re-instalar sus bases de misiles nucleares en la Isla. Así, la "tarea de advertir" pudiera ser más bien continuación, por otros medios (propaganda negativa), de la guerra de Castro contra los EE. UU. antes que transición desde sus juegos de guerra nuclear (1962 y 1981) a la sabia prédica de prevenir la catástrofe.
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